"Todo autor filtra el mundo que conoce en su propio libro"

La escritora chilena Lina Meruane acude a la capital provincial para hablar sobre su publicación, ‘Avidez’, durante el festival Quimeras el próximo 21 de octubre

12/10/2023
 Actualizado a 12/10/2023
La autora de ‘Avidez’, Lina Meruane, hablará en el Palacio del Conde Luna sobre 'narrativa punzante'. | ISABEL WAGEMANN
La autora de ‘Avidez’, Lina Meruane, hablará en el Palacio del Conde Luna sobre 'narrativa punzante'. | ISABEL WAGEMANN

Se oye un eco desde el otro lado del teléfono, que suena en la sede de Páginas De Espuma, en pleno centro de Madrid. Desde allí habla la autora chilena que hoy protagoniza estas páginas. La autora que vive a caballo entre Chile y Nueva York, dividiendo su tiempo entre el norte y el sur del continente americano cada mitad de año, con algunos ratos en la capital española, según lo que haya por hacer.

Lina Meruane habla desde la editorial responsable de la publicación de ‘Avidez’, el último de los libros que han visto la luz a modo de cortesía del puño y letra de esta nómada escritora. Su última obra es fruto de una recopilación de relatos escritos desde hace treinta años, aunque Meruane lleva a sus espaldas una mochila literaria en la que tienen hueco novelas, ensayos, cuentos, una adaptación teatral y una obra dramática. No escoge ninguno si se le pregunta por su género predilecto; ahora, eso sí, prefiere dedicarle su pulsión al teatro. «Tampoco tengo mucha experiencia, pero allá estoy», dice.

Y es que, en sus publicaciones, la chilena parece centrarse, concienzuda, más en el contenido, el tema que le impulsa a mover el boli sobre el papel, que en su forma de presentación. Una costumbre, quizá, fruto de unos ‘gajes de personalidad’; pues puede que Meruane -proclamada una «ávida lectora»- intente, con sus libros, leerse también a sí misma. «He ido variando la fórmula porque una vez que empiezo a escribir un libro, ya lo aprendí, entonces no lo repito», reflexiona: «A mí lo que me interesa es la exploración de lo que significa cada libro». 

Acostumbrada como está a intensos procesos de aprendizaje -«Siempre fui la chica estudiosa de la clase; luego fui la profesora, que es lo mismo que ser la chica estudiosa»-, encuentra en el proceso de escritura una forma de experiencia cercana al conocimiento. «Cada libro, para mí, ha sido un experimento, ha sido una aventura y todo eso es lo que creo que me mantiene siendo escritora», suelta: «Si me hubiera aprendido un truco y ya no estuviera aprendiendo nada ni pensando nada nuevo, seguramente ya no me dedicaría a escribir».

"Me interesa indagar en las contradicciones de sujetos femeninos; por eso, hay todo tipo de mujeres en el libro"

Esas fluctuaciones para sí, ese vaivén de intereses, reflexiones e interpretaciones queda bien reflejado entre sus páginas. Entre unos párrafos que, muchas veces, empiezan siendo de una manera para terminar siendo de otra diferente. Como si la literatura de Meruane fuese un retrato de los cambios a los que está sujeto -y de los que se suelta- el individuo a lo largo de su vida. «Siempre me he estado moviendo entre géneros y usando lo que ofrece cada uno para lo que yo necesito escribir», analiza y pone de ejemplo ‘Sangre en el ojo’, que «empezó como memoria, terminó como novela de terror y, entre medio de todo, es una autoficción». También habla de ‘Fruta podrida’, que arranca «como una novela regionalista en el campo industrial chileno y termina como una novela surrealista en la ciudad de Nueva York». Así, de un lado a otro, como las mudanzas de la autora de oeste a este del Atlántico y de norte a sur de América, se va fraguando sin límites su literatura. Una que cambia de forma según los temas a relatar y según evoluciona la escritora al enfrentarse a ellos. 

«La expectativa ante los libros escritos por mujeres es si tratan sobre su vida», señalaba Meruane en una entrevista de este año para la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Pero es inevitable toparse con una parte del escritor, ya sea hombre o mujer, cuando se lee alguna de sus obras. «Lo que pasa es que uno, cuando escribe, echa mano de todo: echa mano de sus experiencias, de sus reflexiones, echa mano de sus lecturas y de lo que cuenta otra gente», responde contundente: «Todo autor filtra el mundo que conoce en su propio libro y luego, además, inventa». Y, de pronto, ocupan sus pensamientos los relatos de ‘Avidez’: «No es un libro en absoluto biográfico, es una ficción detrás de otra; sí puedo decir que todos los personajes tienen alguna traza de mí, pero sobre todo puedo decir que son ficción; una recreación de cosas que yo leo, digo o pienso».

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La chilena, «feminista declarada», encuentra en las mujeres y los roles que estas asumen un buen recurso sobre el que reflexionar. Esas reflexiones acaban por materializarse en personajes, casi siempre, femeninos. «También hay algún otro hombre que circula por ahí y que rápidamente deja la escena», bromea sobre su último libro y continúa: «Ha sido parte de mi emprendimiento expresivo y parte de mi emprendimiento escritural pensar en las muchas otras mujeres que hay, no solamente en la vida; sino las posibles mujeres que surgen en la literatura, con sus múltiples deseos, con sus contradicciones, con sus dolores y sus placeres y eso, diría yo, está reunido de alguna manera en ‘Avidez’».

Aun así, la autora no busca -como sí lo hizo en ‘Contra los hijos’- una declaración feminista, en este caso, a base de relatos, sino presentar de algún modo la «violencia que ejercen las propias mujeres contra otras mujeres». «No me interesa el buenismo absoluto que pregonan algunos grupos de feminismo», confiesa: «Me interesa indagar en las contradicciones que hay en los sujetos femeninos y, por eso, hay todo tipo de mujeres en este libro». 

No sólo la agenda feminista funciona como guía en la literatura de la chilena. Otras cuestiones, como haber nacido en el seno de una dictadura o tener ascendencia palestina, se hacen presentes de forma más o menos sutil entre sus páginas. Ya sea como «telón de fondo» o, igual que sucede en ‘Palestina en pedazos’, a modo de trama principal. El ensayo, publicado en 2021, muestra la perspectiva externa de la autora sobre el conflicto palestino-israelí. Uno que «preocupa» a Meruane y del que lleva investigando y escribiendo desde hace ya diez años y no sólo desde los hechos acontecidos este pasado sábado entre Hamás e Israel, sobre los que es clara: «Lo que estoy viendo ahora es un momento más de activación de violencia pero sin desconocer que hay un contexto de producción de esa violencia». Su tono se torna serio para tratar este tema y, sin pausa, decide añadir: «Esto es una erupción volcánica en un contexto en el que siempre hay violencia, sobre todo, contra los palestinos; una violencia de la que se habla muy poco, pero la realidad es que llevamos setenta y cinco años de un conflicto que está ahí constantemente».

"Esto es una erupción volcánica en un contexto de continua violencia, sobre todo, contra los palestinos"

Por sus palabras, parece que hay temas -de esos cuya forma retuerce y lleva de una parte a otra del espectro de los géneros sin miramientos- que parecen escogerla a ella como escritora y no al revés. «Lo que pasa es que alguien que escribe es alguien que no está lejos del mundo, sino inserto en él», enfatiza: «Inserto en el mundo con sus conflictos, con sus violencias, con sus problemáticas». Quizá por esa sinceridad en sus retratos -inevitablemente- personales de la realidad; quizá, por esos temas que escogen a esta autora, nacida en Chile durante la era Pinochet, descendiente de palestinos y confesa feminista con determinación de no procrear, es por lo que el fenecido y consagrado Roberto Bolaño describió su literatura como «martillazos a la conciencia».

Meruane ríe al comentárselo y apunta: «Yo creo que hay martillazos de todo tipo; unos tienen que ver con martillear la conciencia para activar la memoria y otros tienen que ver con trabajar situaciones muy perturbadas». Tras unos segundos que dedica con solemnidad a pensar su respuesta, agrega: «Una de las cuestiones que a mí me interesa es explorar aquello que no se dice, revelar las tensiones y las violencias que hay en toda subjetividad; eso también nos recuerda que somos seres humanos complejos y que ahí están nuestras pulsiones, a veces muy disciplinadas y otras veces estallando». Un interés que demuestra con creces en ‘Avidez’, lleno de personajes complejos que amalgaman, insaciablemente, caracteres de deseo y ambición, de codicia y aceleración, de ansiedad, desahogo y hambre desesperada.

Y, entre subjetividades y objetividades, queda la literatura de Meruane. Una que mezcla géneros, estilos y personajes. Una que necesita reflejar lo que le rodea, sin por ello limitarse a la mera descripción. Una que atrapa, bajo el prisma individual, todo lo insólito de las historias. A veces, reales; a veces, inventadas; a veces, fruto de una conversación o de la lectura de un artículo. Y todo a la palestra el sábado, 21 de octubre, en la visita de la chilena con motivo del Festival Internacional de Ficción Insólita ‘Quimeras’, para el que hablará de ‘narrativa punzante’. Igual que punzan sus cuentos, esgrimidos como argumentos de la propia vida. Relatados como reflejos de la dureza de un martillo. Escritos como retratos viscerales del animal que es todo ser humano.

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