Los lectores de los diarios de Andrés Trapiello encontrarán aquí la precuela de ellos, presentada desde la atalaya de los años y después de más de once mil páginas de experiencia escritora. En los pasajes dedicados a sus primeras estancias en la capital con diecisiete años, se narran los pasos solitarios del joven melancólico que ve su futuro borroso y que camina sin parar con el telón de fondo de una ciudad vieja a la cual se va aproximando como lo hicieron a otras urbes los protagonistas de la novela picaresca para perder la inocencia. Soledad, pobreza, extrañeza, indeterminación, huellas del pasado… tipos humanos trágicos y cómicos entre los palacios y las chabolas…

Lo que presenta este libro es la ciudad vista por un escritor del siglo XXI enamorado del XIX, que lo explora como un arqueólogo, doliéndose a veces de no ser capaz de vivir su tiempo, dando explicaciones, descubriendo para el mundo a Galdós o a Cervantes como si no fueran los colosos que son, como si no tuvieran monumentos, calles, colegios y no se les leyese en las universidades y bibliotecas… Todo lo cual le convierte en un escritor único y, paradójicamente, moderno por no querer serlo, por inventar una forma vieja de sentirse extraño que lo vuelve nuevo. Si el Museo Romántico fue el templo donde se reveló la naturaleza de la sensibilidad del escritor en el Rastro se obraron los milagros de que lo viejo apareciese como nuevo con la emoción de lo original: lo que estaba a punto de desaparecer como lo que nacía, o resucitaba, retando en duelo a la verdad del paso del tiempo.