‘Kind of Kindness’
Director: Yorgos Lanthimos
Intérpretes: Jesse Plemons, Emma Stone, Willem Dafoe, Margaret Qualley
Género: Drama
Duración: 164 minutos
'Kinds of Kindness’ no es una película fácil, ni para sus personajes ni para su público. Yorgos Lanthimos vuelve a nuestros cines menos de un año después de sorprender a propios y extraños con su extravagante ‘Pobres criaturas’ para darnos un relato, o mejor dicho tres, sobre algunos de los ejemplos más bizarros y oscuros del amor y la dependencia. Una experiencia que asqueará a muchos y asombrará a otros tantos, pero que con sus elevadas dosis de violencia y el tono atípico de la obra del director griego, no dejará indiferente a nadie.
El argumento de ‘Kinds of Kindness’ se divide a su vez en tres subtramas autoconclusivas, como una suerte de miniserie disfrazada de cinta, todas compartiendo un mismo reparto y temática, pero con personajes y situaciones completamente diversas. La primera de ellas sigue a un ejecutivo privado de voluntad por su jefe, que dicta todos los pormenores de su vida; la segunda a un policía que sospecha que su mujer, recién llegada a casa tras sobrevivir a un naufragio, pueda ser otra persona; y la última a una mujer decidida a encontrar a la próxima mesías para la secta a la que pertenece.
Quienes hayan conocido la obra de Lanthimos a través de su reciente irrupción en las galas de premios con películas como ‘La favorita’ o la ya mencionada ‘Pobres criaturas’, pueden salir decepcionados de una cinta que se hace eco de sus primeras y más crudas obras, como ‘Langosta’ o ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’. Su último proyecto carece de la puesta en escena para enmarcar y el rico diseño de producción que confería a aquellas dos un atractivo barroco, entrando por los ojos unas historias en las que, a pesar de los puntos más sombríos de su relato, había belleza por doquier. Sin embargo, las historias de ‘Kinds of Kindness’, aun con todo su color, nos presentan un mundo gris, alejado de todo esplendor, más cercanas a esa primera época de su cine americano, donde se exploran los límites más extremos de la condición humana y lo que podemos llegar a hacer cuando se nos aplica la presión adecuada. Se podría decir que ‘Kinds of Kindness’ es una vuelta a la forma original de Lanthimos, más cercana incluso a sus primeros trabajos filmados en su griego natal, que muchos entendidos defienden como la mejor y más pura expresión del artista, y de las que un servidor no puede opinar al no haber tenido aun ocasión de verlas. Más no creo que el director haya desandado su prolífica carrera hasta sus orígenes, solo hay que fijarse en los sutiles pero patentes elementos que trae a la mesa este último filme, provenientes de toda su trayectoria y que se amalgaman en el que no es su mejor trabajo, pero sí la que mejor resume todo lo que hace especial al cineasta, uno capaz de introducir al espectador sin preámbulos en sus idiosincrasias más rocambolescas y conseguir no solo confundirlo mientras trata de desentrañar su significado, sino entretenerlo en el proceso.
Todas las subtramas de ‘Kinds of Kindness’ giran en torno a la misma falla primigenia gravada en el ADN de todo ser humano, la necesidad de ser amado. Pero que nadie se confunda, esta película es de todo menos romántica. Estamos acostumbrados a ver el amor representado en el cine como una sensación cálida y suave, capaz de reunir a dos extraños y elevarlos a una felicidad cuasi divina imposible de alcanzar de no ser por la compañía del otro, ya sea mientras toman un café o pasean por las calles de París. Ante esta prototípica y edulcorada representación de una emoción tan compleja como bonita, Lanthimos le pide prestada la toga a Platón para mostrar el amor tal y como él lo veía, como una carencia. Estamos acostumbrados al significado popular del ‘amor platónico’, entendido como ese sentimiento idealizado no correspondido por una persona que se nos antoja perfecta. Pero el filósofo originalmente se refería al amor como al hijo bastardo de la abundancia y la pobreza, condenado a conocer la riqueza que puede alcanzar a través de él, pero siendo incapaz de poseerla. Esa aspiración a lo que queremos y no tenemos es la fuerza motriz que nos empuja a perseguir una belleza que para Platón solo podría existir en un mundo ideal, libre de las pasiones y los vicios que contaminan los corazones de las personas. Es así como todos vivimos bajo los dictados del amor, pero moriremos insaciables de él. Ambos compatriotas griegos ven el hombre una creación eternamente inconclusa, cuya propia naturaleza terrenal le niega la posibilidad de siquiera rozar la perfección que anhela, solo ostentada por los dioses que, todopoderosos, no aman porque ya lo tienen todo.
Desde esta perspectiva tan profundamente pesimista, ‘Kinds of Kindness’ nos pone en la piel de personajes que llegarán hasta las últimas consecuencias con tal de ser amados. La película muestra abiertamente lo enfermo de sus actos, que van desde ilógico hasta lo vil, sin escatimar en detalles violentos y sexuales que te retan a no apartar la vista de la pantalla. Todo para que cada una de sus historias terminen en notas decididamente agridulces, donde a pesar de que los protagonistas crean haberse acercado más con sus actos al amor que buscan, es lo terrible de estas acciones lo que, visto desde fuera, parece haberles alejado más que nunca de esa alegría tan ansiada. No obstante, la cinta no deja de estar hecha por y para seres humanos, por lo que reserva ciertos destellos de gracia en tan desapacible escenario. Una sonrisa entre extraños, un abrazo entre madre e hija, un recuerdo nostálgico o incluso un baile de puro éxtasis, son pequeños detalles que nos dejan ver más allá de la suma de los errores y horrores de unos personajes profundamente dañados, un vistazo fugaz a la belleza que les pasa de largo mientras se consumen en pos de sus desesperados objetivos.
En conclusión, entre lo confuso y por momentos poco inspirado que resulta el argumento de ‘Kinds of Kindness’, la película de Yorgos Lanthimos hace acopio de todo lo aprendido a lo largo de una filmografía entera dedicada a la disección de las pulsiones más primitivas para presentar el amor en toda su crudeza, repleto de contradicciones y ajeno a toda moral, pero como la pieza fundamental de nuestra imperfección, de nuestra humanidad.