‘Civil war’
Director: Alex Garland
Intérpretes: Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny, Jesse Plemons
Género: Drama/Bélico
Duración: 109 minutos
«¿Para qué sirve la guerra?» cantaba Edwin Starr en su tema ‘War’, mientras miles de americanos perecían en la jungla vietnamita, la respuesta no ha cambiado ni cambiará: «para absolutamente nada». Sin embargo no se divisa el día en que dejaremos de cometer el más terrible de tantos errores de nuestra especie, de los que solo aprendemos una vez los experimentamos de primera mano. De poco han servido y sirven las noticias, fotografías, reportajes y demás documentos que llegan a diario de países que se antojan demasiado lejanos como para levantar la vista de nuestro café mañanero. No obstante, Alex Garland no ha perdido la fe en el fotoperiodismo y con su última película nos trae la guerra a la puerta de casa, si vives en la capital del mundo claro está, con la esperanza de escarmentar a una audiencia indolente ante un futuro no tan distópico para la nación norteamericana, y por ende para cualquier otra.
‘Civil war’ nos sitúa en unos EEUU en guerra, donde una coalición de estados secesionistas se ha alzado contra un gobierno que se encuentra acorralado en Washington DC y al borde de la capitulación. Un grupo de reporteros de guerra, encabezados por la curtida fotógrafa Lee Smith (Kirsten Dunst), tratarán de cubrir la distancia entre Nueva York y la capital a tiempo para documentar los últimos instantes del Presidente, antes de que sea ejecutado por los rebeldes.
Hasta ahora la filmografía del británico Alex Garland no se había adentrado más allá de la ciencia ficción, nicho en el que ha gestado algunas de las mejores entregas del género en los últimos años, como ‘Aniquilación’ o, la que para mí sigue siendo su obra cumbre, ‘Ex Machina’, cuya reflexión sobre el antropomorfismo de las inteligencias artificiales es hoy más relevante que nunca. Pero con su último estreno el cineasta ha salido de su zona de confort para apostar por una gran película bélica, con sus 50 millones de presupuesto que la convierten en la propuesta más cara jamás producida por ‘A24’, que también se arriesga con un proyecto mucho más grande que el de sus habituales producciones ‘indie’. Sin embargo, a pesar de su inflado presupuesto y la tremenda escala del conflicto que se nos presenta, ‘Civil war’ es una propuesta cruda y realista, más un drama que una cinta de acción como alguno esperaría, que subraya los horrores de la guerra a través de las lentes de los periodistas protagónicos.
Unos EEUU divididos en pleno año electoral han recibido a la obra de Garland con reacciones tan diversas como rentables, porque para la taquilla no existe la mala publicidad. Muchos elogian su gran dirección y puesta en escena, además de sus elevadas dosis de tensión en varias de sus escenas. Por descontado las grandes actuaciones de su elenco no se quedan atrás. No obstante, sus principales detractores achacan a Garland su falta de parcialidad, mostrando un conflicto sin contextualizar debidamente sus motivos y partes. En mi caso suscribo que su aspecto técnico es sobresaliente, con decisiones en materia de fotografía y especialmente de sonido dignas de alabanza; y sin ánimo de comulgar con espectadores politizados que necesitan saber quiénes son los buenos y quienes son los malos, reconozco que el acercamiento objetivo de la película al conflicto armado acaba distanciándose de la propia tragedia que busca retratar.
Los periodistas son los ojos y oídos de la audiencia en ‘Civil war’. Cada tiroteo, cada atrocidad, la experimentamos a través de sus objetivos, mientras documentan el inferno que se desenvuelve ante ellos sin tomar partido en ningún momento. Como dice la protagonista en cierto momento de la historia, su trabajo no es hacerse las preguntas, sino documentar para que otros las hagan. Respeto la intención de la obra de presentar algo tan subjetivo como es una guerra de la manera más neutral posible, centrándose en las consecuencias efectivas del acontecimiento en sí, manteniendo ese espíritu ecuánime de la fotografía de guerra. Aunque no podemos ignorar que un filme nunca podrá alcanzar la objetividad de una instantánea, porque, en tanto que detrás de cada negativo hay una historia, una cinta directamente te la cuenta, y en su versión del relato transpiran matices y creencias que uno solamente podría deducir de una mera imagen, pero que es una característica innata de una sucesión de estas. Por lo tanto, como atributo intrínseco que es al séptimo arte, una película requiere de esa subjetividad para aprehender al espectador, que de no llevarse del cine nada más que exposición bien podría haber visto un documental.
Prueba de que ese carácter observador juega en contra de ‘Civil war’ es que su escena más destacada tanto por la audiencia como por los medios especializados, mencionada en el 99% de las críticas publicadas, es aquella en la que los protagonistas verdaderamente juegan un papel activo en la historia, viéndose a merced del fanatismo de un soldado con complejo de verdugo, interpretado por un Jesse Plemons que se ha llevado todos los elogios con apenas cinco minutos en pantalla, quien no duda en ejecutar a todo aquel que, a su juicio, no sea un ‘verdadero americano’. Esa escena no solo funciona como un tiro por la solemne interpretación del actor y por su guiño al racismo como uno de los demonios a los que la guerra da rienda suelta, sino porque es la primera vez que a los protagonistas realmente les salpica la sangre, generando una tensión que ahoga y excita a partes iguales, una emoción que el resto de la cinta no logra que pase del obturador de sus cámaras.
Con ‘Civil War’ Alex Garland firma su trabajo más frío, carente del calor humano que irónicamente sí desprenden sus trabajos de corte fantástico, con una perspectiva de perfil ante una tragedia que indudablemente impacta, pero que con su acusada falta de un vínculo emocional legítimo, no marca. Si años de fotografías de guerra no han conseguido escarmentarnos, una película que ponga el foco en esa neutralidad está tristemente condenada a que devolvamos la vista a nuestro café de por la mañana.