En la película titulada ‘Después de tantos años’ (1994), que Ricardo Franco rodó como conti-nuación al descarnado film ‘El desencanto’ (1976) de Jaime Chávarri sobre la astorgana familia Panero, hay una secuencia con un gran plano general de una zona ferroviaria que atraviesa lentamente un tren con música melancólica de fondo. Luego aparece Michi, el pequeño de los hermanos Panero, muy deteriorado entre las tinieblas del piso devastado de la calle Ibiza en el que habían sido tan felices en Madrid. A partir de ahí Ricardo Franco va montando en paralelo los monólogos de los tres hermanos en los que unos hablan de los otros. Leopoldo recita, mientras teclea en una máquina de escribir, el conocido poema suyo en el que avisa al hombre normal que se cruza con el esperpento de que no yace así, entre sepulcros, por matar al pelícano sino por azar y por nada. Michi se irrita porque dice que nadie sabe lo que es vivir con alguien como Leopoldo, que nadie se imagina hasta qué punto es atroz vivir con alguien que se dedica a ser poeta maldito y loco a jornada completa; asegura que los que le preguntan por qué no va a visitarle son los mismos que huyen «a Civitavecchia cuando se enteran de que Leopoldo viene a Madrid, o que se ha escapado del manicomio» y los primeros en presumir, cuando no está, de que son amigos suyos en «un cafelito de tres al cuarto» en el que se reúnen los círculos literarios, «la típica izquierda hortera madrileña que no sabe hacer un mal poema».
Lo que más llama la atención de entrada en este libro que aparece publicado ahora —después del título: ‘Yo maté a Leopoldo María Panero’— es precisamente que su autora, Henar Galán, contradiciendo esta imagen de estampida general en torno a Leopoldo María que describe su hermano, se ofreciera a acompañar al poeta durante dos semanas a América para asistir a un congreso literario en Guayaquil. La misión le llegó de rebote porque Bruno Montané —quizás el último infrarrealista de los de Bolaño—, que había hecho un viaje similar con él años atrás a Chile, no podía ir.
En las páginas de este volumen encontramos el relato de esos días que se organiza en forma de diario y que enseguida pierde el tono meditativo y relajado del principio para entrar en la dinámica frenética del poeta, urgido a todas horas por fumar, beber y orinar. Al sentir el avión elevarse sobre el océano abandonando el país exclama Leopoldo: «Spain is pain». El poeta dicta, genializa y disparata con la misma velocidad con la que ingiere cocacolas, con la misma celeridad con la que consume cartones enteros de cigarrillos: «El tabaco —ironiza— cura el asma y ayuda a respirar». Cuando en el hotel se le reprocha que abandona la higiene personal responde: «¡Odiáis el cuerpo!». A la autora le viene a la mente el símil de la ‘stultifera navis’, el barco de los locos que está lleno de inventos y de dolor: «Conmigo han descubierto que la locura es reversible, unas veces estoy loco y otras no».
Henar Galán consigue construir con materiales muy dispares un libro que atrapa combinando las dosis exactas de cada uno, de locura, de poesía, de gentes que pasan, de ciudad, de viaje, de humor, de citas, de reflexiones o de ella misma…
Al pasar de las páginas lo que el lector encuentra es un relato lleno de humanidad que nos acerca a lo que fue Leopoldo María Panero sin mitificarlo y con la piedad justa, que es precisamente la que explica el llamativo título. «¿Sabes lo que me dice Dios telepáticamente? —anota la autora en un momento del viaje— Tú eres mi vida y mi muerte, no debería quererte y sin embargo te quiero».
'Yo maté a Leopoldo María Panero'
Aparece un libro de Henar Galán que recoge el viaje que el poeta, perteneciente a la mítica saga astorgana, realizó en 2010 a Guayaquil en Ecuador
01/06/2019
Actualizado a
19/09/2019
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