Josefina Aldecoa, un nombre que muchos conocerán, pero solo de manera superficial. El día de hoy conoceréis la verdadera historia de esta escritora.
Recapitulemos, vayamos al año 1957, cuando Josefina solo tenía 31 años. En aquel entonces, era una muchacha con una vida de lo más normal, hasta que un día, todo eso cambió.
Una cálida mañana de julio, Josefina se encontraba dando un tranquilo paseo por las calles de su pueblo, La Robla, en dirección al mercado, donde iba a comprar fruta, cuando, de repente, un hombre delgado y alto, vestido con un sombrero, guantes y gabardina de negro riguroso, la agarró del brazo y se la llevó a una especie de callejón alejado de la muchedumbre.
Aldecoa, en ese momento, estaba paralizada del miedo, ¿Qué quería ese señor de ella? El extraño individuo se acercó a ella mientras metía la mano en su bolsillo y sacaba una especie de carta, todo eso sin decir ninguna palabra. Josefina la recogió con desconfianza; en la parte de atrás del sobre ponía lo siguiente: «No abrir al menos que sola». Volvió la mirada hacia el hombre, el cual le hizo un gesto con los dedos índice y corazón como señal de despedida y se fue. Josefina, al instante de verlo doblar la esquina, se apresuró y, sin levantar ninguna sospecha, llegó a su casa en cuestión de minutos.
Preparó la comida y limpió la casa, y se dispuso a abrir por fin el sobre; pero justo cuando estaba a punto de sacar la carta…
-¡Querida, llegué a casa!
Con un rápido movimiento, escondió el mensaje dentro del cajón de la mesa de la cocina
-¿Qué estabas haciendo? –pregunta el marido.
-Ehh… nada amor. ¿Cómo ha ido tu día?- contestó Josefina.
Una vez terminada la conversación, y con su cónyuge fuera de casa, era el momento perfecto. Rescató el sobre de dónde lo había dejado y lo abrió. Nunca había visto una invitación tan extravagante, sobre todo porque era un folio en blanco, escrito con tinta negr, y lo único que ponía en él era una pequeña adivinanza con una fecha y una hora.
«Dónde los coches nadan, los peces juegan y los niños pasan por encima».
24- 7- 1957/ 20:00h.
Llegó el día y Josefina todavía no había resuelto el acertijo. Mientras desayunaba, lo volvió a leer; y esta vez, lo consiguió enfocar de una manera diferente. Claro que con ese orden de palabras no tenía sentido, pero si cambiamos unas palabras por otras… quedaría la frase:
«Dónde los peces nadan, los niños juegan y los coches pasan por encima».
Ahora todo cobró sentido, y justo sabía a qué lugar se refería.
Llegó a su destino sobre las 19:30 y esperó a que llegara la hora acordada. Nada más el reloj dio las 20:00 salió de la esquina el mismo hombre del otro día. Pero esta vez, el hombre sí le dirigió palabra. Le dijo que debía descifrar el número para poder pasar, pero no especificó a dónde. Josefina, se quedó un momento pensando, al rato le dijo la respuesta. El número era correcto. Y se abrió una puerta enfrente de ella, justo debajo del puente del pueblo de al lado, La Magdalena. Entró dentro de la sala, la cual no era muy grande, pero se veía que contaba con unas tecnologías demasiado adelantadas a la época. El señor se presentó y le hizo un tour por la sala mientras le presentaba a las personas que se encontraban ahí, aparentemente trabajando. Una vez acabada la visita se reunieron todos y le comunicaron a Josefina que era la elegida para desempeñar el oficio de detective. Aldecoa se sorprendió, pero aceptó al instante. Aunque fuera peligroso –sabía los riesgos a los que se enfrentaba– un poco de emoción en la vida no le viene mal a nadie. Desde ese entonces, Josefina, empezó a trabajar de detective en misiones altamente secretas y de gran importancia para mantener el orden de la población, a la vez que ocultaba su verdadera identidad al mundo.
Ese secreto conllevaba una gran responsabilidad. Hubo momentos en los que ella, no pudo aguantar más el silencio, claro que nunca le contó a nadie su secreto; pero lo escribió todo en su primer libro, A ninguna parte. En él se relataban las primeras misiones en su oficio, emociones que ella sentía en ese momento y como conseguía llevar esa vida; eso sí, el libro nunca saldría a la luz.
Su marido sospechaba, al verla escribir tanto por el día y la noche, por lo que Aldecoa, se vio obligada a escribir un libro totalmente parecido al original. Le puso el mismo título, solo que, en vez de las historias de sus primeras misiones, trataba sobre cuentos sociales, con crítica social. Este, fue muy apoyado por la población por lo que escribió muchos más, un total de veintiún libros, contando con su libro secreto.
Tristemente, el 16 de marzo de 2011 falleció. Tras la muerte, mientras su marido ordenaba sus cosas con melancolía y tristeza encontró su primer libro, el original. Se lo acabó el mismo día ya que le encantó nada más empezó a leerlo. En la última página, Josefina le había dejado un mensaje, el cual decía «Ignacio, has sido un marido genial, nunca me has tratado mal. Te debo decir la verdad, aunque supongo que llegados a este punto ya la sepas. Era una espía, una gran espía, por eso me ausentaba tanto estos últimos años. Lo único que deseo que sepas es que siempre te querré y desearía que este libro se publicara. Un abrazo, tu mujer, Josefina Aldecoa».