Nuestra protagonista de hoy es una de esas mujeres a caballo entre dos tierras que tienen mucho en común: la maragata y la asturiana. Es verdad que paisajísticamente quizá no se parezcan demasiado, ni tampoco climatológicamente hablando, pero sus gentes tienen una antigua conexión desde tiempos inmemoriales, siendo Asturias una de las rutas frecuentadas por los arrieros maragatos al igual que aquellas tierras se convirtieron, ya en pleno siglo XX, en destino final de muchos habitantes leoneses que se instalaron en las mismas en busca de un futuro más próspero. Y en común tienen también una forma particular de vivir la ruralidad aunque sea con planteamientos muy diferentes. En ese marco geográfico temporal situamos a Sonia Fernández, nuestra protagonista de hoy, quien hunde sus raíces maternas en tierras de Castrillo de los Polvazares mientras que hace lo propio con las paternas en tierras asturianas.
Nacida en Oviedo, donde también realizó sus estudios hasta concluir el Bachillerato, desde siempre se recuerda a sí misma dibujando, por lo que supone que esa es la razón de que en su familia a nadie le extrañase su decisión de estudiar Bellas Artes, que ya tenía clara con 12 ó 13 años. Al terminar el instituto se fue a cumplir su sueño a Salamanca, donde –efectivamente- comienza la carrera que terminará en Barcelona. Y con su título en la mano volvió a Asturias, dedicándose a la pintura como actividad artística principal; pero como no es suficiente para ella y el mundo de la enseñanza la atrae también de manera especial, finalmente opta a esta como principal dedicación profesional, una dedicación que compagina, en sus ratos libres, con la pintura, el dibujo o cualquier otro trabajo o proyecto artístico que se le cruce por delante, y siempre repartiendo su tiempo entre su Asturias natal y Castrillo de los Polvazares, adonde acude periódicamente «para volver el lunes con las pilas cargadas y la calma que requiere trabajar en un aula», un aspecto sobre el que volveremos más tarde y que ha venido ejerciendo por más de veinte años, dieciocho de ellos en el IES Santa Cristina de Lena.
En lo relacionado con el proceso creativo, Sonia poco a poco va sintiendo un cada vez mayor interés por el mundo audiovisual, lo que la hace experimentar un paulatino cambio de rumbo profesional hacia esta faceta artística, y así, tras intervenir en varios proyectos de este ámbito como colaboradora, acaba realizando sus propios trabajos, además de llevar esta faceta también al aula. Tras haber coordinado diversos talleres de vídeo con alumnado de secundaria y haber colaborado en diversos proyectos como directora artística o como codirectora en videoclips musicales, en el año 2012 da el salto a la dirección cinematográfica. Directora y productora ya de sus propios trabajos, enfoca estos desde el campo documental y, muy especialmente, hacia el mundo rural, del que tiene conocimiento directo pero también a través de su alumnado, cuyas historias protagonizan algunos de dichos alumnos. Esta mirada tan personal viene avalada por el hecho de lo poco que a Sonia le gusta hablar de sí misma, y lo mucho que siempre se ha volcado en visibilizar tanto el mundo de los demás como las problemáticas que les rodean. Pero volvamos al comienzo de la historia.
Conocí a Sonia hace ya algunos años y desde entonces no he dejado de seguirle la pista, una pista que me interesa en su doble faceta de artistas y de docente. Si la memoria y la documentación no me fallan nuestro primer contacto, a nivel pudiéramos decir que profesional, fue allá por el 2010, en Astorga. Trabajaba yo por aquel entonces como agente de igualdad para el Ayuntamiento y me había propuesto montar – con motivo del 1 de mayo- una exposición para visibilizar a aquellas mujeres (de diferentes generaciones) que habían conseguido hacer del arte una profesión. Con Sonia había coincidido y charlado alguna vez en la Taberna cultural ‘El Trechuro’, que regenta su hermano. En nuestras conversaciones había surgido el hecho de que en aquel momento se encontraba ella realizando su tesis doctoral sobre un tema muy poco habitual: la representación del corazón a lo largo de la historia del Arte, pero no el corazón a nivel romántico, sino como órgano vital del ser humano, como músculo que forma parte indispensable de su anatomía, una tesis que finalmente le daría el título de Doctora en Bellas Artes. El tema me resultó novedoso en relación de lo que yo conocía de otros doctorandos, despertando mi interés y curiosidad. Y la invité a participar en la muestra en la que participaban artistas de muy diferentes ámbitos y generaciones (todas leonesas), cosa que hizo con alguna obra pictórica. De todas las participantes en la muestra (en torno a la cual también se propiciaron encuentros con el alumnado del municipio), Sonia, estaba en el bloque de las más jóvenes. Tras esta primera colaboración en territorio astorgano vendrían, allí mismo, otros proyectos alentados por mí en los que también nos dejó su impronta, como en la ilustración del libro antología que recoge los poemas ganadores del Certamen de poesía ‘Voces de Mujer’ 1995-2011 (al que contribuye con tres ilustraciones que vuelven a tener el corazón como protagonista), o en el de 'Relatos de Navidad' (2012), en el que puede apreciarse su particular estilo. Y, finalmente, ya en 2014, será también protagonista del homenaje a mujeres artistas que cada año se venía programando dentro de la Semana de la Mujer, y que en dicha ocasión fue un ‘Homenaje a Jóvenes creadoras de la fotografía y la videocreación’, en la que participó con una serie de trabajos fotográficos con el corazón como protagonista, y también con su videocreación 'El bingo de la vida'.
Después de esto no he dejado de seguirle el rastro cada vez que anunciaba un trabajo nuevo a nivel de creación propia y profesional, y también cuando se trataba de algún nuevo trabajo artístico realizado con su alumnado al servicio del trabajo educativo en valores. Siempre firme defensora de la Educación Pública por un lado y de la necesidad de la presencia del arte en las aulas como forma de desarrollar la capacidad crítica del alumnado, amén de su sensibilización frente a los problemas que afronta la sociedad y la contribución a desarrollar un mayor espíritu de empatía, sus proyectos de aula han sido pioneros durante los 21 años de docencia en Secundaria ejercidos, dieciocho como ya dijimos en la zona de Lena, siempre en el mismo instituto, proyectos realizados bien como propuestas personales bien en colaboración con otros compañeros tan implicados como ella, y en los que los principales participantes eran siempre los alumnos y su posicionamiento frente a aspectos que inevitablemente están presentes en la sociedad y sobre los que hay que provocar una continua reflexión que nos lleve a reaccionar y a actuar en muchos casos; proyectos que comenzó lanzando como retos a su alumnado y que con el tiempo ellos mismos le reclamaban ante fechas como el Día contra la violencia de género u otros de diferente calado; proyectos en los que desde su área de Plástica – en la que siempre ha estado- buscaba la coordinación intercurricular con otras áreas. Y para desarrollar esta faceta artística desde la docencia, ha sido también una firme defensora de que la actividad docente «requiere una formación y actualización constantes, ya que si la sociedad cambia la escuela no solo debe cambiar también, sino que debe abanderar este cambio, dotando de valores, actitudes y conocimientos a nuestras generaciones más jóvenes». Y así, tras incursiones en el mundo universitario y otras áreas de formación, en el curso 2021-22, abandona las aulas para incorporarse como asesora de Transformación Pedagógica, al CPR Cuencas Mineras, con la intención de seguir contribuyendo desde este marco –la formación de profesorado- al mismo cambio metodológico que llevaba ya años practicando en el propio IES en el que venía ejerciendo.
Y mientras nos recuerda la necesidad de la presencia del Arte en las aulas no solamente como parte inherente al crecimiento personal y particular de cada ser humano, sino también como una forma de realizar concienciación social en aspectos tan básicos y necesarios como la violencia de género, el cuidado al medio ambiente, el respeto a la diferencia, pone su foco artístico personal en proyectos documentales donde el mundo rural tiene un claro protagonismo. Los primeros en llegar fueron dos cortometrajes, ‘Piquinu’ (2012) y ‘Tiempu de medrar’ (2013), documentales ambos que surgen de la atención que presta a las particulares circunstancias de su propio alumnado que tienen reflejo en los trabajos que estos realizan en el aula. Solo una mirada atenta del docente que recibe esos trabajos es capaz de ver más allá de lo aparente e interesarse por las vidas de dos chicos, los respectivos protagonistas de los cortos, que son bastante atípicas en un mundo cada vez más globalizado que anula individualidades en una edad muy complicada para este tipo de población. En ambos casos, los trabajos (que pueden verse a través de la plataforma ‘Vimeo’) fueron seleccionados en varios festivales nacionales y pudieron verse en numerosos foros sociales con coloquio y presencia de la directora incluidos.
Pero, finalmente, el principal motivo de no retrasar más su presencia en esta sección, en la que se ha ganado estar por méritos propios, es el reciente estreno de su último trabajo videográfico y el primero como largometraje, un largometraje nuevamente de carácter documental y situado en el medio rural. ‘Habitando el tiempo’ es una mirada a algunas realidades que se desarrollan en dicho medio por parte de «personas (...) muy valientes, pues deciden que, a pesar de todas las desventajas, prefieren vivir ahí antes que en una ciudad». El documental está totalmente grabado en la comarca de la Somoza (Maragatería) en torno a la experiencia de cuatro artesanos (dos del sector agroalimentario: productos apícolas y la cerveza artesana; y otros dos del sector más artístico: la cerámica y el trabajo en madera, y concretamente la creación de instrumentos musicales –lutier-), no todos con la misma expectativa de futuro para sus correspondientes oficios. De ellos, en concreto, la ceramista, María José Requejo también ha formado parte de esta sección que hoy nos ocupa. El film nos presenta, así mismo, la presencia del tiempo como un protagonista más de las historias que se nos narran.
Esperemos que este nuevo documental de Sonia, que ya ha sido estrenado en tierras asturianas con gran éxito, pueda ser visto muy pronto también en nuestra tierra, con un éxito sino mayor al menos igual que en aquellas, habida cuenta de que no solo la directora tiene raíces leonesas, sino que la historia nos muestra cuatro realidades de una de nuestras comarcas más emblemáticas y también más vacías. Claro que con el interés que las instituciones vienen últimamente demostrando por lo nuestro, cualquiera sabe.