Los últimos de Oliegos

Una exposición que se inaugura este domingo en la Fundación Cerezales sobre pueblos de colonización ‘acoge’ al pueblo de la Cepeda que fue anegado por el pantano

15/09/2024
 Actualizado a 15/09/2024
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El NoDo (Reportajes Sindicales, en este caso) se convierte a veces en la mejor forma de contar una historia aunque, curiosamente, lo hace al revés de cómo pretendía hacerlo en el viejo reportaje citado en blanco y negro que dibujaba a un pueblo ‘casi feliz’ de su nuevo destino, en la provincia de Vallladolid, Foncastín.  

Aquel éxodo de los vecinos de Oliegos, en la Cepeda leonesa, dejaba unas imágenes que lo explican. Una llave que cierra una puerta que jamás se volverá a abrir. Unos carros cargados de enseres que hablan de un viaje obligado hasta la estación de Porqueros. Una mujer de pañuelo negro con un niño rubio en brazos que se convierten en dos poemas de dolor. 

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En Foncastín, Valladolid, sigue muy presente el pueblo de Oliegos. 

Por cierto, un hijo de uno de aquellos hombres que se iban de Oliegos, Pedro Carrera, escribió un poema del adiós al lugar. «Dime madre, ¿a dónde vamos / si aquí tenemos la casa. / - Vamos, hijo, a otras tierras / en Oliegos solo hay agua. // ¿Qué nos hizo, padre, el Tuerto? / - El Tuerto no hizo nada. / Vamos, hijo, a otro valle, / en Oliegos solo hay agua». 

Cierto. En Oliegos solo había agua. Un pantano había tapado el pueblo cepedano sin la más mínima consideración para sus vecinos, para los que era el mejor pueblo del mundo, en el que llevaban una tranquila vida de trabajo, de mucho trabajo. Eran así aquellos tiempos. Un día, casi por sorpresa, con las zarpas del invierno acechando, el 30 de noviembre, les dijeron que cargaran sus enseres en carros, lo que pudieran llevar con este rudimentario método de transporte hasta la estación de Porqueros donde les esperaba un tren que les llevaría a su nuevo pueblo, Foncastín, aquel que el régimen a través del Instituto Nacional de Colonización les había asignado. 

Solo se puede entender un comportamiento así, tan falto de humanidad y cercanía, sabiendo los años que era. ¿Cuánto hace? Los olegarios (que así se llaman los nativos de Oliegos) tienen un metodo infalible para saberlo. 

- ¿Cuántos años tienes Elías?
- 79 hago el 30 de noviembre.

Pues 79 años hará ese día pues Elías Suárez Magaz nació en el trayecto de Oliegos a Foncastín. «Así fue, mi madre se puso de parto en el tren y la estaba esperando una ambulancia para llevarla a un hospital a Valladolid, allí nací. Por eso todos me llaman el que nació en el trayecto, porque así ocurrió».

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Toni Suárez fue pedáneo de Foncastín y recuerda los vecinos que salieron de Oliegos, 170, y los que aún viven, 42. | F. FERNÁNDEZ

También fue, por ello, el primer habitante de Foncastín, en nuevo pueblo de los olegarios.

Aunque lo de «nuevo pueblo» no es del todo cierto. No era pueblo, ni iglesia tenía que las campanas tuvieron que llevarlas desde  Oliegos. Foncastín era realmente una finca del Marqués de la Conquista, que allí siguen los restos de su Castillo. El presunto pueblo eran algunas humildes casas de los trabajadores de la finca e incluso las caballerizas. Que debían adaptar como casas. Ahí siguen sus restos, en la Plaza Antigua, hoy en ruinas casi en su totalidad. Ni iglesia había, las campanas tuvieron que llevarlas de Oliegos, para la nueva.

Ni siquiera había casas para todos pues prácticamente se fue todo el pueblo de Oliegos, tampoco tenían otra opción. José Antonio Suárez, que fue alcalde pedaneo de Foncastín de Oliegos durante 12 años recuerda perfectamente las cifras y el momento, ya era un adolescente cuando marcharon. «Vinimos 178 y ya solo quedamos 42, no hace mucho he hecho el recuento, todos muy mayores, el pequeño es Elías, claro;los demás superamos todos los ochenta y hay varias mujeres de más de noventa».

Una de ellas es Cristina, que recuerda la llegada a aquellas tierras tan diferentes, ella tenía 14 años. «Sembrábamos para la casa, lo que nos hacía falta, patatas y esas cosas...». Una de las reivindicaciones querepiten es el mal sabor de boca que les dejó que en aquel éxodo no se hiciera caso a sus peticiones de que «se cuidara el cementario, allí donde quedaban sus muertos». La insensibilidad volvió a ser insultante.  

El tiempo ha dulcificado mucho los recuerdos. Prefieren vivir ya el presente pero, curiosamente, León sigue muy vivo en sus recuerdos. Han pasado casi 80 años. Los 79 que va a hacer Elías. Y Foncastín, Foncastín de Oliegos suelen decir ellos, sigue oliendo a León, a la Cepeda. El bar se llama El Rincón de Oliegos, la calle central es la Calle León, en las puertas de algunas casas hay palabras en cepedano que mantienen viva la memoria de un pueblo ahogado y unas gentes expulsadas, nonagenarios que a duras penas recuerdan aquellos días de invierno de 1945 en algunos casos.

No les apetece recordar aquellos días duros, los sudores para devolver los créditos del INC, a 21 años las tierras, a 40 las casas. Carlos Carrera recuerda que un día su padre, Pedro, que no bebía, llegó algo alegre de Rueda y con un pulpo para celebrar algo importante. «Había pagado la última letra del crédito».

Se nota mucho cómo aquellos olegarios inculcaron la memoria de su tierra en sus hijos. Volvían a ver el pantano en moto (como recuerda Carlos Carrera que hacía su padre), se hacía la matanza, se recuerdan sus palabras... y en el 50 aniversario del desalojo, en 1995, se colocó una placa en mitad de la plaza que lo dice todo:«Cincuenta años en Valladolid. Cincuenta años con León». Toni Suárez era el presidente entonces. «En la inauguración supimos que escoció algo a las autoridades la frase». Las autoridades eran de Valladolid, por supuesto, pues aunque ellos siguen «con León» no se puede decir que León se haya volcado con este reducto leonés en Valladolid. Tan solo recuerdan un nombre, una visita:Elías Martínez (Pano). Al margen de sus presencias habituales en los Versos a Oliegos.

Están de actualidad nuevamente pues una exposición que hoy se inagra en Cerezales, en la Fundación Antonino y Cinia, les recuerda. 

La exposición se llama ‘Pueblos de colonización. Miradas a un paisaje inventado’, y, explican desde la Fundación, «está dedicada al proceso de transformación de la España rural, llevado a cabo entre 1939 y 1971 por el Instituto Nacional de Colonización (INC), el cual planificó la construcción de nuevas infraestructuras hidráulicas y más de trescientos pueblos que movilizaron a 60.000 familias. Para dar cuenta de estas actuaciones, el recorrido presenta más de 200 piezas e incluye documentos, dibujos, planos, fotografías y publicaciones impresas así como las entrevistas realizadas a los colonos por los propios comisarios y otros investigadores. La muestra recoge su labor de investigación sobre más de 45 pueblos de colonización que los comisarios visitaron desde 2016 para profundizar en el estado actual de los pueblos».

Y entre estos pueblos y pantanos elegidos uno de León: Oliegos, convertido en Foncastín de Oliegos pues, como decía el poema: En Oliegos solo hay agua. 

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