Ya hace muchos metros que tanto Iván como Pablo ven avanzar hacia sus puestos los coches. Cuando llegan se asoman al ventanuco y Pedro Bécares, Jefe del servicio antiincendios de la Junta, le pregunta:
- ¿Qué tal el día?
- Tranquilo. Tan solo he visto una columna al fondo, calculo que por el Páramo, imagino que rastrojos... ya está solucionado.
Quien le explica es Iván, uno de los dos escuchas de incendios de la torreta de vigilancia que la Junta tiene en Peña Aguda, en terrenos de La Robla, tanto que mientras asciendes vas viendo los tristes restos de la minería, la parada cinta transportadora, edificios abandonados, que fueron de la Hullera Vasco Leonesa. Pero ése es otro tema.
Arriba, en su torreta, en la caseta que dicen ellos, Iván, que ya lleva unos años en el oficio, que antes estuvo en la zona de Castrocontrigo y vivió días peores: «Esta zona es más tranquila, pero hay trabajo».
Lo hay porque el horizonte que tiene en su torreta es inmenso, aunque Bécares señala que «ofrecen los datos del lugar del incendio, o la columna de humo previa,con gran precisión, con unas coordenadas exactas» yasí se puede poner en marcha el dispositivo, según la valoración del fuego y las necesidades que se deriven.No solo ‘escuchan’la columna de humo, muchas veces aventuran la causa y suelen acertar, como era el caso de Iván: «Hay mil causas. Quemas de rastrojos, una chispa, un rayo, un descuido, trabajos agrícolas y, por supuesto, fuegos intencionados». Bécares señala que, en contra de lo que se cree, entre marzo y mayo hay un elevado número de incendios y las causas siempre te pueden sorprender. Por ejemplo, cae un rayo en un árbol, lo abre en canal y queda ahí un fuego latente que dos o tres días más tarde puede derivar en un fuego».En ese momento es cuando entra en juego el ojo del vigilante, los prismáticos, el mapa, las coordenadas... Una de las torretas más espectaculares es la ubicada en el alto de Pico Cueto, en terrenos de Boñar, a 1616 metros de altura, y con un paisaje espectacular mirando a cualquiera de los puntos cardinales: el pantano de Vegamián, las minas de Talco de Lillo, todo el Valle del Porma, Picos de Europa y hasta montes del Bierzo... Pablo, uno de los dos trabajadores de esta torreta, te los va mostrando.- ¿Cuántos años llevas aquí?
- Once, desde que tome posesión. Mi compañero, Carlos, lleva cerca de treinta, ninguno de los dos hemos querido cambiar.
- No he visto ningún todoterreno.
- No lo tengo. Yo subo andando, tardo hora y media desde Boñar. Algún año subía en bicicleta, pero al final de la temporada me había quedado en los huesos y, además, como no podía subir una mochila grande apenas subía comida...
- ¿No paga la Junta para un todoterreno?
- Yo tengo un contrato de cuatro meses, después me tengo que buscar la vida, como muchos compañeros. En mi caso vivo en la Devesa de Boñar y también soy apicultor, ahí vamos trampeando una cosa y otra.
- ¿Y qué te engancha aquí?
No contesta Pablo, se queda mirando al horizonte como respuesta.
- Ya, el paisaje, las vistas, pero todos los días las mismas.
- Nunca son las mismas; el día está más claro o menos. El solo va más alto o más bajo. Los bichos. La puesta del sol...
- ¿Lees?
- Sí.
En su mesa tiene un libro de Atahualpa Yupanqui; y después del sí añade exactamente las mismas palabras que Iván, en Peña Aguda: «Pero levantando constantemente la mirada, atentos, pues en este trabajo es fundamental el tiempo, ver la columna de humo pronto, avisar a tiempo».
Bécares, Ingeniero medioambiental y cocinero antes que jefe, incide en «importancia de estos ojeadores; es incalculable los incendios que evitan».
Una placa en el edificio antiguo de Pico Cueto recuerda que existe este puesto de vigilancia desde 1965, en otro edificio mucho menos funcional. Pablo, que siempre dice la altura exacta, 1616 metros, cree que «para este oficio hay que valer, a mí me gusta. Físicamente no es exigente pero si no te haces a él lo llevarías mal, imagino».
Como sí se hizo otro anterior habitante durante muchos años, Juan Carlos, del Barrio de las Ollas y en la actualidad trabajando en la central; nos cuenta Lucinio, veterano agente forestal.
- Para tí sí es exigente físicamente pues subes andando.
Se ríe. «¿?Y tú compañero?».
- Carlos sí tiene un todoterreno, pero él es el prototipo de ‘escucha’, le gusta, conoce hasta los pájaros por su vuelo... se queda incluso a dormir más veces que yo aunque tiene coche... Bueno, él está más tiempo, seis meses.
Gente como ellos está repartida por las 18 torretas de la provincia, en Sosas, Candín, Villafranca, Garrafe, Río Camba (Cea), Castrocontrigo, Luyego, Somoza, Truchas, Sotillos, Valderrueda o Camposagrado, donde hay una de otro modelo, de madera, que son muy pocas.
Unos trabajadores poco conocidos pero fundamentales: «Son nuestos ojos», dice Pedro Bécares el irse.
Torretas de vigilancia para ver nacer el fuego
Iván en Peña Aguda y Pablo en Pico Cueto son dos de los ‘escuchas de incendios’ (en realidad miran) que desde las 18 torretas de control que hay en la provincia, en cuanto ven una columna de humo avisan y se pone en marcha el dispositivo
19/07/2020
Actualizado a
19/07/2020
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