Imágenes con una importante carga inconsciente, además de provocadora, ese es el secreto de la película dirigida por Luis Buñuel, 'Un perro andaluz'. En su inicio, Luis Buñuel, que también representa un corto papel, prepara parsimonioso una navaja de afeitar. Se asoma a una terraza: una nube filiforme se interpone ante la luna llena. De seguido, con esa misma navaja, se dispone a seccionar un ojo de mujer. El ojo es sustituido oportunamente por el de una vaca y hendido por el medio. Esa perturbadora imagen, invadiendo toda la pantalla, está asociada en mi imaginación a la del viejo mercado de ganados de la Chantría, a la de esos pacíficos animales, si no se les molesta, que son las vacas, estudiadas por la mirada especuladora de los tratantes, quienes saludaban con un apretón de manos al vendedor, una vez cerrado el trato, para perderse después entre la gente, sorteándola con habilidad, en el espacio sin camiones. Rutinas que se repetían todos los sábados invariablemente. Ignoro por qué esa imagen deja paso a la del mercado en silencio, sin mugidos ni voces porfiando, en el que veo a Don Quijote velando sus armas en esa espectral estampa del grabado de Gustavo Doré. Una luna llena, como la de 'Un perro andaluz', donde también va a interponerse una nube, sobre la cabeza del noble hidalgo que yo imagino, sin el marco de la venta, como un fantasma en el viejo mercado de ganados vacío, hoy solo un recuerdo más.
Se sabe que existieron ferias de ganado en los barrios de San Lorenzo y Las Ventas. En el siglo XIV alcanzaban la Era del Moro. Aprovechando una donación de Alfonso XI la compraventa de ganado pasó a las inmediaciones de las murallas de San Isidoro hasta mediados del siglo XIX (algunas fotografías antiguas recogen a vendedores de ganado con la colegiata de fondo). Con el tiempo, el mercado acabó extendiéndose al contorno de la Avenida Ramón y Cajal. En 1927 se trasladó a La Corredera, liberando a los habitantes del centro de una actividad que les resultaría seguramente insalubre y molesta. A mediados de los años cincuenta entraba en funcionamiento el de la Chantría en la Avenida José Aguado. En 1978, se inauguraba el actual, un recinto cerrado, en la carretera de Vilecha, apartado del casco urbano (una práctica desarrollada al aire libre hasta entonces, una estampa costumbrista menos). Sus ferias de ganado equino del mes de febrero, San Juan, Todos los Santos y de San Andrés – referente esta última a nivel nacional – son unas de las más importantes de España, como indica una página web del Ayuntamiento.
Al preguntarme por qué relaciono la imagen del Quijote con el Mercado de Ganados de la Chantría encuentro una posible explicación. Inconscientemente debo asociar al caballero de la Triste Figura con mi tío Eliseo, propietario de gaseosas 'El Cuco' y transportista de mercancías varias, desde vino a piensos. Puntual en la cita semanal de los sábados con la capital para traer y llevar ganado, un trabajo extra que contribuía a redondear sus ingresos. Un hombre ocurrente, con un rico repertorio de anécdotas, que me permitía, en ocasiones especiales, ser testigo de sus actividades en el viejo mercado. Su negativa a asociarse con otros fabricantes de gaseosas, cuando las ventas empezaron a disminuir, demostraba su vena quijotesca, una pérdida del sentido de la realidad, solo disculpable por ese, tan español, orgulloso sentido de la independencia. Perdió su batalla, como la perdió don Quijote, y su negocio entró en un triste declive hasta que le llegó la edad de la jubilación, merecido descanso a sus muchos afanes.
'Un perro andaluz' y el Mercado de Ganados de La Chantría
Por José Javier Carrasco
24/05/2022
Actualizado a
13/06/2022
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