Adriano Domínguez incursionó primero en el teatro y participó después en más de cien películas de éxito, entre ellas 'Marcelino, pan y vino', que, dirigida por Ladislao Vadja a mitad de la década de 1950, fue un pelotazo de taquilla y de conmoción mediática. Merecería la pena que alguien, especialmente entre los cinéfilos leoneses, focalizara la atención sobre la figura de Adriano Domínguez. En cuanto a Josefina Blanco…, pues verán, verán ustedes.
Josefina Blanco Tejerina (1879-1957) había nacido en el casco antiguo de León. La bautizaron en la parroquia de San Martín con el nombre de Josefa María Ángela. Gozó de un magnífico equipamiento cultural y académico. Sus padres debían ser gente de posibles, porque recibió una educación muy esmerada para una mujer de aquella época, pues, antes de cumplir los veinte años, sabía francés y tocaba el piano, aparte de escribir prosas de buen decir y primor. Según una carta de Valle Inclán a Federico Onís, Josefina también hablaba inglés.
Una vocación temprana
La actriz leonesa interpretó papeles de obras de Valle Inclán y hasta actuó con él en los escenarios. La vocación teatral de Josefina Blanco, huérfana de madre desde muy niña, fue muy temprana y le nació de haber vivido en casa de una tía suya, la actriz Concha Suárez, con la que el viudo, un comerciante acomodado llamado Pedro Blanco, la mandó a vivir. El debut se produce en Barcelona y en Pontevedra de la mano de su tía. En 1886, con tan solo siete años, Josefina era objeto de atención por parte de los medios informativos. En efecto, un periódico de la época asegura que la puesta en escena de ‘La viuda de López’ por la compañía de Emilio Mario proporcionó al público "la agradable sorpresa de conocer a una pequeña artista, cuya naturalidad en decir y cuyo sentimiento al recitar es verdaderamente notable". Se prodigaron las ovaciones para aquella "niña que el espectador ve con algo de asombro y mucho de extrañeza; porque Josefina Blanco es un prodigio de gracia y una esperanza de talento".
A partir de entonces, no dejó de actuar y compartió escenarios con las actrices más relevantes de la época. Desde comienzos del siglo veinte, Josefina Blanco figura en el elenco de compañías de primera línea que se movían por los teatros importantes del país y de América como las de María Guerrero, María Tubau, Matilde Moreno y Margarita Xirgu. Llegó a ser primera actriz de la compañía de Ricardo Calvo, con la que, en 1906, actuó en Buenos Aires, Santiago de Chile y Montevideo. Pronto empezó a codearse no sólo con lo más granado de la farándula en el sector de los actores sino también de la intelectualidad y la poesía como Jacinto Benavente, Pedro Muñoz Seca, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Enrique Borrás, Rubén Darío, Antonio Machado, etc. Aureolada ya desde el comienzo de su carrera por la crítica teatral, Josefina brilló siempre con luz propia. El 01-02-1900, el diario Heraldo de Madrid decía lo siguiente: "Josefina Blanco es una de las actrices más notables que figuran en las compañías dramáticas españolas; pequeña de cuerpo, pero con un corazón muy grande, una sensibilidad exquisita y una cara que expresa todo, no hay papel que se la confíe que no adquiera gran relieve al interpretarlo la señorita Blanco".A su vez las Sonatas de Valle Inclán ya ocupaban un lugar de privilegio en las esferas literarias y las librerías de España, muy particularmente la estampa del Marqués de Bradomín, y la singular magnitud de Ramón del Valle Inclán iba dejando a Josefina Blanco en un segundo plano de protocolo y de sombra, aunque no la eclipsó del todo, al menos en vida, ya que ella nunca dimitió de su personalidad. Relaciones sentimentalesA todo esto Josefina iba enamorándose perdidamente del inventor del decadente y extravagante Marqués de Bradomín, "feo, católico y sentimental" para más señas. En 1896, Ramón del Valle Inclán, después de asistir, algunos domingos, a una representación en el Teatro de la Princesa, de Madrid, solía cenar en casa del empresario teatral Ceferino Palencia y su esposa, María Tubau. En una de esas cenas, Josefina Blanco, de dieciocho años si bien con renombre en los escenarios y emparentada políticamente con idearios feministas, conoce a Ramón del Valle Inclán. Aunque interpretara muchas veces papeles de ingenua, era una mujer de gran madurez y sobre todo muy bella, pues, el 20-12-1898, el célebre médico y filántropo Manuel Tolosa Latour escribe a Benito Pérez Galdós: "La Blanco está para comérsela". Años más tarde, concretamente en 1906 Josefina se integra en la compañía de Matilde Moreno y Francisco García Ortega. Durante los ensayos de 'El Marqués de Bradomín –Coloquios románticos', Josefina, que interpretaba papel destacado en la obra, inicia una profunda relación sentimental con Valle Inclán. La actriz, en 1917, rememora con precisión el encuentro con Valle, del que dice que estaba en un balcón "aquel hombre de ojos tristes, dulcísimos, maravillosos, cargados de melancolía, como si hubieran contemplado todos los dolores del mundo y para todos tuvieran una mirada de piedad" y "dejó en mi ánimo una pavorosa impresión mezclada con cierta inefable dulzura" […] "Cuando me quedé sola en el mundo, él era mi consejero, mi confidente […] Al fin acabamos por casarnos". A Valle Inclán no le faltaba todavía el brazo derecho, que perdió a consecuencia una reyerta de café con el periodista Manuel Bueno en 1899.En septiembre de 1906 y con la compañía de Ricardo Calvo, Josefina se va de gira por Andalucía y Canarias como protagonista femenina de 'Don Álvaro o la fuerza del sino', del Duque de Rivas. Parece que Josefina y Ramón comenzaron a vivir juntos por entonces. Valle Inclán marcha súbitamente a Canarias y, el 05-02-1907, escribe desde Barcelona a Rubén Darío, que está en Mallorca, anunciándole que se ha casado. No falta quien dice que el desposorio se celebró en el viaje de regreso de Josefina y Ramón a la península desde Las Palmas y que ofició la ceremonia civil el capitán del barco. No obstante, yo he visto la partida de matrimonio de Josefina y Ramón en los libros de la parroquia madrileña de San Sebastián. Un fracaso clamorosoPor ahora hace cien años Ramón del Valle Inclán y Josefina Blanco cortaron de un tajo su vida social en Madrid y sus carreras profesionales, él de escritor y ella de actriz de teatro, y les dio la ventolera de acometer un extraño proyecto agrario en inmediaciones de las Rías Bajas de Galicia. También los problemas económicos jugaron un papel importante en tamaña decisión. Eligieron como base de operaciones los contornos de Vilanova de Arousa, donde el creador del Marqués Bradomín había nacido, instalándose primeramente en Cambados. Al poco de llegar a Cambados, muere el primer hijo varón de Ramón y Josefina, un idolatrado niño de pocos meses (tuvieron cinco hijos más). Marchan al otro lado de la ría de Arousa, a Pobra do Caramiñal, donde pretenden convertirse en terratenientes explotando en arriendo la fincabilidad atribuida al pazo del Priorato de La Merced, si bien la aventura agrícola desemboca en un fracaso clamoroso.Tras el fiasco del Priorato de La Merced, la vida literaria y teatral sigue. Los éxitos de Ramón del Valle Inclán se disparan El 8-5-1918, en el Teatro de la Princesa, la compañía de Margarita Xirgu (Josefina siempre anda a lo grande) estrena ‘Santa Juana de Castilla’, tragicomedia de Pérez Galdós. Josefina interpreta el papel de Marquesa de Denia. La crítica la enaltece como venía ocurriendo desde su debut en la escena. El divorcioEn 1932 las desavenencias del matrimonio llegan a un grado insostenible y Josefina interpone un pleito de divorcio a Valle Inclán "por abandono del hogar". La representa la abogada y diputada del Partido Radical Clara Campoamor. Una primera sentencia concede a Valle Inclán la patria potestad de los hijos Carlos, María de la Encarnación (Concepción y Concha en otros escritos) y Jaime, quedando la más pequeña, María Antonia, a cargo de la madre Sin embargo, Josefina no aceptaba el divorcio, aunque lo hubiera instado ella, porque decía que era católica, y reanuda su trabajo de actriz con Tirso Escudero, empresario del Teatro de la Comedia, de Madrid., interpretando el personaje de Azucena en ‘Jabalí’, de Pedro Muñoz Seca. La sentencia del divorcio establecía para Josefina, además de de cierta gama de derechos de autor de Valle Inclán, una pensión alimenticia de 2.500 pesetas, en atención a los honorarios que el escritor tenía como director de la Escuela Española de Bellas Artes, de Roma.
Un nieto de Ramón del Valle Inclán, médico en Vigo y llamado Jerónimo Toledano Valle Inclán, desmentía hace unos años al periódico de esa ciudad gallega, el Faro, ciertos tópicos sobre comportamientos de su abuelo, que, al parecer, era un hombre muy de familia. Jerónimo Toledano coincide, según Faro de Vigo, con otros descendientes gallegos de Valle Inclán que le conocieron personalmente a la hora de desmentir la fama de bohemio impenitente de su abuelo. Y añade el citado diario: "El lazo de unión más sólido en la familia ha sido siempre el extraordinario cariño que todos han profesado al padre. Sin excepción le han venerado, porque el abuelo era un hombre bueno, generoso y tremendamente hogareño, faceta quizás un tanto desconocida y oscurecida por el impacto de su personalidad pública […] «En don Ramón, así se le llamó siempre, las virtudes sobresalían hasta tal punto que el recuerdo se centra en su genio bondadoso, su amor entrañable a la familia y su actitud incorruptible ante la vida".
En 1926 Josefina reanuda su trabajo de actriz e interpreta sobre todo obras de su marido. Una vez obtenido aunque no aceptado el divorcio por sus escrúpulos de católica, se enrola en la compañía de Tirso Escudero. Después de la guerra civil, como titular de una buena parte de los derechos de autor de Ramón del Valle Inclán, se dedica fundamentalmente a gestionar el patrimonio y relacionarse con editoriales.
Enterrada en cambados
Bordeado en sus últimos tramos de umbríos y amplios emparrados del albariño, hay un camino desde el Palacio de Fefiñáns, en el centro de la villa de Cambados, a la antigua iglesia románica de Santa Mariña, hoy en ruinas y convertida en cuidadísimo cementerio, aunque conserva el campanario de troneras fantasmales y vacías. Al pie del acceso a la sacristía, en lo que fue presbiterio, varios de cuyos arcos transversales de piedra emergen aún sobre el ejército de tumbas y cruces, persiste la lápida de enterramiento de Joaquín María del Valle Inclán Blanco, aún legibles los datos de su nombre y su breve peripecia vital, pues había nacido el 28-05-1914 y murió el 29 de septiembre del mismo año a consecuencia de un golpe recibido en la cabeza cuando la familia se hallaba en la playa cambadesa del Pombal y de la meningitis que le sobrevino posteriormente. La herida de la muerte de su primer hijo varón nunca se le cicatrizó a Josefina. Entrando a la necrópolis, en la segunda sepultura a mano izquierda, yace la actriz leonesa, que murió en Pontevedra pero quiso que sus restos descansaran cerca de los de aquel niño tan querido. Siempre hemos visto una maceta de flores a la cabecea de la tapa del sepulcro que, bajo el relieve de un crismón de piedra, en mayúsculas y números romanos, pide que se rece a Dios por ella y da sólo la fecha del deceso de JOSEFINA BLANCO DE VALLE- INCLÁN, +XIX. XI. MCMLVII. Desde hace veintitantos años, gratis et amore, asea las tumbas de Joaquín y Josefina la familia de Manuel Rial Galiñanes, que no tiene parentesco con los Valle-Inclán. El escritor y periodista gallego Álvaro Cunqueiro dijo una vez que el de Cambados, incluido en la red europea de cementerios singulares, es «el camposanto más melancólico del mundo». Allí, en la melancolía del cementerio de Cambados, espera Josefina Blanco Tejerina la resurrección de los muertos. Entre tanto, que Dios tenga ya con Él su ánima, amén.