La vida no siempre es justa

Pedro Ludena comenta la película de Clint Eastwood, 'Juzgado Nº 2'

29/11/2024
 Actualizado a 29/11/2024
El actor británico Nicholas Hoult protagoniza la cinta dirigida por Clint Eastwood, ‘Jurado Nº 2’. | L.N.C.
El actor británico Nicholas Hoult protagoniza la cinta dirigida por Clint Eastwood, ‘Jurado Nº 2’. | L.N.C.

‘Jurado Nº 2’
Director: Clint Eastwood
Intérpretes: Nicholas Hoult, Toni Colette, Zoey Deutch, J.K. Simmons
Género: Drama/ Suspense
Duración: 114 minutos

Clint Eastwood se despide de la gran pantalla con un drama judicial que examina el precio a pagar por tener la conciencia tranquila en un sistema imperfecto y cruel, erigido sobre el sacrificio de vidas enteras inocentes por errores fortuitos no culpables, para el mantenimiento de un orden necesariamente ciego, pero no siempre justo.

Su última película nos pone en la piel del ‘Jurado Nº2’ de un juicio por asesinato, en el que este descubre que pudo haber sido, accidentalmente, el verdadero responsable de la muerte de la víctima, por lo que tratará de demostrar la inocencia del acusado mientras cubre sus propias huellas, tratando de escapar de la encrucijada moral en la que se halla atrapado.

Clint, ‘El último vaquero’, Eastwood es una leyenda viva del séptimo arte. A sus 94 años de edad ha demostrado más que de sobra su versatilidad tanto delante como detrás de la cámara, firmando una de las carreras más longevas y exitosas de la historia de la industria. En los más de cincuenta años y cuarenta películas que ha dirigido, el californiano ha sido uno de los máximos exponentes del cine clásico americano, prescindiendo de cualquier tipo de añadidos en sus obras y presentando historias en bruto, que funcionan a fuerza de guion y de grandes actuaciones, a veces gracias a la suya propia. Pero este estilo clásico en su cine no es lo único que ha heredado del género ‘western’ que le vio nacer como cineasta. Las películas de Eastwood a menudo están protagonizadas por personajes solitarios, maltratados por las adversidades de la vida y perseguidos por sus propios errores. Da igual el lienzo, un hombre que busca la justicia a través de la venganza (’El fuera de la ley’, ‘Mystic River’), soldados atormentados por sus demonios (’Banderas de nuestros padres’, ‘American Sniper’), criminales forzosos (’Un mundo perfecto’, ‘Mula’), héroes demonizados por la sociedad (’Sully’, ‘Richard Jewell’) e incluso amantes prohibidos, como en ‘Los puentes de Madison’; las obras del director siempre han tenido delgado un hilo conductor: la culpa, una emoción tan compleja que Eastwood le ha dedicado casi toda filmografía a presentar cada una de sus facetas. El peso de esta puede recaer en un inocente, como en ‘Richard Jewell’, en un hombre redimido, como en ‘Sin perdón’, en una buena persona, como en ‘El intercambio’, o, como es el caso del ‘Jurado Nº2’, en alguien que reúne todas esas cualidades. El director se despide así con la culminación de toda una obra marcada por un sentimiento, que en esta última instancia explora más profundamente que nunca, no como una nota al pie, como en otros de sus dramas, sino como el punto central de la trama. 

 

‘Jurado Nº2’ se desarrolla en dos mitades bien delimitadas. La primera cubre el juicio oral en el que el protagonista participa como jurado, donde tenemos los momentos típicos de todo drama judicial: el interrogatorio de los testigos, la declaración del acusado, los alegatos de la fiscalía y la defensa, etc. Una secuencia de escenas que podrían resultar tediosas después de verlas por enésima vez en otra película, pero que Eastwood sabe concatenar con fluidez, alternando entre diferentes relatos y versiones de la historia, con sus ligeras variaciones entre unas y otras, y, como buen drama judicial, sin olvidarse de la tragedia y de las víctimas del proceso, recordando constantemente al espectador las vidas que hay en juego, manteniendo así la tensión. Mientras que la segunda se centra en la deliberación del jurado, a lo ‘12 hombres sin piedad’, momento en el que la película frena brevemente. Aunque la intriga no tarda en resurgir a medida que la fiscal se va acercando más y más a la verdad. Un suspense que se mantiene gracias a la empatía que se genera con el protagonista, un tipo tan felizmente normal que podría ser cualquiera, y ahí reside la constante fuente de angustia de ‘Jurado Nº2’. La película hace las veces de fiscal y abogado, argumentando detenidamente las razones para entregarse o condenar a un inocente, convirtiendo a la audiencia a su vez en el jurado, que deberá emitir un verdecito sobre qué es lo correcto, o más importante aún, qué es lo que harían en su lugar.

Para su último trabajo, el director de ‘Sin perdón’, que tantas veces ha filmado a sus protagonistas tomándose la justicia por su mano, parece rendirse ante la inexorabilidad del sistema judicial. Aún sigue creyendo en el sentido del deber individual y no niega las imperfecciones de un sistema basado en la opinión de jurados, entre los que la ética palidece frente al egoísmo y la pasividad de quien no valora la vida que tiene en sus manos; pero reconoce la necesidad de mantener la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. ‘Jurado Nº2’ ofrece un último vistazo al Eastwood más inclemente, que no se venga a tiros de los malos, sino que asume el sacrificio de unos pocos hombres buenos para la salvaguarda de una idea tan frágil como cimental para la sociedad. La película no es ciega ante las circunstancias de sus personajes, ni ante las consecuencias de enjuiciar la verdad, pero se venda los ojos para tratar de mantener una justicia que no siempre es justa, pero es orden. 

‘Jurado Nº2’ refleja el doble filo de la moral, un valor en decadencia, sagrado para muchos pero generalmente ignorado por una sociedad más preocupada de seguir adelante que por quien se queda atrás. Una armonía despiadada que se considera justa, pero ¿qué es la justicia sino una construcción social?. Tener la conciencia tranquila puede salirte muy caro, queriendo sanar tu culpa puedes acabar encontrando un remedio mucho peor que la enfermedad. Eastwood no ha perdido la fe en esa dolencia crónica que es la moral, más expone que, a día de hoy, el hombre bueno no es un héroe, sino un mártir.

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