Víctor Mayo, el eterno veraneante de La Vecilla

Fallece un asiduo a la localidad leonesa en la época de estío

Julio Llamazares
21/08/2015
 Actualizado a 17/09/2019
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En La Vecilla, el pueblo que tanto amó, junto al Curueño, el río en el que se bañó tantas veces y junto al que últimamente paseaba (muchos lo recordarán por la carretera de La Vecilla a las Hoces de Valdeteja en pantalón corto y sin camisa), y una mañana espléndida de verano en la Montaña, de las que tantas disfrutó en vida, falleció este miércoles Víctor Mayo, el decano de los veraneantes de la tradicional localidad veraniega leonesa.

Víctor Fernández García-Jove, más conocido como Víctor Mayo por el apodo de su familia, dueña, entre otros negocios, de una fábrica de chocolates de Laviana, en la cuenca minera asturiana del Nalón, llamada Mayín y Troya, había nacido en esa localidad hace 87 años, que repartió íntegramente entre ella, donde vivió sin interrupción y donde hizo de todo (fue profesor de Instituto, concejal, animador cultural, hasta entrenador de fútbol), y La Vecilla, donde veraneaba desde hace ochenta años, cuando su padre le trajo con toda su familia en el camión de la fábrica de chocolates por el puerto de Tarna y Boñar en un viaje que Víctor nunca olvidó. Recordaba las muchas horas que tardaron en hacer el recorrido y que, al llegar a La Vecilla, el primer chaval al que vio, que no era otro que Daniel, el panadero al que Víctor compraría luego el pan hasta que éste se jubiló (murió también no hace mucho), le retó a echar unas aluches, arte marcial que Víctor desconocía, lógicamente, pero del que sería también buen aficionado. "Pegome dos costalaes que todavía me duelen cuando las recuerdo" rememoraba Víctor con melancolía aquellos años primeros en los que su familia y él eran los únicos veraneantes asturianos en una localidad que pronto se llenaría de ellos. De hecho, Víctor, puesto a recordar (tenía una gran memoria), parecía un vecino más, pues sabía tanto o más de La Vecilla que los verdaderos.

Con Víctor se va, por tanto, la memoria de una página, la del veraneo asturiano en La Vecilla y alrededores, del que lo sabía todo también, y, por supuesto, de su querida Pola de Laviana, que conocía y amaba tanto como a su pueblo de adopción. Personalmente, yo pierdo a un amigo y al hombre que me contó millones de historias, de Asturias y de León, entre ellas las de su propio secuestro siendo un adolescente por dos huidos de la posguerra conocidos a ambos lados de la raya asturleonesa: Lisardo (que integró mucho tiempo el grupo de los Arias, de La Mata de la Bérbula, junto a La Vecilla) y el Tranquilo de Tanes, ambos asturianos. Víctor Mayo, a pesar de ser un crío, los convenció para que le dejaran irse (volvía en bicicleta de una fiesta en un pueblo próximo a Laviana) con la promesa, que su padre cumplió, de hacerles llegar el dinero que les pidieron.

Me consta que la alcaldesa de La Vecilla intentó hacer a Víctor un homenaje como decano de los veraneantes del pueblo y por su contrastada calidad humana y amor a éste, pero Víctor se negó porque lo de los homenajes "no iba" con él. Quizá ahora que ya no puede impedirlo sea el momento de hacérselo.

Víctor Fernández García Jove (Víctor Mayo para todos) será enterrado esta tarde a las seis en Pola de Laviana, en Asturias.
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