‘A real pain’
Director: Jesse Eisenberg
Intérpretes: Jesse Eisenberg, Kieran Culkin, Jennifer Grey
Género: Comedia/ Drama
Duración: 90 minutos
Hay películas que, bajo una apariencia ligera y sencilla, guardan un conflicto que es difícil de transcribir, y más aún de filmar. Cintas que son sumamente personales, no solo porque puedan reflejar las experiencias del propio autor o intimen con el sentir de sus personajes, sino porque se comportan como si realmente fueran una persona, con sus taras y sus traumas escondidos bajo un argumento que deja que afloren en ciertos momentos. Obras vivas, que reflejan unas sensaciones que muchos no consiguen verbalizar, a través de situaciones cotidianas y personajes mundanos, tratando de capturar esa sensación etérea y tragicómica que es vivir, con mayor o menor acierto. ‘A real pain’ es una de esas películas.
La trama de ‘A real pain’ sigue a dos primos judíos con personalidades polarmente opuestas, que tras varios meses sin verse se reúnen para hacer un viaje a Polonia desde su Nueva York natal, con el objetivo de visitar la ciudad y el campo de concentración donde vivió su abuela, superviviente del Holocausto, recientemente fallecida.
Muchos ya estarán familiarizados con la cara de Jesse Eisenberg, ese actor inquieto y con ciertos matices autistas que se coló en la cultura popular tras dar vida al creador de Facebook en ‘La red social’ y que consolidó su encasillamiento haciendo de ‘frikis’ en películas como ‘Zombieland’ o ‘Ahora me ves’. Sin embargo, supongo que no seré el único que hasta el estreno de ‘A real pain’ ignoraba su faceta de director, siendo este el segundo film que escribe y dirige. A falta de haber visto su primera obra, está claro que en esta segunda vuelca mucho de sí mismo, impregnándola con sus propias experiencias y manierismos. Eisenberg escribe una cinta tan atípica como los personajes que suele representar, tal y como vuelve a hacer en esta instancia con David, uno de los primos coprotagonistas; con un encanto peculiar para retratar las disfuncionalidades sociales que arrastran las personas y la historia que hay detrás de cada uno de ellas. Y no hay nadie mejor para ilustrar dicho carisma extravagante que Kieran Culkin, quien interpreta al segundo integrante de la pareja de primos y da una clase magistral de actuación a todos los niveles. El personaje de Culkin, Benji, salta a la vista como una persona desequilibrada, espontánea, un terremoto social, de esas que iluminan una sala cuando entran; pero poco a poco va demostrando la sensibilidad que se oculta bajo esa máscara de extroversión. El que fuera conocido por ser el hermano de Macaulay Culkin (’Solo en casa’), vuelve a demostrar que hace años que escapó de la sombra de su hermano, y ahora es uno de los actores más especiales del panorama, capaz de alternar carcajadas y llantos con la naturalidad de una persona realmente atormentada.
En sus escasos noventa minutos de duración, que se pasan en un suspiro, ‘A real pain’ trata simultáneamente muchos temas. El primero en hacerse evidente es una crítica al turismo primermundista, concretamente a aquel que visita lugares donde sucedieron cosas horribles y ahora se explotan como atracción turística. Los protagonistas visitan cómodamente un país como Polonia para recordar cómo, no hace tanto, otros judíos eran masacrados donde ahora pasan ‘free tours’. Una disociación con la realidad trágica, pero pasada, que cualquiera que haya visitado un lugar así habrá podido experimentar de primera mano. Cuando te están hablando de como miles de personas murieron donde te encuentras puedes empatizar por unos instantes, pero poco después vas a estar comprando una postal como si nada. Eisenberg reconoce esa desconexión general con lo ajeno y lo plasma con cierta frivolidad a lo largo de la película, con la excepción de la escena en que los personajes visitan un auténtico campo de exterminio, donde sabiamente elimina todo rastro de superficialidad para que el silencio y la tragedia que allí se vivió sean los verdaderos protagonistas por unos minutos.
No obstante, Benji (Culkin) es el único personaje que se ve realmente afectado por aquella visita y denuncia explícitamente ese privilegio que tienen para visitar un escenario del Holocausto en calidad de turistas y no de prisioneros. No es casualidad que el propio Benji, tan gracioso y querido por todos, cargue con una pena en la que se ahoga cuando está solo con sus pensamientos. Benji ha construido en torno a sus traumas y penurias toda una personalidad desenfadada y bufonesca, tal y como Polonia, o cualquier otro lugar testigo de tanto sufrimiento, ha parcheado sus cicatrices históricas con sitios de interés, recibiendo cálidamente a todo tipo de visitantes, de los cuales muy pocos llegarán a comprender la aflicción que esconde.
El hilo conductor que ata todas estas piezas que componen ‘A real pain’ no es otro que la exploración del dolor, y la imposibilidad de asimilar del todo el de los demás. Nuestro propio instinto de supervivencia nos lleva a aprisionar el pesar tan profundamente en nuestro interior, que si alguien es capaz de penetrar las murallas que levantamos en torno a nuestro fuero interno, no podrá más que visitarlo, porque solucionarlo corre por cuenta de cada uno. Tal y como comentan en la cinta, tomar conciencia de los problemas de los demás puede ayudarles, ya sea una depresión personal o hasta un exterminio, pero nadie es capaz de empatizar totalmente con el dolor hasta que no lo sufre en sus propias carnes. La de Eisenberg es una visión egoísta e inhospitalaria de la condición humana, pero la historia y la actualidad le dan la razón ¿O acaso no lo pasamos peor cuando una tragedia toca cerca de casa que cuando es en la Franja de Gaza? E incluso aunque el vecino sufra, o el valenciano tenga que seguir achicando agua, ninguno tardamos en olvidar toda agonía de segunda mano, en favor de una lástima anecdótica mucho más sencilla de sobrellevar.
‘A real pain’ es un ingenioso estudio del dolor y de la empatía, aprovechando el escenario tristemente idóneo de un país que literalmente ha resurgido de sus cenizas. Pero que, a pesar de su pesada carga dramática, gracias a que esta subyace sobre capas de comedia y una trama superficialmente ligera, uno puede pasarse la película disfrutándola sin llevarse un mal sabor de boca, como si hablara con una persona depresiva o como si visitara Auschwitz. Y si se lo acaba llevando, se le acabará pasando más pronto que tarde, garantizado. Porque no somos más que turistas en el dolor de otros y hasta aquí llega nuestra visita.