Tejeras, vivir de las torcas

Tejeras importantes tuvieron pueblos como Nistal, Celada, Valdesandinas, La Bañeza, Astorga y parte del Jamuz. F. Lozano recuerda aquellos trabajos con el barro, que serán protagonistas el 8 de mayo de una nueva edición del Gelodía

Javier Fernández Lozano
17/04/2022
 Actualizado a 17/04/2022
El origen de las torcas se sitúa en el Mioceno. Su color blanco y rojizo es por la transformación de algunos minerales como el feldespato y las micas. | J.F.L.
El origen de las torcas se sitúa en el Mioceno. Su color blanco y rojizo es por la transformación de algunos minerales como el feldespato y las micas. | J.F.L.
Fructuoso Fernández dejó su Asturias natal en plena adolescencia en una España convulsa, durante la Guerra Civil. Hoy, 81 años después, diez de sus once hijos relatan con nostalgia la agitada vida de su padre hasta asentarse en Posadilla de la Vega, donde conoció a su esposa e inició el trabajo artesanal de tejero. Un oficio tradicional que adquirió gran fama a mediados del siglo pasado en esta zona de la provincia. Aunque sus inicios no fueron fáciles, el negocio familiar fue creciendo, impulsado por sus hijos y dos grandes hornos que cocían el barro lentamente, durante casi dos semanas, en los que se dejaba al calor hacer su trabajo. Uno de los hornos era de planta cuadrada y forrado de ladrillo, el otro circular y abierto en la masa arcillosa, ambos de dos bocas. En los primeros años se alimentaba el fuego con la urz, muy extendida por los bosques de la zona, pero la llegada del carbón en los años 50 aumentó el rendimiento de los hornos, que llegaban a cubrir hasta nueve alturas, alternando ladrillo con dos capas de teja cubiertas de antracita, sobre los que se colocaban otras capas y antracita hasta rellenar los huecos con tortas de arcilla y ceniza que impedían la fuga de calor por el techo. Estos hornos llegaron a producir entre 16 y 18.000 piezas, alcanzando una cantidad anual de 250.000 tejas. La labor se la repartían sus hijos, que trabajaron gran parte de la adolescencia hasta el cierre definitivo, a finales de los años 60, arrastrados por la producción industrial a gran escala y el rápido aumento de los salarios, que les obligó a emigrar, cuenta Luciano, que terminó en Suiza y hoy ha vuelto a Posadilla para disfrutar de sus hermanos y la jubilación. Me describe con cierta añoranza cómo escuchaba los cantos de los agricultores durante las calurosas noches de verano al pie del horno familiar. Los trabajos de producción se realizaban entre abril y octubre, aprovechando el resto del año para acumular la arcilla. Para la teja se empleaba la arcilla blanca mezclada con la roja para evitar que mermara, mientras que para la fabricación del ladrillo se empleaba solo la roja. En parejas de maseros elaboraban las piezas, mientras los tendedores las posaban en la era para secar, llegando a producir hasta 2.500 piezas al día. El barro se sobaba con una mula que tiraba de una noria, y la tejera contaba con toda una infraestructura para recoger el agua de lluvia con la que realizar el amasado, que era almacenada en un aljibe. Importantes tejeras aún se recuerdan en Nistal, Celada, Valdesandinas, La Bañeza, Astorga y parte del Jamuz, hoy ensalzadas por el Museo Alfar, donde se puede conocer de cerca el oficio de tejero.
Desgraciadamente, cada vez son menos los restos que resisten al duro paso del tiempo y el abandono. Vestigios que duermen en el olvido, pero que han formado parte de la historia de nuestros pueblos y que en este Geolodía se les brindará un reconocimiento que sirva para dar a conocer y mostrar la importante labor que desempeñaron y lo que han supuesto para muchas familias que pudieron ganarse la vida trabajando el barro. Un buen momento para que se puedan recuperar estas estructuras que hoy se pierden bajo la ruina motivada por la corrosiva conjunción del tiempo y el olvido.

Origen de las Torcas

El origen de las torcas se sitúa en el Mioceno (23-5 Millones de años), un periodo geológico en el que se depositaron, formando una llanura de inundación, arcillas y arenas transportadas por los ríos procedentes de los relieves de la Cordillera Cantábrica. Su color blanco y rojizo se debe a la transformación de determinados minerales como el feldespato y las micas. Un tipo de silicatos ricos en aluminio que proporcionan unas características especiales a estas arcillas, entre ellas, su carácter refractario que permite que la cerámica alcance temperaturas elevadas al calentarse sin llegar a agrietarse. Pero también que mantengan su volumen gracias a su capacidad para retener agua en su estructura, lo que las hace especialmente apropiadas para la elaboración de tejas y ladrillos. Estos niveles alcanzan espesores de decenas de metros y culminan en su parte superior con una capa de conglomerados rojizos de cantos de cuarcita, de edad más moderna, que forma un paquete compacto. Estos contrastes entre materiales deleznables y otros más competentes condiciona una erosión diferencial bajo la acción de la escorrentía superficial, produciendo el arrastre de los materiales arcillosos que, por su reducido tamaño, son fácilmente transportados ladera abajo, dando lugar a la formación de profundas cárcavas y torrenteras. Sin embargo, estos materiales contribuirán a enriquecer los cercanos campos de cultivo y a formar relieves alomados.

El paisaje cuenta historias

Los relieves de Barrientos forman extensas llanuras elevadas por encima de los 900 metros de altitud, desde la que pueden divisarse grandes extensiones de terreno en todas direcciones. Se trata de zonas estratégicas para el control y la defensa que han sido utilizados desde la antigüedad tardía por los primeros pobladores de la zona. Asentamientos como el castro del Murión permiten conocer la historia anterior a la conquista romana y los cambios que estos últimos impulsaron para transformar el relieve circundante. Un buen ejemplo son los restos de explotaciones mineras para la extracción de oro que ha dado lugar a una modificación antrópica de algunas de estas torcas. Los conglomerados y las arcillas que forman este singular paraje han proporcionado en tiempos más recientes importantes recursos que han contribuido al desarrollo de la economía rural y que hoy son una suerte de paisaje modelado por el hombre.

Pero el Geolodía León 2022, coordinado por la Sociedad Geológica de España, va a contar con mucho más. Un viaje que recorrerá las torcas de Barrientos el domingo 8 de mayo para mostrar a los asistentes el valor del paisaje y el patrimonio geológico a través de la historia humana. Esta actividad, que se realiza el primer fin de semana de mayo en todas las provincias españolas, es gratuita y para todos los públicos. Este año cuenta con el apoyo de los ayuntamientos de La Bañeza, Astorga y Valderrey, junto con la Diputación de León. El recorrido será guiado por geólogos y geólogas de la Escuela Superior y Técnica de Ingenieros de Minas y la Facultad de Biología y Ciencias Ambientales de la Universidad de León. Toda una fiesta para dar a conocer el territorio y potenciar el desarrollo sostenible de estos pueblos basado en los recursos presentes en el territorio.
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