Fotógrafos de parque y calle con unas cámaras grandísimas a nuestros ojos Muchos recordarán y tendrán en las cajas de galletas y de dulce de membrillo, aquellas de lata, un montón de fotografías de aquellos años, donde las ahora abuelas y bisabuelas, ya casi fallecidas, sonreían a aquellos cajones sobre un trípode y miraban con la mirada inocente delsabedor que la impronta quedaba para siempre; las imágenes, bien cuidadas, dan para siglos y siglos, y con las nuevas tecnologías, son eternas. Qué miedo da eso de “eternas”, con lo frágil que es la vida. Yo quiero imaginarme a aquellos hombres y alguna mujer que esperabana que llegaran los clientes en plazas, parques, y ya algunos con estudio a pie de calle, y les sonrieran a su orden… lade sonrisas que podían regalar estas buenas gentes, durante los años que tiraron miles de fotos al aire para que las recogiera la belleza del instante, y quedaran para la memoria de los cajones de las mesas y de los muebles-bar.Rodeados de nostalgia, de algún músico perdido por entre las sombras de los árboles, siempre buscando un fondo de flores y verdes, aunque las fotos salieran en blanco y negro, -uno ponía el resto con la imaginación- algunos con guardapolvos y gorra, otros trajeados y con corbata, los fotógrafos de la historia de un país, guarecían su sitio, su esquina, su sol o sombra dependiendo de la estación del tiempo; ese tiempo que guardaba detrás la foto con la fecha y el lugar de su nacimiento; sí, era eso, el nacimiento de una nueva cara hasta aquella fecha solo recordada por los más allegados.

Muchos tendrán las cajas de galletas y de dulce de membrillo llenas de fotografías Con los fotógrafos minuteros, todo un estudio fotográfico en plena vía pública. Al igual que los paragüeros o los sombrereros, estos fotógrafos forman parte de ese grupo de profesiones desaparecidas de nuestra ciudad y pueblos. Sus cámaras de madera, nada que ver con las actuales, eran el propio establecimiento del fotógrafo. En el exterior, un muestrario de fotografías de todo tipo, mientras que el interior de la cámara era un complejo formado por una caja para el papel virgen de distintos tamaños, los chasis donde se colocaban los distintos formatos de papel y dos bandejas, una para el revelador y otra para el fijador. También disponían de un orificio en la parte superior de la cámara, con un filtro de color rojo, para controlar el proceso de revelado y un cubo con agua colgado del trípode para enjuagar la copia. En primer lugar, realizaban la toma en negativo de papel y una vez revelada la colocaban en el exterior de la cámara, sobre una especie de regleta, dando como resultado un positivo. En la era digital, profesiones como esta resultan poco rentables para sobrevivir de ellas. La desaparición de los fotógrafos minuteros es un hecho constatado pero lo que parece cada vez más palpable es la extinción de los estudios de fotografía de nuestra ciudad que realizaban una gran variedad de servicios.Una mirada a los años sesenta muestra en parques a dos o tres fotógrafos minuteros, atendiendo a todo aquel que demandaba sus servicios. Una vez realizado el retrato, la gente esperaba unos minutos, charlando unos con otros o sentados en unas modestas sillas de madera, para recoger su fotografía. Nada que ver con la desazón actual por ver la imagen que hemos tomado y que lo más probable es que no pasemos jamás a papel, quedando convertidos los álbumes de fotografías en un archivo informático ubicado en algún sector de un disco duro, vulnerable a los ataques de algún desaprensivo virus informático que acabe con nuestras imágenes.Y claro quehubo precedentes de sistemas de revelado rápido para ferias, fiestas y mercados desde finales del siglo XIX como la máquina L´Electrao, más tarde, la máquina berlinesa Cannon que realizaba retratos en forma de medallón sobre ferrotipo. Será en 1913 cuando aparecen unos anuncios en las revistas ilustradas y en la prensaque bajo el titular de «gane mucho dinero» presentan la máquina Mandel.
Y para terminar, quién no recuerda aquella España tamizada por el azul falangista y el negro sotana, el único espacio que los ciudadanos disponían para ver la luz del sol eran aquellasplazas y parques, y en ellos, como salidos de un cuento, estaban los fotógrafos minuteros parainmortalizar aquel momento, para congelarla vida con una amplia sonrisa… y en boca de uno de aquellos minuteros… «La gente toma fotos de otra gente, sólo para demostrar que realmente existieron.» Los minuteros. Artesanos de la inmediatez, los fotógrafos de la nostalgia y la melancolía.