Tato es, a su vez, el dueño de un bar singular, Ferecor El Bar, en el barrio de San Esteban, al final de Padre Isla. Un espacio en el que mezcla el gusto por las buenas tapas y la buena comida con la cercanía con el vecindario y actividades culturales de todo tipo: conciertos, exposiciones, filandones o lo que se tercie.
Y, como a todos, le ha pillado por medio esta situación que a él no le gusta nombrar. «No quiero volver a decir coronavirus, esto lo vamos a pasar y que sea un recuerdo y a seguir viviendo». Y eso que reconoce Tato que le llegó la crisis en mal momento. «Habíamos tenido que cambiar de local y la cosa empezaba a marchar bastante bien, pero también creo que hemos puestos los cimientos de una buena idea y vamos a salir adelante, estamos muy metidos en la vida del barrio».
La vida del barrio, su idea central. «Los barrios pueden tener vida. Mira, en Ferecor somos seis trabajadores, los talleres de al lado son otros cuantos, las tiendas de barrio... que hay vida. Y con ese panorama en Ferecor lo que queremos ser es unos vecinos más. Y, a poder ser, buenos vecinos».
En ese ser «buenos vecinos» es donde entra la iniciativa que están poniendo en marcha en la actualidad, coordinados con la asociación de vecinos, la parroquia... «Queremos llevarle comida a la gente necesitada, gente que en la asociación o la parroquia saben que existe y que no tienen acceso a otros cauces solidarios, o bien porque no se pueden mover, o bien porque les da vergüenza que se les vea públicamente o, incluso, enfermos de cualquier tipo. Queremos llegar a ellos, con buena comida y sin ningún tipo de publicidad; simplemente colaborando, siendo barrio».

Los clientes de Ferecor se van a encontrar con otra novedad cuando el local abra sus puertas nuevamente. Se llama El rincón de Tere y allí, debajo de su logo, se celebrarán todas las actividades culturales, tan habituales en este bar. Para Tato y su familia resulta un rincón cargado de emotividad. «Tere era mi madre, y tuvo la mala suerte de fallecer en estos días tan tristes, por lo que se fue casi en completo silencio, sólo pudimos acudir a acompañarla sus cinco hijo, y casi como un favor. Fue muy triste, por eso queremos que su recuerdo permanezca precisamente en ese rincón de cultura, entretenimiento y diversión».
Al margen de ello también ha puesto en marcha iniciativas como servir comidas, y bebidas, a domicilio, preparar la terraza para cuando se pueda utilizar, pensar en nuevas tapas, comidas, iniciativas...
Porque la cabeza de Tato raramente se detiene y, además, tiene la excelente costumbre de escuchar a todos los que llegan con alguna idea.