Hay elementos arquitectónicos que permanecen asociados a imágenes, que en un principio nada tienen que ver con ellos, por un nexo en apariencia indisoluble, como, por ejemplo, la estatua de la diosa Cibeles y las aglomeraciones de hinchas del Real Madrid celebrando allí sus gestas. En apariencia tampoco nada tenía que ver la Catedral de León, un espacio destinado al culto divino, con un animal asociado a lo siniestro como es el grajo, pero esos grajos y la Catedral forman parte del imaginario de la ciudad. Escritores como Luis Mateo Díez con su grajicida canónigo don Santos o Juan Pedro Aparicio con el esquizo personaje David Habad se refieren a ambos y los traban en una estrecha ligazón. Más modesta, aunque no por ello menos interesante, la aportación a ese imaginario de Cesar Pastor Diez, publicado en La Nueva Crónica en la Tribuna de Opinión un remoto 8 de abril de 2017 titulada ‘Los grajos de la catedral de León y otras cosas de León’. En su artículo Cesar Pastor Díez compara el vuelo de los grajos con un minué bailado en «honor de las góticas agujas catedralicias donde ellos encontraban cobijo». Eso es lo que tiene el imaginario colectivo, la fecundidad y libertad de sus imágenes; donde Pastor Díez ve un minué grácil otro verá una acumulación fatídica de puntos negros.
La enciclopedia Labor – el placer de prescindir de Google y poder oler papel impreso – define y enumera las familias de córvidos: «Son grandes, con el pico fuerte y grueso, algo encorvado anteriormente; están extendidos por todo el mundo. El cuervo (Corvus corax) tiene el plumaje negro, anida en los árboles altos o en los riscos; se alimenta de insectos, pequeños mamíferos, reptiles y carnes en putrefacción; vive 20 años en cautividad; abunda en la región paleártica, incluyendo España; la graja (C. corone) es parecida al cuervo pero menor; la chova (C. frugilevus) cría en el norte de Europa, donde causa daños en los cultivos, e inverna en España. La grajilla (Coleeus monedula) es más pequeña y se alimenta de bellotas. La urraca o márica (Pica pica) es negra y blanca, con cola larga, y tiene la costumbre de esconder numerosos objetos; vive en España. El rabilargo (Cyanopolius cooki) tiene el plumaje rojo y azul, vive en la Península Ibérica. El arrendajo o grajo Garrulus glandarius) posee un moño eréctil de plumas blancas y negras y es muy frecuente en los bosques españoles, alimentándose de huevos y pajarillos. El partenueces (Nucifraga caryocatactes) cría en el norte de Europa y Siberia». La imagen del «arrendajo o grajo» que acompaña al artículo siembra la confusión. No es el grajo conocido, pero errar es algo humano.
Si es placentero poder leer aún viejas enciclopedias, también apetece «navegar» y asomarse al abanico de posibilidades de información que ofrece. Resultado de esa navegación es una página web titulada ‘Los córvidos en la provincia de León’, de Javier García Fernández. En ella descubrimos que la provincia de León cuenta con una discreta representación de las más de ciento veinte especies que constituyen la numerosa familia de los córvidos, una muestra de arrendajos, rabilargos, urracas, chovas piquigualdas y piquirrojas, grajillas, grajas, cornejas negras y cuervos, todos sedentarios excepto el rabilargo cuya presencia es ocasional. Sobre las grajas, que es el ave que nos ocupa, es la especie más peculiar de la provincia y que «mantiene en ciudades como León y La Bañeza y su entorno y en el Páramo Leonés la única población reproductora de toda la Península Ibérica». Nada explica esta singularidad de la presencia de un poco más de un millar de parejas «que tienen sus vecinos más cercanos en Francia y que es común en Gran Bretaña y en muchos países del Este y Centroeuropa». Hace décadas estas aves centroeuropeas y rusas recalaban en la provincia en su periplo migratorio. Y volviendo al papel impreso, Reiner Stach en su biografía sobre Kafka nos ofrece un dato curioso, la palabra checa para denominar al grajo es ‘kavk’, equivalente a Kafka.