"Te das cuenta de que no eres igual que el resto, te da miedo la vida y eres, en cierto modo, más infantil"

Gema García Potes fue violada por su primo cuando tenía 9 años. Ahora que han pasado 13, cuenta su historia para «salvar» a los que no pueden hacerlo. Lo hace aún escudada por una cámara y pidiendo un giro a la justicia

Mar Iglesias
25/06/2023
 Actualizado a 26/06/2023
Gema G. Potes
Gema G. Potes
A Gema su primo la violaba cada semana sin falta. En cualquier sitio, en su casa de Toral de los Vados, en la de su familia, entre los viñedos. No le importaba ni que le vieran, ni que ella tuviera nueve años. No paraba. Dos años siguiendo el ritmo al que desojaba su infancia, recuerda. Y en silencio, gritando por dentro un socorro que nadie escuchaba. Hasta que una conversación materna fue tirando del hilo y, entre gestos, desvelando el salvaje abuso al que la pequeña estaba siendo sometida. La justicia para ella es hoy, a sus más de 20 años, poder contarlo y ayudar a que otros lo hagan. Para él, nueve años de cárcel que aún no cumple. ‘No me salvé a mi, pero si a vosotros’, dice repitiendo la frase de un rapero. Eso le ha movido a contar desde detrás de una cámara, definiéndose en sus propias fotografías y buscando hueco en el papel para relatar la historia que la hecho ser quien es hoy.

– El «no entiendo nada» se repite en su discurso sobre unos hechos que pasaron hace 13 años ¿En algún momento ha llegado a entender algo?

– Con lo de no entiendo nada, me refiero mayoritariamente a que a un niño, que para nada conoce lo que es el sexo, cuando le hacen algo así, es incapaz de entender nada. No entiendes lo que sucede, ni quién tiene la culpa, porque no has visto algo así en tu vida. Por eso, creo que es fundamental educar a los niños en la prevención del abuso sexual infantil y es muy sencillo, con que le digas a tu hijo, nieto, sobrino... que hay ciertas partes del cuerpo que no se le pueden tocar, y que si alguien lo hace, quien lo está haciendo mal es la otra persona. Si el niño entiende esto, yo estoy convencida que, si le ocurre, no se repetirá más de una sola vez, porque él sabrá que quien lo hace mal es la otra persona y lo contará. Ese es mi consejo. Yo, como víctima, sé que es eso exactamente lo que necesitaba. Ahora, obviamente, no comprendo cómo un adulto puede ser capaz de realizarle algo así a un niño, me parece incomprensible, antinatural e injustificable.

– Habla de que su pueblo, Toral de los Vados no es el mismo después de aquello, aún con la quietud de la cementera... ¿en qué modo ha cambiado a sus ojos?

– Yo voy mucho al pueblo, cada semana, porque vive allí mi abuela. Pero yo allí no puedo ser feliz, porque tengo tantos recuerdos malos, que han disuelto totalmente los buenos. Nada más llegar al pueblo miro a la derecha y veo viñas y recuerdo el primer abuso sexual infantil que me hizo mi primo, porque fue en una viña. Encima, desde el juicio me fijo aún más y solo veo la cantidad de árboles que hay (la abogada del agresor le había dicho que no había árboles que taparan la agresión). Porque en el juiciocreí que a lo mejor era verdad que en las viñas no hay árboles, pero no es así. Luego, llegamos a la casa de mi abuela y me viene todo de golpe, porque está su antigua casa al lado. Pero está quemada y me da una cierta satisfacción, porque irónicamente el estado de la casa es una metáfora de cómo es él. Pero lo peor es entrar a la casa de mi abuela, tiene varias plantas, acepto estar en la de abajo, pero no soy capaz de subir a la de arriba, en la que está ese salón-cocina, donde ocurrió casi todo. Haciendo las fotos para el libro que preparo tuve que subir y quería decirme a mí misma, solo es un salón, no pasa nada, no va a volver a ocurrirte nada, quítale fuerza. Pero como suelo decir, en mi mente sigue pasando. Entonces, soy incapaz de subir ahí y cuando tuve que hacerlo para las fotos, mi mente se bloqueó y acabé pasando una noche en el hospital, con muchísimo dolor de barriga, porque a veces, cuando no exteriorizas las cosas, lo hace el estómago, eso me dijo mi psicóloga.

– El paso por la justicia supongo que a una cabeza de una niña de nueve años le cuesta mucho decidirlo ¿cuándo consideró que ese era el camino necesario?
– Curiosamente, mi caso por la justicia fue un poco particular. A mí me ocurrió hasta casi los 11 años, que paró, porque su madre le puso una orden de alejamiento y entonces se fue del pueblo. En ese momento, mi mente decidió olvidar todo lo sucedido, por la famosa amnesia disociativa, que es que cuando sufres un hecho traumático, como puede ser ir a la guerra o una violación, tu mente decide olvidarlo, porque no eres capaz de afrontarlo. Entonces, lo olvidé hasta que en 2014 volvió a nuestra vida y recordé todo de golpe. En ese momento, no era capaz de hablarlo, así que fui a donde mi madre y solo le dije que me había ocurrido algo y a partir de eso, diciendo sí o no con la cabeza, me ayudó a exteriorizar lo que me pasaba. Y al recordar todo, tenía una gran necesidad de vengar lo que me ocurrió. Porque si no lo denunciaba, él viviría cómo si no hubiera ocurrido nada y la única que pasaría las consecuencias sería yo. Entonces, yo tenía claro que quería denunciarle, pero me pasé años yendo a la psicóloga de los juzgados de Ponferrada y allí nunca me animaron a denunciar. Es más, yo creía que por el paso de los años no podía denunciarle. Posteriormente, empecé a ir a una psicóloga privada y ella fue la que me dejó claro que si yo quería denunciar, podía hacerlo y me ayudaría a prepararme para todo el proceso, porque es muy duro. Es verdad que yo me pasé desde los 14 años que lo recordé todo hasta casi 19, que no era capaz de hablarlo, tenía que escribirlo, entonces no podía defenderme en un juicio. Pero cuando decidimos denunciar, nuestro abogado nos informó de que acababa de cambiar la ley y ahora el tiempo para denunciarlo es mucho más, porque empieza a contar desde la mayoría de edad, pero mi caso estaba a punto de prescribir y la psicóloga del juzgado no hizo su trabajo como debería.

– ¿Lo volvería a hacer de la misma manera?
– Sí, volvería a denunciar, pero si hubiera contado con más información sé que lo hubiera hecho mucho antes. Creo que es básico denunciar para que el agresor sufra las consecuencias de sus actos. Pero es un proceso mucho más duro de lo que yo me esperaba, personalmente creo que es la etapa más dura que he vivido de todo el proceso. Porque es demasiado, tienes que obligarte a recordar todo, te vas a sentir juzgada, son demasiados años... Es un proceso muy duro, pero hay que hacerlo.

– ¿Le ha reconfortado ese paso por la justicia?

– A la hora de la pena, yo digo: si denuncio es buscando justicia, no venganza, porque a mí, que él se vaya 9 años a la cárcel, no me va a compensar los más de 13 años que llevo sufriendo las consecuencias y los que me esperan a lo largo de mi vida. Personalmente, me parece que la aplicación de las leyes está super mal, si los jueces tienen clara su pena y él agota todos los recursos de apelación, no entiendo porqué desde ese minuto uno, no se empiezan a aplicar las decisiones. Yo tengo una orden de alejamiento contra él, pero él se ha dedicado a andar alrededor de mi casa, apuntarse a un gimnasio justo al lado, dedicándose a que mi vida sea un calvario y haciendo que yo, que soy la víctima, me tenga que ir de los sitios y acabar encerrándome en casa. Creo que la justicia deja mucho que desear. Además, creo que es de vital importancia prevenir para que no siga ocurriendo y en mi caso no ha sido así. Desde noviembre, que tres jueces confirmaron que él era un violador de niños, hasta mayo, que se empieza a aplicar la justicia él hubiera podido seguir estando en contacto con niños si hubiera trabajado en un colegio, guardería, etc. y que se permita eso me parece un gran fallo. Si no hay más niños abusados o violados es porque los agresores no han querido, pero no porque la justicia no se lo haya permitido.

–¿Cómo se siente una joven a la que una abogada le dice que miente porque no hay árboles en las viñas que taparan las violaciones?, ¿le parece que no han ido al fondo de un asunto que, lejos de dónde, era una violación constante hacia una niña?
– Me pareció algo totalmente irrelevante, yo recuerdo que en el momento hasta sentí que me da exactamente igual. Si quieres desacredítalo, si esa es tu única excusa para proteger a tu cliente, pues ya me dirás. La viña fue el primer lugar, pero donde menos cosas me ocurrieron. Lo peor fue la casa de mi abuela, en el sofá del salón, que me subía encima y me preguntaba si estaba dentro, ¿ahora cómo vas a desacreditar eso? ¿vas a decirme que en las casas no hay sofás? Me parece que no tiene ningún sentido. También, creo que en cierto modo, como las víctimas de abuso sexual infantil denuncian de mayores, ya te juzgan como a un adulto y no lo eras. Por lo normal, cuando se juzga a una mujer por una violación, le hacen preguntas como si, en ese momento había bebido alcohol o cómo iba vestida. A mí, como era una niña, la sociedad machista no puede preguntarme eso, y optan por justificarse diciendo que en las viñas no hay árboles o que no tenía oportunidad de quedar conmigo a solas.

– ¿Nadie nunca vio nada, nadie sospechaba?

–Estoy convencida al cien por cien de que mi madre, mi tía, mi abuela o mi hermano, que son las personas cercanas a mí, nunca vieron ni se imaginaron nada así. Ahora, sobre la hermana del agresor o el padrastro, no puedo asegurar nada. Mi abuelo y mi padre acababan de morir pocos meses antes de que yo empezara a sufrir el abuso, entonces mi familia sí que veía que mi comportamiento era distinto, pero lo achacaban a que estaba afrontado la muerte de mi padre.

– Y ahora coge la cámara para retratar ¿Qué exactamente?

– Mi proyecto se basa en la idea del arte como terapia, es decir, empleo la fotografía como medio de expresión, debido a que hablándolo no soy tan capaz. Entonces, he decidido utilizar la cámara para adentrarme en mis demonios internos, como volver al salón-cocina o hacer el dibujo de lo que me ocurrió, porque sé que de ninguna otra forma lo hubiera hecho. Pero también lo hago para ayudar a la sociedad, intentando que al darle visibilidad a mi historia, otras víctimas sean capaces de hablarlo. Que se sientan identificadas y segurasporque al recordar todo te ves muy diferente al resto y no sueles conocer a nadie como tú, y yo sé que a mi me hubiera venido bien ver que no eres tan distinto. Mi filosofía a la hora de ayudar a la gente con este proyecto se basa en una frase de Subze, un rapero, que dice: ‘No me salvé a mi, pero si a vosotros’.

– Un violador que miente en un juicio negando que él fuera el autor, una condena a 9 años que aún no cumple ¿qué reflexión hace sobre todo ese proceso?
– A mí me parece muy mal que en ningún momento sea capaz de arrepentirse y contar la verdad. Eso me demuestra que no se arrepiente de nada de lo que hizo, entonces está satisfecho de ser un violador de niños y no busca cambiar, por lo que durante los 9 años que estará en la cárcel no intentará convertirse en una persona que sepa vivir en sociedad. En consecuencia, me parece innecesaria su reinserción. También, creo que deberíamos aprender mucho de la sociedad estadounidense y su forma de tratar a los delincuentes sexuales. Están identificados públicamente, deben ir cada mes a una revisión, porque la pedofilia se ve como una enfermedad mental.

–¿Qué pediría a los jueces para que no se repita la situación que has vivido?
– A mí me parece fundamental, que lo primero que debe hacerse es que se cree un protocolo de actuación ante estos casos, al igual que puede ocurrir con la violencia de género. Ya desde antes del juicio, que se haga una orden de alejamiento contra él, porque se cree que las víctimas de abuso sexual infantil ya no están en un peligro tan inminente, pero es tal el dolor psicológico que te puede generar el volver a verlo, la situación de ansiedad, de estrés... y nadie lo tiene en cuenta. Creo que el juicio debe girar en torno a la víctima y a su historia y que sea el acusado el que deba encargarse de desmentirla. Porque mi juicio se basó en que yo tuviera que desmentir su teoría, diciéndome cosas como que según el acusado nunca pudo estar conmigo a solas o que él se llevaba bien con mi hermano y no conmigo y yo me celaba o que en las viñas no hay árboles. Con todo el sufrimiento que ya supone para la víctima tener que recordar todo y ponerse delante de tres jueces a contar cómo abusaron sexualmente de ti durante años, con pelos y señales, creo que ya es bastante como para que le hagan que sufra aún más, que se pongan en su lugar, más respeto.

– Fue un juguete sexual, usted misma lo dice ¿Qué poso le ha dejado haberlo sido?

– Creo que es algo que, por desgracia, te cambia para toda la vida y nunca volverás a ser la misma persona o la que estabas destinada a ser en un principio. Yo, de pequeña era una niña super extrovertida y alegre, ahora soy una persona super tímida, reservada y desconfiada, porque, como suelo decir, si ya me mataron en mi propia casa, quéno me van a hacer fuera. Entonces, esas secuelas siempre van a estar presentes en tu forma de vivir la vida. Pero creo que lo peor es que a mi me ha bloqueado la comunicación totalmente, yo en mi mente tengo muchos pensamientos, constantemente, que pueden ir desde el abuso que sufrí hasta cualquier tontería como te apetece hacer tal cosa y en mi mente no se para de repetir, pero mi boca no habla. Tu vida no es la misma, ves a tus amigos haciendo una vida tan normal, saliendo por la noche, con chicos y tú estás en tu casa, porque te da miedo la vida y eres, en cierto modo, más infantil, porque las cosas de tu edad te dan miedo.
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