El tiempo

Cuarta entrega del serial literario dominical 'Senderos de expiración'

Nuria Crespo y José Antonio Santocildes
02/02/2025
 Actualizado a 02/02/2025
Imagen 02.02.25   EL TIEMPO
Imagen 02.02.25 EL TIEMPO

¿Qué es el tiempo en realidad? Convivimos a diario con él desde el inicio de los tiempos, desde el mismo momento en que llegamos a este rincón en medio de ninguna parte, y aún así, no sabemos con certeza qué es en realidad. ¿Horas? ¿Minutos? ¿Días? ¿Años? Es probable que nunca lleguemos a comprender el verdadero engranaje del tiempo, cómo funciona y lo que significa en nuestra mundana existencia. Sin embargo, el tiempo se desliza cada mañana colina abajo dejando, en muchas ocasiones, LA NADA a su paso, perdiéndose en los confines de alguna tierra lejana mientras se despide alzando la mano con un sobrecogedor gesto de triunfo; esfumándose como fina arena entre los dedos, intangible, inapelable, sereno, perturbador. Es el acérrimo enemigo de la vida, fiel escudero de la muerte, un caminante que avanza inexorablemente hacia un vacío insoldable donde nada existe, donde nada es. No corre, sino vuela; no habla, no advierte, solo hace lo que tiene que hacer con una precisión quirúrgica que congela el alma, sin tregua, sin pausa, sin compasión, ejecutando su labor con la fiereza de la costumbre, en la infamia del no remordimiento, en el regodeo de su pérdida constante. El tiempo nunca se somete y jamás pide perdón, sabedor de su eterna conquista, tan segura como irremediable, arrasando todo a su paso: la juventud, el amor, la vida, incluso la muerte, porque con el tiempo todo se cura, todo se olvida... Por tanto, el tiempo fue, es y siempre será el indiscutible vencedor de todas las contiendas; principio inmutable, pase lo que pase y le pese a quien le pese.

Tiempo, otra palabra convertida en una dulce tortura, en una lucha constante y eterna que sabes desde la cuna que un día perderás. El tiempo disfruta observando cómo lo desaprovechas sin pudor alguno, extasiado ante la vasta ingenuidad humana que aún no sabe valorarlo ni cómo danzar con él. El tiempo celebra orgulloso su indiscutible hegemonía sobre todo y sobre todos sin necesidad de gritarlo, sin necesidad de decirlo, regocijándose ante el desgarro de tu súplica al pedirle que retroceda o que no se acabe todavía. El tiempo te susurra a cada paso que das, mediante el chirriante sonido de su lacayo, el segundero, que ya falta un poco menos para que tu saldo llegue a cero, sabedor del escalofrío que recorre tu cuerpo cada vez que tu mente te lo recuerda, en un acto siniestro, macabro y voraz. El tiempo te apuñala cruelmente cuando se lleva consigo los últimos vestigios de los días que parecieron dibujarse bajo el pincel de la magia. El tiempo envejece tu cuerpo lentamente, deleitándose en el proceso, ajeno a tus ruegos, disfrutando al contemplar cómo intentas evitarlo. El tiempo destruye sueños, fulmina esperanzas y devasta vidas sin misericordia alguna en su rostro. El tiempo es una constante, su paso, inevitable y el deseo de su atrape, una entelequia sin sentido.

Te guste o no, el tiempo se difumina ante tus ojos cada día sin remedio, sin control, sin prisa, pero también sin pausa. Te guste o no, jamás podrás alcanzarlo, ganarle en el espeluznante campo de batalla que es tu vida, ni tampoco mirarle a los ojos. Porque solamente podrás hacerlo si lo atesoras entre tus brazos como el diamante más valioso del mundo. Solamente podrás gozar de su respeto si te rindes a su demoledora fugacidad, aprovechando intensamente cada uno de los instantes que te regala. Solamente podrás mirarlo a la cara cuando te considere merecedor y digno de su respeto. No antes, no después, solo en ese justo momento, justo en ese preciso instante, solo cuando comprendas su juego, solo cuando aprendas a vivir.

El tiempo, pues, en su naturaleza fluida e inexorable, es el telón de fondo sobre el cual se despliega tu mundo, y si bien no puedes detenerlo ni revertirlo, sí puedes elegir cómo caminar junto a él, aprovechando cada momento con conciencia, intención y significado. Por tanto, aprovecha cada uno de tus segundos, valóralos como si fueran todo lo que tienes, ámalos antes de que se incineren para siempre en el fuego del olvido. Ama tu tiempo, inviértelo con sabiduría, en personas que sumen, no que resten; considéralo el mejor de tus recursos, destínalo a actividades que te llenen el alma, que te nutran por dentro. Siente que, aunque el tiempo se esfume con vileza, al menos lo estás empleando conscientemente, en activos que merecen la pena. De este modo, cuando tus segundos hayan expirado, no te irás con el remordimiento del tiempo perdido ni mal empleado, sino con la certeza de haber aprovechado cada uno de los instantes que has pasado aquí, apreciando cada momento, sintiendo esa plenitud que solamente te permite sentir el trabajo bien hecho, ese que merece la pena recordar, ese por el que merece la pena esforzarse, ese por el que vale la pena vivir.

Redes sociales www.artesantocildes.com instagram.com/arte_santocildes youtube.com/@nuriacrespodesdecero instagram.com/nuriacrespo_desdecero tiktok.com/@nuriacrespo_desdecero

 

 

Lo más leído