– Un compañero de redacción que tuvo ocasión de entrevistarle con motivo de su anterior publicación le pidió que definiera a Donald Trump utilizando tan solo tres adjetivos. Yo le traslado ahora esa misma pregunta con relación al protagonista en la sombra de su nuevo libro, el presidente ruso Vladimir Putin.
– Podríamos decir para empezar espía, en segundo lugar poderoso y quizás también ambicioso.
– Espía no por mandato sino por vocación o por cultura política.
– Diría más por tradición o por deformación profesional. En la primera página del libro hay varias citas de Putin, textuales, y en una de ellas dice: «¿Ex espía?, eso no existe». Él lo ha dicho varias veces. Cuando alguien es un espía lo es para toda la vida, independientemente de qué cargo ocupe en cada momento y a qué se dedique en cada momento. Putin hace gala de eso. Se crió en el espionaje soviético de los años 70 y 80. Él fue espía en el KGB al servicio de la Unión Soviética en la República Democrática Alemana (RDA) y nunca ha renunciado a aquello que aprendió y se dedicó desde el punto de vista profesional, y todavía sigue aplicando las tácticas del espionaje ahora que es presidente de Rusia.


– Sí, sí, existen. En el libro yo cuento varios ejemplos. Quien haya visto por ejemplo la famosa serie ‘The Americans’ habrá podido ver algo que no es solamente fruto de la imaginación del guionista de turno sino que en realidad lo que ha hecho ha sido trasladar a una ficción televisiva algo que existe, que son espías rusos que viven en países occidentales como si fueran ciudadanos. Eso que ha tenido lugar en Estados Unidos también se ha producido en Europa al menos en un caso que tuvo como escenario España, como relato en el libro. Este espía pasaba por ser ciudadano de Ecuador, mantenía una relación sentimental con una mujer en España y fue detectado por los servicios de inteligencia británicos. Cuando intentaron detenerle ya estaba de vuelta en Moscú.
– Estamos a las puertas de un largo proceso electoral. ¿Cree que Rusia tendría algún interés en alterar algo del mismo o qué problema considera que ahora tiene España susceptible de aplicar esas medidas activas?
– Yo no he hecho una investigación específica sobre el caso de Cataluña, pero El País sí que la hizo en el entorno de las fechas del referéndum ilegal del 1 de octubre y detectó un bombardeo de informaciones falsas, de medias verdades, que a veces son más peligrosas que las falsas porque son más difíciles de detectar, y que llegaban desde medios rusos cercanos al Kremlin y también por supuesto a través de las redes sociales. Eso se produjo. Ahora con las elecciones que vanos a tener aquí, tanto las del 28 de abril como las del 26 de mayo, pues es posible que se pueda producir de nuevo ese bombardeo. ¿Qué le interesa a Rusia? Pues que los países occidentales tengan problemas político-sociales y alimentar los populismos es algo que le puede interesar, que le interesa de hecho y que los ha alimentado en algunos países europeos. Ha alimentado a partidos de extrema derecha, como es el caso de Francia, y de extrema izquierda, como ha sucedido en Grecia. Rusia ve que la polarización política genera problemas en los países occidentales y cualquier problema en un país occidental representa una ventaja al menos teórica para Rusia.
– Al contrario que Trump, Putin es un personaje que siempre se mueve en la sombra. De hecho, ni siquiera aparece en la portada del libro, al contrario de lo que sucedía con Trump en su anterior publicación.
– En realidad el libro de Trump estaba dedicado al personaje, que acababa de ganar las elecciones y tenía un interés muy particular la propia persona del nuevo presidente de Estados Unidos. En el caso de Putin se podría haber personalizado también, pero debemos tener en cuenta de que estamos hablando de algo más general, que es un mecanismo que desde luego Putin ha incrementado y potenciado en Rusia, pero es un mecanismo que representa una tradición en Rusia desde los tiempos de los zares. Eso sí, Putin lo ha elevado a un nivel de profesionalidad y de entrometimiento en los asuntos de otros países que quizás antes no se había visto porque quizás antes no había las herramientas de que ahora dispone.
– ¿La situación actual de España resulta a su juicio tan apasionante como la internacional que ha descrito en sus dos publicaciones?
– En realidad estamos viviendo un episodio más de una historia que nace desde mi punto de vista en diciembre de 2015 y es la constatación de que España deja de tener el sistema de dos partidos políticos para tener un sistema de cuatro partidos políticos y ahora vamos a subir un escalón y tener un sistema de cinco partidos políticos con representación en el Congreso. Los españoles como cuerpo electoral tenemos muy claro lo que no queremos pero todavía no sabemos lo que sí queremos. Por lo visto no queremos bipartidismo, algo que quedó muy claro en las elecciones de diciembre de 2015 y de junio de 2016, pero no sé si la multiplicación de partidos supone la resolución de los problemas que teníamos cuando había solo dos partidos. Hemos tenido dos presidentes del Gobierno en minoría y ninguno ha podido gobernar en el sentido estricto de la palabra. No queremos mayorías absolutas pero todavía no hemos asumido lo que supone atomizar un Parlamento. No sé si lo conseguiremos a partir del 28 de abril, lo veremos.
– ¿Y el escollo catalán, cómo se resuelve?
– Siempre que me preguntan digo lo mismo. Soy muy pesimista sobre la cuestión catalana. Yo creo que es un problema que no tiene solución, entendiendo solución como un acuerdo en el que todas las partes puedan sentirse suficientemente representadas y suficientemente insatisfechas. Creo que esa solución se encontró en la Transición, cuando se crearon las autonomías. Pero parece que existe un sector en Cataluña que ya no acepta eso como una solución, por lo que una solución en el sentido estricto de encontrar algo que pueda satisfacer a todas las partes me temo que yo no la conozco.