El último chiste de Marvel

Pedro Ludena comenta la película de Shawn Levy 'Deadpool y Lobezno'

Pedro Ludena
16/08/2024
 Actualizado a 16/08/2024
Hugh Jackman y Ryan Reynolds en ‘Deadpool y Lobezno’. | MARVEL
Hugh Jackman y Ryan Reynolds en ‘Deadpool y Lobezno’. | MARVEL

‘Deadpool y Lobezno’
Director: Shawn Levy

Intérpretes: Ryan Reynolds, Hugh Jackman, Emma Corrin, Matthew Macfadyen
Género: Acción/ Comedia
Duración: 127 minutos

'Deadpool y Lobezno’ llegan dispuestos a salvar el mundo Marvel y la taquilla de verano con la esperanza de retomar el éxito perdido gracias a una de sus propuestas más rompedoras hasta la fecha, juntando por primera vez en la gran pantalla a dos de sus héroes más icónicos y violentos en un festival de acción y gore para mayores de 18 innegablemente entretenido, pero ciertamente decepcionante.


En esta tercera entrega de Deadpool, el mercenario bocazas de Ryan Reynolds lidiará con las consecuencias de su abrupta introducción en el basto multiverso de Marvel, debiendo encontrar al Lobezno (Hugh Jackman) de una realidad alternativa para poder salvar su propio mundo de la aniquilación. 


Que Marvel está de capa caída no es un ningún secreto. La franquicia no ha conseguido repetir el éxito comercial y de crítica que fue ‘Vengadores: Endgame’ en 2019, desde la cual han lanzado 11 películas y otras tantas series de televisión. La apuesta de Marvel por diversificar su catálogo, sacando de las páginas a personajes no tan conocidos de los comics y concediéndoles sus propias entregas que protagonizar, era arriesgada, pero tampoco es que Iron Man fuera especialmente conocido antes de su película en 2008 y fue todo un acierto iniciar con él todo este camino. La diferencia, una vez más, reside en la manera de contar cada historia. Mientras que antaño Marvel se distinguía como un sello de calidad, confeccionando aventuras individuales con personajes entrañables y tramas bien planteadas, aun dejando la puerta abierta a su futura confluencia en proyectos grupales; en esta última etapa parece estar más centrada en saciar la acuciante sed de sus fans más ávidos con cada vez más productos en menos tiempo, resultando en fracasos apresurados y huecos, con personajes tan olvidables como sus argumentos, y que no generan ni una fracción de la anticipación que suscitaban anteriormente a la hora de ver a sus respectivos protagonistas juntos en la gran pantalla. Marvel, y por ende Disney, consciente del descontento generalizado, este año ha puesto todos los huevos en la misma cesta, con una producción cuidadosamente planificada y una gran campaña de marketing que auguraban una película llena de carisma y acción que devolvería a la compañía a su mejor versión. Desde que la multinacional de Mickey Mouse adquiriese 20th Century Fox, Marvel ha tenido la posibilidad de estrenar sus juguetes nuevos, al asumir así la propiedad de personajes como los ‘X-Men’ o ‘Los 4 Fantásticos’, y ha decidido comenzar capitalizando dos de su más populares mutantes: ‘Deadpool y Lobezno’. 


A pesar de compartir título, la cinta forma parte de la ahora trilogía de Deadpool, por lo que se sirve de los elementos característicos de sus predecesoras: violencia sin censura, humor negro oscuro y constantes autorreferencias, dado que uno de los rasgos principales de este antihéroe es su capacidad para romper la cuarta pared y dirigirse directamente a la audiencia, siendo consciente de su condición de personaje de cómic. Había muchas dudas acerca de cómo un superhéroe de corte tan adulto se insertaría en un universo dirigido principalmente a niños y jóvenes, pero esta tercera película de Deadpool no se corta una cala y desde los créditos iniciales desata un baño de sangre y juramentos nunca antes visto en el Universo Cinematográfico de Marvel. La acción y la comedia son las claves que orquestan toda la obra, sirviéndose de la dupla formada por Ryan Reynolds y Hugh Jackman, ya acomodados en los roles más importantes de sus respectivas carreras, para darnos una suerte de ‘buddy comedy’ superheroica llena de desencuentros entre dos coprotagonistas que derrochan sangre y química a partes iguales, una combinación ganadora que es lo mejor de ‘Deadpool y Lobezno’. Sin embargo, la tamaña cantidad de insultos y despotriques acaba resultando un tanto cansina y hasta molesta, como si ese amigo educado que nunca dice una palabrota se hubiera venido arriba diciendo barbaridades que empiezan siendo graciosas pero terminan dando vergüenza ajena. Alguien debería recordar a los guionistas que una película no es más gamberra por decir «hostia puta» entre cada línea de diálogo, ni mucho menos más divertida. 

 

Imagen poster
Afiche del estreno comercial de 'Deadpool y Lobezno'. | MARVEL STUDIOS

‘Deadpool y Lobezno’ cumple con todo lo que cabría esperar de una superproducción de Marvel, es entretenida, colorida y tiene cameos, muchos cameos. Más quiere ir varios pasos más allá y no conforme con reunir a dos de los superhéroes más queridos por los fanáticos trata de fungir como no solo la introducción de los superhéroes de la mencionada 20th Century Fox al Marvel de Disney, sino también como un homenaje a todos aquellos proyectos que en ella se gestaron, reuniendo a una asfixiante cantidad de personajes de cintas anteriores que no sirven mayor propósito a la narrativa, más que para buscar el efecto sorpresa en el espectador, una emoción que dura un par de segundos y que evidentemente se perderá en visionados posteriores. Con este ‘fanservice’, la película prioriza las referencias a la historia, que se pone al servicio de las fugaces apariciones del superhéroe de turno, saltando de una a otra durante poco más de dos horas, sin preocuparse de enriquecer una trama casi inexistente y que sirve más como un escaparate nostálgico que como una auténtica historia que merezca la pena contar. 


Entre sus numerosos problemas a nivel de guion, a pesar de su carácter autoconsciente y su ininterrumpidas acepciones al mal estado del Universo Marvel, ‘Deadpool y Lobezno’ adolece de la misma escritura perezosa y complaciente que ha llevado a la compañía al pozo creativo en el que se halla, con una introducción vibrante que da paso a un eterno y aburrido segundo acto, para terminar a con un explosivo tercero que ni siquiera se siente tan inmenso como promete, es decir, siguiendo la fórmula Marvel al dedillo y, sin un argumento ni unos personajes que llenen los huecos entre las repartidas escenas de acción, avocada a la mediocridad. 


En resumen, la última entrega de Deadpool prometía ser la piedra angular del futuro de Marvel y así ha sido, no supone el soplo de aire fresco que regresaría la confianza de las audiencias en el inmediato resurgir de su universo cinematográfico, sino que es la penúltima confirmación de la evidente falta de creatividad en una productora cuya principal preocupación es la taquilla, una que ya está siendo desbordada por el último grito en entretenimiento de usar y tirar. Y lo peor es que aún no se adivina el final del túnel. Confiemos, aunque cada vez se antoje más difícil, en encontrar algo de luz al final.  
 

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