Y Socorro tenía en sus manos las manos de Sinesio

Socorro y Sinesio, "amor a los 90... y siete". La historia de amor de estos dos ancianos que siempre paseaban de la mano enganchó a los leoneses, se hizo viral, también mural... Este lunes Socorro se apagó, en sus manos tenía las manos de Sinesio

Fulgencio Fernández
03/04/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Imagen del mural que Sergio Canga dedicó a la pareja en Ciñera. | L.N.C.
Imagen del mural que Sergio Canga dedicó a la pareja en Ciñera. | L.N.C.
La pregunta que más se repetía este lunes en el Tanatorio de León, en la Sala donde se velaba a Socorro Negral Herrero, era «¿y Sinesio, cómo está?».

Y es que Socorro Negral no existía. Y Sinesio Quiñones tampoco. Eran Socorro y Sinesio, los del «amor a los noventa... y siete», los ancianos que siempre paseaban de la mano desde la Granja hasta El Cid, los que se fueron juntos para una residencia de ancianos cuando ya no era posible el paseo por la ciudad, los que tomaron por asalto las redes sociales en cuanto Miguel Loureiro colgó su foto, los que se hicieron mural en Ciñera de la mano de Sergio Canga... Dos ancianos anónimos hasta que su emocionado nieto José Ramón desveló quiénes eran. El mismo que ayer también se preocupaba por su abuelo, pues Sinesio fue quien estuvo al lado de la abuela hasta su último suspiro, cogidos de la mano. «Está mal, y, sobre todo, está muy triste», respondía a la pregunta más repetida para añadir que tampoco él los podía imaginar separados.

Tal vez la explicación está en cómo se alimentó esta historia de amor que enganchó a muchos leoneses como ninguna otra, pues se intuía que era mucho más que el simple hecho de ver a dos ancianos caminar de la mano. Una mano cogida y en la otra la cacha de la ancianidad. Una historia que arrancó allá en las tierras del sur de la provincia, en Zalamillas y Castilfalé, donde los dos se dedicaban a la agricultura y la ganadería en aquellos duros años de la posguerra a los que sólo ponía una pizca de alegría el acudir a las fiestas de los pueblos. Sinesio fue andando — entonces no había paseos— a las fiestas de Castilfalé, sacó a bailar a Socorro... «y todo fue muy rápido, parece que cuando la vi...».

En Zalamillas, este lunes de luto y pena, siguieron alimentando la historia trabajando codo con codo, celebraron tres hijos y ya les gustaba pasear. «A la abuela le gustaba volver al pueblo para ir hasta el cementerio y visitar la tumba de la familia. Como sólo hay cinco kilómetros muchas veces los recorrían andando».

Trabajadores. Cercanos. Buenos vecinos. Y muy familiares, por ello cuando su larga vida laboral les llevó a la jubilación decidieron venir para León para estar más cerca de sus hijos y nietos. Para pasear. Para disfrutar cogidos de la mano. Hasta los 97 (Sinesio ya hizo 98).

Cuentan siempre de Machado que cuando falleció buscaron en su bolso y llevaba su último poema, dos versos —«Estos días azules, y este sol de la infancia», una última mirada desde el exilio a sus recuerdos—; cuentan que cuando a Socorro se le apagó el último aliento le fueron a buscar en sus manos y llevaba... las manos de Sinesio.

Por eso, la pregunta más repetida era «¿cómo está Sinesio?».
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