Que Martina Serafin conoce el papel de Tosca como la palma de su mano se demuestra en una pequeña anécdota. En 2010, en Florencia, el ensayo general -con público- de la ópera de Puccini sufrió varios imprevistos. La soprano titular (Violeta Urmana) necesitaba descanso, y la del segundo reparto (Adina Nitescu) se encontraba afónica. Todo parecía perdido. Pero sentada en el auditorio se encontraba Serafin. Embarazada de ocho meses, solo había ido a ver a su esposo, el bajo Alessandro Guerzoni, que interpretaba a Angelotti. Sin dilación, subió al foso y cantó desde ahí los tres actos. Función salvada. La soprano austriaca (1970) tiene una voz densa y de bello vibrato que le ha abierto las puertas del repertorio dramático (encarnó a Isolda en Viena en 2022, y antes a Sieglinde en el MET), pero su especialidad son las heroínas del compositor de Lucca: Turandot (Bilbao, 2014), Manon Lescaut (Las Palmas, 2022) y, ante todo, Tosca. La ha cantado en Roma, Londres, La Scala, Caracalla, París, Berlín o Barcelona.
En 2015, dejó su huella en el Festival de St. Margarethen, un certamen celebrado al aire libre en una impresionante cantera romana de hace 2.000 años, al sureste de Austria, patrimonio cultural de la Unesco. Desde 1966 recibe cada año a unos 200.000 melómanos, a razón de 5.000 por noche. Con sus paredes rocosas, es el escenario natural más grande de Europa (7.000 metros cuadrados), e invita a los montajes épicos, como el que concibió para la tragedia de Puccini el rumano Robert Dornhelm. Aparte de director de escena, como cineasta aspiró al Oscar a mejor documental en 1979 y al Emmy en 2001 por la miniserie ‘La historia de Anna Frank’.
Este jueves a las 20:00 horas, Cines Van Gogh retransmite una grabación de aquella ‘Tosca’. Sobre las tablas, Serafin compartió protagonismo con el tenor turinés Andrea Caré (1981). Ganador del concurso de canto de Spoletto, en 2007 estudió con el mismísimo Pavarotti, que lo eligió como su alumno en su último año de vida. Con él aprendió a controlar el passaggio y el registro agudo, si bien el rasgo principal de su voz es el color oscuro. Habitual de La Scala, Londres, La Fenice, el Bolshói o el Liceu, en su repertorio compagina los héroes verdianos (Don Carlo, Macduff, Alfredo, Radamès) y los puccinianos. En especial Cavaradossi, papel que defiende desde hace más de una década. En marzo de 2024 acaba de editar su primer álbum, el libro-disco ‘Ad una stella’, selección de arias de Verdi a piano y voz. Al margen de su carrera clásica, da rienda suelta a su faceta de ‘crooner’ de jazz en homenajes a Frank Sinatra.
Completaba el trío protagonista el barítono Davide Damiani, nacido en Pesaro, patria de Rossini. También graduado en dirección de orquesta, tiene a Mozart como compositor de cabecera (su puesta de largo fue como Don Giovanni en Tel Aviv), pero también es un fiable ‘Marcello’ (‘La Bohème’) y un muy digno Scarpia, el pérfido jefe de policía que aterroriza la ciudad de Roma y se encapricha de la cantante Floria Tosca en la trama escrita por Luigi Illica y Giuseppe Giacosa en 1900.
En el foso se encontraba el alemán Michael Güttler (1966). Pocos directores más versátiles: se graduó en violín, trompeta, piano y dirección, recibió media docena de premios internacionales en los 90, y fue discípulo de un anciano Leonard Bernstein y del ruso Valery Gergiev, a quien sustituyó en el Mariinsky para dirigir nada menos que ‘Parsifal’. Bilingüe en cinco idiomas, se maneja en el repertorio barroco, pero también en el romántico y hasta el contemporáneo. Normal que se lo rifen en teatros de todo el mundo: París, Nápoles, Berlín, Dresde, Washington…
Para ‘Tosca’, estrenada en el Teatro Constanzi de Roma cuatro años después del éxito de ‘La Bohème’, Puccini se basó en una obra teatral del francés Victorien Sardou. Como no hablaba su idioma, cuando la vio por primera vez no entendió el texto, pero sí su violencia, su fuerza expresiva y su ritmo. Por eso, al adaptarla se esforzó en elaborar una estructura compacta, llena de escenas icónicas, como el ‘Te Deum’ o el interrogatorio. La acción se condensa en un solo día, en tres espacios que representan los poderes fácticos: la iglesia, el palacio, la prisión. En lo musical, sobresale la caracterización de los personajes, del idealismo del pintor Cavaradossi a la maldad de Scarpia, que siempre oscurece el ambiente con sus acompañamientos disonantes y con un leitmotiv de tres acordes fortísimos. La orquesta sirve de hilo conductor sin interrupciones, aunque deja espacio a tres arias donde Puccini despliega sus melodías sensuales y románticas: ‘Recondita armonia’, ‘Vissi d’arte’ y ‘E lucevan le stelle’.