Veneno en la piel

Pedro Ludena comenta la película de Coralie Fargeat, 'La sustancia'

01/11/2024
 Actualizado a 01/11/2024
Un fotograma de la película ‘La sustancia’, dirigida por Coralie Fargeat. | L.N.C.
Un fotograma de la película ‘La sustancia’, dirigida por Coralie Fargeat. | L.N.C.

‘La sustancia’
Director: Coralie Fargeat
Intérpretes: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid.
Género: Terror/Ciencia ficción
Duración: 140 minutos 

‘La sustancia’ abarrota los cines tan rápido como los vacía, con reportes de espectadores abandonando las salas presa del horror y del asco de algunas de sus escenas más viscerales, en todos los sentidos. Lo nuevo de Coralie Fargeat es un relato crudo, sin sutilezas de ningún tipo, que adorna algunos de los terrores habituales de las mujeres de hoy en día con un toque de gore, para hacerlos un tanto más digeribles a aquellos a los que se les atragantan.

A la hora de entrar a ver ‘La Sustancia’ cuanto menos sepas mejor, así la sorpresa será aún mayor si cabe, pero su premisa, en pocas palabras, es la de una actriz que ve como su carrera se acaba al cumplir los cincuenta, desechada por una industria para la que al parecer es demasiado vieja, cuando llega a sus manos un medicamento con el que es capaz de volver a ser la joven que era. Aunque el tratamiento tiene unas reglas estrictas, una semana en su renovado cuerpo y otra de vuelta en el antiguo, que de no respetarse tendrán desagradables consecuencias.

La cineasta Coralie Fargeat solo ha necesitado dos largometrajes para dejar meridianamente claro que no le gusta andarse con rodeos tanto como mancharse las manos, con historias incrementalmente grotescas y desenfrenadas, que sin renunciar a un mensaje profundamente feminista y trágico, lo presentan como una macabra odisea en la que el cuerpo humano es un lienzo que pintar con toda la sangre que sea capaz de emanar del mismo. La directora francesa no escatimaba en violencia ya en su opera prima ‘Revenge’, en la cual una joven da caza a través del desierto al grupo de hombres que la violaron y la dieron por muerta, siguiendo los parámetros del ‘Rape-revenge’ (’violación y venganza’), un subgénero del llamado ‘cine de explotación’, como se conoce a la clase de películas que tratan de capitalizar en lo generalmente macabro y socialmente inaceptable de sus temas e imágenes para llegar a un público nicho al que difícilmente podrían alcanzar de otra forma dado su bajo presupuesto y, generalmente, limitada distribución. Pero en esta ocasión, Fargeat ha tomado este estilo abiertamente visceral y tradicionalmente abocado a la serie B y ha conseguido pasearlo por la alfombra roja del festival de Cannes como si fuera Sitges, envolviendo su tétrica genialidad con los nombres de Demi Moore y Margaret Qualley para llevarla de la mano de dos reconocidas actrices a un público desprevenido ante el desmadre que se le viene encima.

A estas alturas ya es más que evidente que ‘La sustancia’ no es para todos los gustos, posiblemente se lo quite a más de uno para la próxima comida tras salir del cine, pero todo el mundo debería escuchar lo que tiene que decir a gritos. A su manera bombástica y estridente, ‘La sustancia’ es una sátira sobre la superficialidad a la que se ven sometidas las mujeres en una realidad construida por y para hombres. 

Elisabeth, la protagonista a la que da vida una Demi Moore en uno de los papeles de su vida, si acaso no el  mejor de toda su carrera, vive en constante conflicto consigo misma, limitada por un envejecimiento natural que no puede seguirle el ritmo al fugaz mundo de la farándula, una industria con memoria selectiva, en la que se te recuerda mientras seas relevante y en la que una actriz es relevante mientras sea atractiva a ojos de unos productores cada vez más viejos y verdes. El villano, por llamarlo así, de ‘La sustancia’, aparte de la propia Elisabeth y su alter-ego, es el productor de su programa, a quien da vida un desatado Dennis Quaid, una caricatura de todas las cuñadeces y faltas de respeto pasivo-agresivas que los hombres llevan siglos volcando en chicas que solo pueden devolver la sonrisa ante el terror de verse agarradas por la mano que les da de comer; quien casualmente se llama Harvey, tocayo del infame productor Harvey Weinstein, fundador ignominioso del movimiento ‘Me too’, cuya alargada sombra envuelve el subtexto, que alcanza al texto, de ‘La sustancia’. 

 

La película tira del gore y del horror corporal para ilustrar un miedo que nada tiene de fantástico, y que todas las mujeres viven de una forma u otra, superando la barrera diaria del espejo antes de enfrentarse a una sociedad que no alcanza a ver más allá de una cara bonita. Esta necesidad autoimpuesta no es ninguna novedad, pero en los tiempos que corren, donde las operaciones estéticas son una moda cada vez más accesible, las pantallas reflejan aún más que los espejos y hasta hay aplicaciones que te exigen sacarte varios selfis a lo largo del día, la autoestima está más en tela de juicio que nunca. Sin ir más lejos, uno de los momentos más angustiosos de ‘La sustancia’ no necesita de efectos visuales brutales ni del salvajismo descomedido como otras escenas de la cinta, le basta con la inmensa actuación de una Demi Moore incapaz de salir de su casa por no verse lo suficientemente bien en el espejo. Una sensación horrible que hasta un servidor masculino ha vivido más veces de las que me gustaría admitir, el mismo que es incapaz de imaginar cuantas veces le puede haber pasado a una mujer.

Si ‘Barbie’ fue la película más obviamente feminista de 2023, con un mensaje directo, redundante y sencillo, que aquellos que no fueron capaces de entender la rechazaron incondicionalmente, ‘La sustancia’ es la de 2024. Pero si ‘Barbie’ era una mujer vestida de rosa mandándote a paseo con una sonrisa, ‘La sustancia’ directamente te pega una paliza sin ponerte la mano encima, mezclando el rosa chicle y el rojo sangre para dar lugar a una mezcla magenta sobresaturada. Todo en ‘La sustancia’ está pasado de rosca, los colores son irrealmente intensos, la banda sonora es música electrónica que te retumba en los oídos, la edición se ha realizado a machetazo limpio, sus actuaciones son brutales y la trama es un dislate, como si la tipografía ‘Impact’ se adaptara al cine. Además la hipersexualización es deliberada y omnipresente. Hay más planos detalle de culos que de caras, con la cámara deteniéndose en cada curva del cuerpo femenino, como si la desnudara con la lente, asimilada al ojo de un hombre, hasta hacerte sentir como un voyerista con las manos en la masa, como si estuvieras mirando algo que se supone que no debías ver. La suma de todos estos elementos confieren a ‘La sustancia’ un carácter extraordinario que no solo la pondrá en boca de todos los que la vean estas semanas, sino que dará de que hablar en los próximos años.

De manera que hagan de tripas corazón, porque van a desear no tener nada en el estómago, y vayan a ver ‘La sustancia’, una de las experiencias más surrealistas, desmesuradas, agónicas y entretenidas que puedan vivir en una sala de cine y, por descontado, una de las mejores películas del año.

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