Y siguiendo ese irregular trazado circular que nos hemos trazado, desde las mágicas tierras bercianas que nos acogieron el pasado martes volvemos la mirada a casa, mi casa, porque la voz y la mirada de nuestra invitada de hoy nos trasporta a Astorga, ese cruce de caminos en el que durante más que siglos se cruzaron y se dieron cita culturas de muy diversos orígenes, bajo la mirada amable de ese «dios» Teleno que admiraron los romanos y al que dieron culto, antes que ellos, las tribus que ya habitaban nuestras tierras.
¿Qué decir de Astorga? Podría llenar páginas y páginas con todo aquello que podemos encontrar en ella y lo que en sí misma significa. Punto de partida (o llegada) de una de las vías romanas más importantes que en su momento recorrieron el imperio, la Vía de la Plata, a la que se unieron otras que salían en diferentes direcciones, una de las más antiguas y extensas diócesis que llegaron con el mundo cristiano, uno de los hitos más importantes en el Camino francés de todos aquellos que nos llevan a Santiago, capital de Maragatería sin ser maragata, centro neurálgico de las comarcas que en torno a ella se extienden, uno de los primeros ayuntamientos constitucionales de España allá por 1812, ..., sus calles, su subsuelo están llenos de muestras de un rico pasado que sostienen el presente y que sin duda son uno de los mejores patrimonios para asegurar ese incierto futuro al que se ven abocadas la mayoría de las pequeñas poblaciones desperdigadas por su geografía.
En este cruce de caminos, en este crisol de culturas, podemos encontrar muestras patrimoniales para todos los gustos, que se muestran al visitante a través de sus manifestaciones culturales multitudinarias como las Fiestas de Astures y romanos (reconocida de Interés turístico regional desde 2011) o la Semana Santa (declarada de interés turístico regional desde 1997 e interés nacional desde 2011), o de sus museos y monumentos (con rutas guiadas o autoguiadas a través de las que podemos profundizar en la misma), o simplemente dedicándonos a callejear y a disfrutar de su ambiente en sus jardines y terrazas, muchas de las cuales se nos ofrecen en entornos tan atractivos como la Plaza Mayor, donde hora tras hora podremos seguir el paso del tiempo a través de las campanadas de los maragatos del Ayuntamiento, o la plaza Eduardo de Castro, custodiada por la sombra de Pedro Mato, que vigila atento tanto la catedral como el palacio episcopal, una de las escasas tres obras que Gaudí realizó fuera de Cataluña. Y todo ello con el sabor de sus dulces y su chocolate en nuestras papilas gustativas y olfativas. Se nos quedan muchas cosas en el tintero, pero estoy segura que tras unas podrán encontrar otras.
Nuestra escritora invitada de hoy
Pilar Escamilla Fresco (Barcelona, 1976) es una excelente poeta que reconoce tener sus raíces divididas entre León, Madrid, Cuenca y Barcelona, aunque su presencia en esta sección es gracias a la fuerza que tienen en ella las ligadas sobre todo a Astorga, a través de la vecina comarca de la Vega de la que sus abuelos maternos procedían, unos lazos que hoy se han ampliado hacia Maragatería por efecto del amor que también ha extendido su abrazo hacia esa otra parte, trazando un eje este a oeste siempre con nudo central en dicha localidad que le guarda esos recuerdos de infancia y adolescencia mientras la ayuda a crear otros nuevos. De ahí que siempre esté encantada de participar en proyectos que pongan de manifiesto su patrimonio cultural de los que también ella es arte y parte, a través de homenajes literarios en los que se trata de rescatar la figura de interesantes mujeres que pasaron por esta tierra inspirando sus plumas, como Concha Espina, Manuela López García o Felisa Rodríguez; y también desarrollando otros propios aprovechando otras aficiones suyas como la práctica del geocaching , pues de ella son proyectos como el «adventure lab» Astorga en femenino (https://adventurelab.page.link/WWx5), en el que nos hace un recorrido alternativo por Astorga de la mano de figuras femeninas ligadas a ella tan dispares como las escritoras Concha Espina y Manuela López o figuras de su historia y leyenda como la esclava Lyda o la maragata Colasa; o el virtual dedicado a uno de los lugares que más le llaman la atención en la ciudad, como es la Celda de las Emparedadas (https://www.geocaching.com/geocache/GC9P8HR), que registra al día varias visitas, entre los aficionados a esta modalidad viajera.
Sus lazos con nuestra provincia son muchos, a pesar de vivir en Rivas Vaciamadrid desde hace más de veinte de años, desde donde también hace patria leonesa en su labor como bibliotecaria de la zona, pues siempre que puede dona a su biblioteca aquellas publicaciones dedicadas a nuestra provincia o en la que participan autoras de la misma. Otra forma de hacer patria y de dar visibilidad a nuestro patrimonio literario.
Tiene publicados cuatro poemarios (actualmente agotados pero a cuya lectura podemos acceder a través de su pág. web personal: www.caradeluna.es), además de participar en numerosas antologías como poemas y relatos. Ha coordinado varias secciones de creación literaria en revistas como Zarabanda y La Keli, además de regalarnos sus textos en otra revistas de carácter literario. Desde su inicio se unió también al proyecto literarios MasticadoresFEM, en el que hasta ahora ha simultaneado dos secciones, «Rescatándo-me» (en el que nos ha ido mostrando sus proyectos más personales) y «Filandón violeta» (en el que, a su vez, nos ha ido descubriendo mes a mes importantes figuras femeninas del mundo literario actual, muchas de ellas leonesas). Y tras esta presentación de su persona nos queda acercarnos al lugar que para hoy nos recomienda.
Una particular visión de un rincón muy especial
Hoy, la aportación de Pilar Escamilla a la hora de descubrirnos un rincón para ella especial de nuestra provincia es doble, aunque ambas aportaciones se centren, más o menos, en el mismo lugar; la primero, más personal, tal vez nos acerque a situaciones vividas en ese mismo rincón por quienes alguna vez nos hayamos llegado a sentar o a asomarnos al mismo, al abrigo de miradas curiosas, alejándonos del mundanal ruido. La segunda guiará nuestra mirada a ese mágico Teleno, también visible desde el mismo, un punto en el horizonte que tiene la capacidad de atraparnos siempre y hacernos volar en aras de nuestra imaginación, a otros tiempos, a otros lugares,..., a otros sentimientos. Espero que disfruten de estos textos como yo – acostumbrada a estos rincones que a ella la han inspirado como conmigo lo han hecho tantas veces- lo he hecho. Un lugar lleno de magia lo visites en la época que lo visites. Aquí van sus palabras:
«No tengo una tumba donde visitarte, abuelo. Tus cenizas están en un campo por el que solías pasear.
No tengo una tumba donde visitarte, tía Bego. Tu cuerpo ayudó a estudiar, espero, muchas enfermedades.
De ti, abuela, sí tengo una tumba. Pero es una tumba sin nombre donde me duele hablarte.
Por eso hace años adopté este rincón en la muralla de Astorga. Aquí vengo a hablar con todas mis vidas cercanas ausentes. Vengo a contarles que mi hermana pequeña tiene tres niños maravillosos. Vengo a contarles que mi hija tiene ya 16 años y que es una muchacha increíble. Vengo a decirles cómo les va a mis sobrinos, o a mis hermanos, cualquiera de ellos. También vengo a explicarles que me preocupa la salud de mis padres, cada uno con sus temas. Les pongo al día de la familia, de nuestras alegrías, de nuestros problemas. Es mi forma de hacerles partícipes de lo que dejaron. Porque al irse dejaron un nutrido grupo de personas que les adoraban, y que, pase el tiempo que pase, les siguen echando de menos. Otros van al cementerio a rezar y a hablar con su gente. Yo, abuelitos, tía Bego, vengo a este rincón de Astorga a hablar con vosotros. Me asomo donde tantas veces me asomé a vuestro lado. Cierro los ojos. Escucho vuestras voces contándome cosas. A ti, abuelo, hablándome de si podíamos ver San Román allí asomados (atención, spoiler: no podemos). A ti, Bego, con tu pellejo pegado a los huesos, el café y el cigarro en la mano, sonriéndome llena de cariño. A ti, abuela, silbando mientras sonreías antes de que se te olvidase que sabías hacerlo. Estáis aquí, con nosotros. Cada vez que cerramos los ojos y pensamos: mi abuelo siempre nos hablaba de la vacuna del piojo negro durante la guerra; mi tía me contaba que trabajó al pie de Gaudí una temporada; mi abuela nos recomendaba dejar de buscar para encontrar lo perdido mientras su mente se perdía en el tiempo, pero ella sonreía, siempre, siempre sonreía. Aquí vengo a pasear, a mirar al frente y a contaros que mi hermana y yo, sí, las dos, hemos conseguido ser funcionarias, que hemos aprobado y seremos bibliotecarias hasta la jubilación. Y que la vida es bonita, que todos nosotros somos felices a nuestra manera. Y que eso es, en gran parte, gracias a vosotros. Porque pasarán los años, pero ninguno de nosotros os olvidamos. Y todos os seguimos queriendo… con locura».
Y ahora, a modo de anécdota, quiero compartir un relato que escribí hace mil años pero que me publicaron en 2011 en una antología de Microrrelatos en Burgos. En mi cabeza está localizado, casi, en este rincón, mi rincón especial en Astorga. Espero que lo disfrutéis. Y que no me tengáis en cuenta que su calidad no es muy buena. Era casi una adolescente cuando lo escribí.
Feliz verano.
Paseo con Teleno de fondo
«Paseando por ese pueblo el tiempo parecía retenido. Un paréntesis en su vida. Eso es lo que buscaba cada vez que allí marchaba. Un paréntesis. Siguió andando por la muralla. Allí se encerraban muchas historias. Historias de las grandes, e historias de las pequeñas, de su pequeña y personal historia. La última estaba a punto de escribirse. Se asomó al mirador. Un mirador por el que se había asomado tantas veces que ya no podía ni contar. Allí había estado con sus abuelos, con sus padres y hermanos, con sus hijos, y con sus dos grandes amores. Ahora ya no quedaba ni rastro de ellos en su vida. Dolor, resignación. Volvió a mirar. Bajo él, el infinito en forma de llanura, lejana en su propia altura. Al fondo, el Teleno nevado observando. Se decidió. Dio un paso, subió el muro y echó a volar. Ser un vampiro eterno tiene ventajas, pero sobrevivir a tus seres queridos no siempre las compensa».
Microrrelato de Pilar Escamilla Fresco publicado en el libro ‘Microrrelatos Bardeblás’ (Antología de microrrelatos, Burgos, Vadillo, 2011).