En el artículo ‘Ritos de paso: ritos funerarios (la búsqueda de la vida eterna)’, Delci Mirella Torres indica en su presentación: «Si hacemos una detenida revisión de los aspectos conductuales de los seres humanos durante su existencia, desde que nace hasta que muere, advertimos la marcada presencia de los rituales como mecanismos simbólicos que orientan las relaciones entre personas y las culturas en su largo vivir. Dichos mecanismos simbólicos reciben el nombre de ritos de paso y constituyen actos individuales y colectivos que deben sujetarse fielmente a ciertas reglas pues son ellas las que hacen de estos actos un ritual, de modo que se caracterizan por su capacidad expresiva, su repetición, su simbología y su adscripción a una determinada religión». La etnógrafa Concha Casado Lobato (1920-2016), dedicó un librito ‘El nacer y el morir en tierras leonesas’ a dos de esos ritos de paso. Ahí podemos leer: «Y por el sonido de las campanas conocía el pueblo la muerte de un hombre o de una mujer, con el llamado toque de difuntos: tres lentas campanadas significaban que el fallecido era un varón, mientras que para una mujer solamente tocaban dos. Las campanas hasta hace poco hablaban un lenguaje conocido de todos». Los hoy perecederos rituales de las culturas tradicionales, en los que nada se dejaba a la improvisación y todo tenía sentido.
La baraja de tarot consta de 78 cartas, divididas en 22 arcanos mayores y 56 arcanos menores. Sus orígenes quizá se remonten al siglo XV y sus antecedentes podrían buscarse en los cátaros medievales y la cultura occitana, que explicaría la presencia de la carta de la Papisa y la relevancia de los personajes femeninos. Para Alejandro Jodorowsky, «tarot» es una palabra inventada y no significa nada, como tampoco significa nada «dada». Su utilización como suerte de adivinación está documentada a partir del siglo XVIII, aunque existen ejemplos de que cartas parecidas a las del tarot se usaron con el mismo fin desde mediados del siglo XVI. El arcano 13 corresponde a la muerte. Su significado según las notas que acompañan al tarot de Balbi es el de un «Arcano relacionado con la letra hebrea Mem, que representa el ambiente biológico en que se manifiesta la vida. Es principio que transforma y renueva las cosas, el eterno movimiento destructor de cualquier cristalización que sería una auténtica muerte. Puede significar también muerte física, el espíritu que se libera de la materia. Desde el punto de vista adivinatorio puede significar final necesario, tristeza, dolor, luto, descomposición, corrupción, transformación total. El significado adivinatorio se precisaría con las cartas próximas. Esta carta significa: Transformación». Transformación con sinónimos como mudanza, alteración, innovación, conversión, cambio, conmutación o reforma.
En el artículo ‘El triunfo de la vida’ Bruno Marcos hace su particular interpretación del cuadro ‘El triunfo de la muerte’ de Brueghel. En lugar del valor de transformación atribuido al arcano trece de la baraja de tarot, en el cuadro de Brueghel la muerte representa solo aniquilación: «Todo es una gran derrota de los vivos. Ballestas y espadas por el suelo. Un rey con corona, armadura, capa de armiño y toneles de monedas de oro cae abatido mientras un esqueleto didácticamente le explica el «tempus fugit», el «finis gloriae mundi», con el reloj de arena. Los que aún no han muerto huyen a una caja que es una trampa, encima de la cual otro esqueleto toca los timbales del monótono compás del Apocalipsis». Ciento diez años después de la pintura de Brueghel, en 1672, Juan de Valdés Leal, realiza ‘In ictu oculi’, una de las dos obras encargadas por el hermano mayor de la hermandad de la Santa Caridad de Sevilla Miguel Maraña para la iglesia del hospital. La vanitas fue un género pictórico del barroco. Como ejemplo de su espíritu ese esqueleto de pie de la representación de la muerte del cuadro de Valdés que se afirma sobre un globo terráqueo en el lugar reservado en el cuadro de Brueghel para los enamorados que ignoran cuanto ocurre a sus espaldas.