El esperado regreso de ‘La dama de picas’ a La Scala, en 2022, estuvo a punto de naufragar por culpa de la guerra de Ucrania. Giuseppe Sala, alcalde de Milán y presidente del consejo de administración del teatro, invitó al director ruso Valery Gergiev -amigo personal de Putin- a que condenase públicamente el ataque militar. Como no lo hizo, fue apartado de la obra y reemplazado por su compatriota y joven ayudante Timur Zangiev (1994). Éste ya había aprobado con nota en el Festival de Salzburgo, siempre un examen difícil. Si allí con El jugador (Prokofiev) la crítica elogió su equilibrio entre el volumen y la emoción, la quietud y el dinamismo, lo mismo sucedería con la ópera de Piotr Ilich Chaikovski. La orquesta recibió los mayores aplausos de la noche gracias a su energía, tensión, sutileza y carga emotiva. Siempre con un sonido brillante, rico en tonos, texturas y colores, transmitió tanto el lirismo de esta partitura como su magia siniestra. A Zangiev le esperan en los próximos meses el MET, Dresde o el Maggio Musicale.
‘La dama de picas’ fue un éxito desde su estreno en el Mariinsky en 1890, tres años antes de la muerte del compositor de ‘El lago de los cisnes’. El libreto de su hermano Modest se basaba en una historia corta de Alexandr Pushkin de 1834, sobre un soldado que cae en la ludopatía por culpa de un juego de naipes con el que pretende enriquecerse para aspirar a la mano de su enamorada, Lisa. La música, elaborada en apenas 44 días, lleva el repertorio ruso a sus cotas más altas, gracias a las melodías románticas, tan elegantes, a la variedad de pasajes, a su sentido teatral y al virtuoso desarrollo sinfónico de la orquesta.
Cines Van Gogh retransmite este jueves 24 de octubre una grabación de este montaje de 2022 desde La Scala. De la dirección de escena se ocupó el alemán Matthias Hartmann, que ya había representado en la capital lombarda ‘El cazador furtivo’ (2017). El decorado moderno y monocromo empleaba paneles triangulares iluminados por neones. Destacó el uso de espejos y cortinas, así como la iluminación de Mathias Märker, particularmente en la escena del canal al que se arroja Lisa y en la última partida de cartas.
En cuanto al elenco, exige especialistas, como el barítono Markov, de timbre sedoso y porte aristocrático, la mezzo Gertseva y, sobre todo, la estrella lituana Asmik Grigorian (1981). La soprano lírica conmueve como Lisa por su sensibilidad, bello timbre, fraseo amplio, línea cuidada y sólido registro agudo. Como ya demostró en el Real como Rusalka, resulta hipnótica, llena de magnetismo, y hace creíble su desconsuelo. Le viene de familia: su padre, Gegam, fue un reconocido tenor verdiano; su madre, Irena Milkeviciute, encarnó a Norma en el teatro Calderón.
Como protagonista, el uzbeko Najmiddin Mavlyanov (1979), tenor habitual en el Bolshói desde hace dos décadas y uno de los cantantes de confianza de Gergiev, con quien ha ido de la mano a Múnich, Budapest o Berlín. En Ámsterdam destacó en la piel de Calaf en 2022, gracias a su convicción, potencia, entrega y resistencia. Esa última virtud resulta fundamental para un papel extenuante como el de Hermann, que canta en las siete escenas de la ópera y es quizá el de mayor lucimiento para tenor de todo el repertorio ruso. Plácido Domingo lo compara con Otello, «débil, perdido y fascinante».
Una de las razones por las que ‘La dama de picas’ mantiene su atractivo entre el público es su espléndido libreto, de una altura literaria solo equiparable a la de su otra gran ópera, ‘Eugene Onegin’. Más allá del romanticismo de la trama -las pasiones al límite, el destino, la tormenta-, que combina lo natural y lo sobrenatural, se sostiene en sus personajes. Si nos resultan muy humanos es porque se ilusionan, sufren, cometen errores. Modest Chaikovski (quien también firmaría Iolanta) redactó el texto para otro músico, porque su hermano inicialmente había rechazado el encargo del Teatro Imperial. Al final, en 1889 el creador de ‘La bella durmiente’ aceptó. Viajó a Florencia, donde trabajó intensamente. Lloró mientras escribía el arioso de Lisa y la despedida de Hermann. «No sé si es que estoy muy cansado o que realmente es una pieza brillante», contaba en una carta. Meses más tarde, San Petersburgo asistía a un triunfo que se extendería por todo el planeta. Por una vez, su exigente autor se quedó satisfecho. Y no le faltaban motivos. A pesar de confiar en Modest, revisó su libreto: convirtió a Lisa en el ideal de heroína que sacrifica su vida por amor (en el original de Pushkin, ella se acaba casando con otro hombre), y añadió la inolvidable escena del muelle y el suicidio.