La pregunta se la hace el fotógrafo José Manuel Navia, el padre de esa criatura de la que habla, 'Alma tierra', su último trabajo, un libro y una exposición que llevan ese título y en el que también ha aportado su grano de arena el escritor leonés Julio Llamazares, autor del prólogo del libro, en el que escribe: «De Aragón a Extremadura, de Galicia a Andalucía, de la meseta del Duero a la de La Mancha, kilómetros y kilómetros de territorio y miles de aldeas y caseríos se han despoblado y otros tantos continúan haciéndolo, con todo lo que ello significa. ¿Una elegía? ¿Un alegato contra la marginación de unos españoles por parte del resto? ¿Una llamada a la reflexión a las autoridades y al pueblo español en general? Es difícil contar en pocas imágenes la desaparición de un mundo o la propia relación con él. Yo lo he intentado en una novela y Navia lo hace con estas fotografías, que son una proposición estética pero también moral y política en tanto que lo que se nos narra con ellas nos afecta a todos».
Una llamada a la reflexión, plantea Llamazares.
José Manuel Navia —que ha colaborado con Llamazares en otros muchos proyectos, especialmente reportajes para El País Semanal— es un fotógrafo realmente singular. Al margen de la calidad de sus trabajos, su logro de tener un sello personal en ellos, en su metodología de trabajo se incluye en leer todo lo publicado, investigar, conocer, sobre las tierras y las gentes que van a protagonizar sus trabajos.
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Con la exposición cerrada temporalmente (está en la Fundación Antonio Pérez, de Cuenca, donde estaba anunciada hasta el 12 de abril)su autor, José Manuel Navia, se ha planteado la reflexión inicial de este artículo: «¿Qué pensarán de estos días aciagos las gentes de Alma tierra?».
La respuesta, la reflexión, le permite dar unas pinceladas sobre la desconocida biografía de los protagonistas de sus fotografías. Por cierto, la imagen más antigua de la muestra y el libro es de 1978, de la ancaresa Rosario, de Balouta.
Y así, a modo de pie de foto, Navia reflexiona sobre qué podría decir hoy una mujer de la provincia de Soria que cuando él la fue a ver le planteó: «Para mi madre no hubo Dios, ahora sí lo hay, pero para ella no lo hubo» ¿Y hoy?
Antonia le daba una curiosa explicación para aferrarse a sus tierras del Maestrazgo, pese a la despoblación, pese a la soledad: «Aquí las cosas me hablan?» ¿Qué le estarán diciendo en estos días?
¿Qué le dirá la vida a Matías, que llegó a salir en el Yortain (New York Times) como uno de esos resistentes aferrados a su tierra ¿Sigue habiendo gente que amasa el pan en su casa, como Inés?
Las respuestas las ofrece, unas veces, las sugiere, otras muchas, el padre de las criaturas, Navia, sin duda un gran conocedor de esas gentes de la España Abandonada, a las que no fotografió, les exprimió el alma, de no ser así no llevarían su firma, singular y diferente. Personajes a los que declara su cercanía con unos versos de Leopardi: «Ojalá con vosotros yo yaciese / y mi sangre regara esta alma tierra».
Siempre alma. Navia.