A ti, muerte

Nueva entrega del serial Senderos de inspiración, por Nuria Crespo y José Antonio Santocildes

Nuria Crespo y José Antonio Santocildes
02/03/2025
 Actualizado a 02/03/2025
Senderos de inspiración.
Senderos de inspiración.

La muerte se despierta a mi lado cada mañana, me acompaña cada tarde y me mece cada noche. La muerte me observa y me escruta mientras exhala su frío aliento sobre mí. Sé que me ama y desea, sé que soy su oscuro y claro objetivo, mientras me pregunto si hoy será tal vez el instante definitivo en el que finalmente caiga rendida entre sus brazos. La muerte me espera sin prisa, pero también sin pausa, caminando sobre mis huellas, recorriendo el camino que un día elegí, siempre conmigo, siempre en silencio, siempre a mi lado, siempre clavando sus ojos en los míos, serena, tranquila, sigilosa, pero sobre todo sutil. En ocasiones me asusto y la esquivo, al tiempo que la respeto y la siento. Ella mueve ficha, se acerca, me contempla, y entonces lucho y pataleo, grito y me desespero. La muerte dibuja mis días, moldea mis noches; es la reina y el rey, el jaque mate y la más nimia de las jugadas; es un frío helador solidificando mi sangre y el fuego eterno que me consume inevitablemente. Es entonces cuando me rindo ante ella y con ella, dejándola entrar en mi vida, dejando que me cuente su propósito en este ratito al que, por costumbre, suelo llamar vida.

Y ella empieza a contarme. Me acaricia y me mima, me cuida y me canta, me sonríe y me dice que jamás revela sus planes. La muerte me nutre y me completa, porque ella es mi guía, mi soberana, única y silenciosa tejedora de mi destino. Ella es dueña de mí, dueña de todo, dueña de todos. La muerte me muestra su supremacía siempre y en todo lugar, sin necesidad de hablar, sin necesidad de explicar, sin necesidad de decir, sin ternura, sin artificios, con el desgarro de la propia realidad. Y entonces vuelvo a observarla, cara a cara, frente a frente, ya sin miedo, ya sin ansia, simplemente la dejo ser, simplemente la dejo estar, simplemente la acepto a mi lado y la acojo en mi vida ante su aplastante liderazgo, ese que me hace sentir pequeña, muy pequeña y endeble, muy endeble. Y dejo que me posea, dejo que me traspase, dejo que me envuelva entre sus helados brazos con un cálido y confortable abrazo que aún no logro comprender, pero ahí está, como un bálsamo calmante, como una nana que me duerme, como un secreto que se desvela, como el sosiego que me dice que todo está bien, que todo es como debe ser, porque la muerte vive porque yo vivo, la muerte existe porque yo existo, la muerte me pertenece y yo la pertenezco, somos una y todo lo compartimos, porque yo soy parte de su esencia y ella... ella es parte de la mía.

Es en ese preciso instante, cuando entiendo su papel en mi vida, cuando entiendo que ella no es mala, que no es mi enemiga; en realidad nunca lo fue. Ella simplemente forma parte de todo y de todos, manteniendo en justo equilibrio todo lo manifestado. Y entonces dejo de temerla y por fin bailo con ella, fundiéndome en su consuelo, porque sé que en algún momento, en algún lugar, ella me liberará de este cuerpo de carne, de estos huesos prestados, de esta funda de piel, para encontrarme nuevamente con esa ESENCIA que siempre fui y que nunca dejaré de ser. La muerte soy yo y yo soy ella, porque dentro de su vientre brotó mi vida, una vida frágil y efímera como un regalo precioso y perfecto que un día, ese inevitable día, tendré que devolver. La muerte me habla cálidamente, y me dice que soy finita, una diminuta criatura mortal, una pequeña mota en el vasto universo. Me dice que cada respiro es arte disfrazado de pura biología y cada amanecer un pequeño milagro que siempre debo apreciar. Al abrigo de su sombra aprendí a vivir con intensidad, a amar en profundidad, a crear con pasión, a vivir con honor, a construir mis valores y a valorar mi vida, porque ella es en realidad la que me invita a vivir en plenitud cada instante de cada día.

Por tanto, no temas a la muerte, sino a la vida, porque la muerte te acompañará por siempre, tras cada calle, tras cada esquina, aguardando el momento de liberarte del dolor que supone vivir, y entonces entenderás que quizá no es tan fiera como la pintan, porque solo ella tiene el poder de aliviar las cargas, de mitigar el cansancio y de recoger los despojos de un cuerpo hecho añicos ante el implacable paso del tiempo. No la enfrentes, no luches contra lo que tarde o temprano ha de acontecer, contra la derrota final de la vida, contra la victoria inapelable de la muerte. Más bien, en lugar de temerla, conviértela en tu amiga, conócela, conviértela en tu confidente, acércate a ella, no tengas miedo, siéntela, deja que te arrulle, deja que te cante, déjala descansar a tu lado, permite que te hable y te cuente, permite que te acaricie y consuele cuando te esfuerces por comprenderla. Trata de encontrar en su inevitabilidad el coraje para vivir en la autenticidad de este momento, en un propósito que te haga amar la vida, para celebrar este único instante como si fuera el último, para fundirte en la gracia de cada nuevo día y en la completitud de tu propia consciencia. Deja que la muerte te enseñe que no se trata del tiempo que vivas, sino de cómo vives ese tiempo, porque es en ese vivir intenso, en ese profundo amor por la vida, en esa búsqueda incansable del significado de vivir, donde encontrarás tu propia y verdadera eternidad, donde encontrarás tu verdadera y única ESENCIA.

Redes sociales

www.artesantocildes.com

instagram.com/arte_santocildes

youtube.com/@nuriacrespodesdecero

instagram.com/nuriacrespo_desdecero

tiktok.com/@nuriacrespo_desdecero                                          

‘15 Desafíos para transformar tu vida’, a la venta en Amazon
 

Lo más leído