Uno de los grandes placeres del verano, cuando uno cuenta con más tiempo por delante (luego descubres que tampoco es tanto), reside en leer libros que hablan de otros libros. Y, por supuesto, de otros autores. Me aficioné en la juventud con ‘Aspectos de la novela’, de E. M. Forster, un libro emblemático para entender la literatura, que en realidad no es otra cosa que la compilación de algunas conferencias del afamado novelista en el Trinity College.
Si E. M. Forster me enseñó la importancia de entender a los autores, no sólo a través de sus vidas, a veces truculentas (pero otras muy aburridas), sino, sobre todo, a través de su concepción de la novela, de su particular forma de narrar, otros grandes genios me han ayudado a comprender la evolución de la literatura en determinado país o en una determinada época. Permítanme que sienta debilidad por esa visión cósmica, aunque al tiempo íntima, de escritores como Jorge Luis Borges o Vladimir Nabokov, quienes dedicaron muchas horas de su vida a la enseñanza de lo literario, siendo ellos mismos autores excelsos.
Aunque se dice que rara vez los escritores son certeros a la hora de hablar de sí mismos, o de sus contemporáneos, algunos ejercieron la docencia o dieron conferencias en universidades muy reconocidas, se preocuparon, en suma, por otros escritores, y no sólo Miguel de Cervantes, Shakespeare o Dante, como suele suceder, sino otros muchos, algunos amigos, puede que enemigos, y, por supuesto, coetáneos suyos.
Por supuesto, las conferencias de Borges nos han ilustrado mucho en este sentido. Como el ‘Curso de literatura inglesa de la Universidad de Buenos Aires’, que Lumen publicó, si no me equivoco, hace poco más de un año. Y también me parece muy necesaria la mirada de Nabokov, cuyo ‘Curso de literatura europea’, que reúne algunas de sus conferencias en Cornell, sigo manejando en numerosas ocasiones, casi como un libro de cabecera. Y sin preocuparme mucho de que algunos discrepen de sus ideas, de su acercamiento literario o de su coherencia, porque, como sucede siempre, y también ocurre con los cursos dictados por Cortázar en Berkeley (pueden leerse en Alfaguara), por citar otro texto sobre literatura bien conocido, la mayoría de estas compilaciones no responde exactamente al proyecto del autor, ni pasan a veces de ser resúmenes de notas no profundamente elaboradas, sino deliciosamente espontáneas. Y, aun así, no dejan de resultarme ilustrativas y emocionantes.
Este verano ha caído en mis manos un libro semejante, absolutamente nuevo, pero deudor de los analistas profundos, que sin embargo no rehúsan el lado emocional de la literatura y su imbricación en la historia. Me refiero a ‘Sin tiempo para el adiós’, de Mercedes Monmany, publicado por Galaxia Gutenberg. He aquí un largo y muy documentado viaje (son 540 páginas) al corazón de algunos autores, de sus obras y de sus vidas (azarosas y duras), algo a lo que Monmany nos tiene perfectamente acostumbrados, pues conoce muy bien el territorio en el que se mueve. El libro, extraordinario, lleva como subtítulo ‘Exiliados y emigrados en la literatura del siglo XX’. Y creo que ese subtítulo lo dice todo.
Ahora que las fronteras han vuelto a erizarse en muchos lugares y que el odio se siembra a menudo con fiereza, ahora que los exilios han vuelto a ser una moneda amarga y las migraciones pueblan otra vez los mapas, incluso los mapas más cercanos, el libro de Mercedes Monmany me parece de una gran oportunidad. No sólo para recordarnos (parece que hace falta) lo que sucedió en la Europa del siglo XX, sino para recordar también cómo el nazismo, la guerra, el racismo, el fanatismo, la violencia, la intolerancia, en suma, influyeron poderosamente en la destrucción de la libertad creadora, y obligaron a muchos autores (y a muchos artistas) a escapar lejos de su patria, a esconderse, o, en el colmo de la desesperación, a desaparecer para siempre de la faz de la tierra. Nunca aprendemos lo suficiente de la Historia, y es posible que a los más jóvenes, y no sólo a ellos, les resulte útil conocer con qué facilidad se toma a veces la senda de la injusticia y del desastre.
‘Sin tiempo para el adiós’, el libro de Monmany, es, en efecto, uno de esos grandes libros sobre la literatura y sobre cómo se puede destruir la libertad de los creadores. Es, también, un gran retablo de la Europa del medio siglo, sobre todo de la Europa central, donde se acumulaba una enorme cantidad de talento literario. No sólo es un libro sobre los exiliados alemanes que huían de Hitler, aunque sí fundamentalmente, sino el dibujo detallado de un paisaje abrumador en una Europa de entreguerras, cambiante e impredecible, el trazado de un mapa laberíntico de viajes y rutas, que, vistos en su conjunto, nos hablan de hasta dónde puede llegar la persecución de las ideas y del talento. No es algo que debamos pensar sólo en clave del pasado.
Por este libro caminan, a menudo entre el miedo y la bruma, nombres fascinantes de la literatura europea. Muchos han alcanzado la gloria con el paso del tiempo, fueron capaces de recuperar su pulso creador en otros lugares, pero otros se han quedado en segundo plano, o se suicidaron, como Walter Benjamin, en Portbou, antes de conocer el desenlace de tanta locura. Así sucedió la diáspora desde la Alemania de Weimar, que afectó a muchos escritores judíos, pero no sólo, y que provocó un exilio brutal, una huida desesperada “de aquel mundo amenazado y aterrorizado”.
Monmany dibuja con mano maestra, con gran detalle también y profusión de datos, el gran viaje de lo que se llamó la Exilliteratur, que llevó a tantos grandes autores (la gran mayoría de ellos forma el corazón de la memoria literaria de la Europa de la época) a lugares como Londres, Moscú, Nueva York, Los Ángeles, México, Río o Estocolmo, por citar sólo algunos. Y nosotros, tal sólo con recordar el exilio español, podemos entender muy bien lo que esto significó y cómo la barbarie se elevó sobre el dolor.
El libro aborda muchas vidas sometidas a la emigración, el desarraigo y el exilio. Desde Robert Musil (‘El hombre sin atributos’, a la altura de las grandes obras europeas, como ‘Ulises’), a la familia Mann (Klaus Mann: ‘El volcán’), Joseph Roth, Nabokov, Alfred Döblin, Cesare Pavese, Yorgos Seferis, Czselaw Milosz, Joseph Brodsky, Stefan Zweig (‘El hombre de ayer’) o María Zambrano. Entre otros muchos. ‘Sin tiempo para el adiós’, el libro de Monmany, resulta imprescindible para entender el porqué de Europa, la necesidad de Europa, y la fuerza de la libertad creadora frente al horror.
Los escritores del verano (II)
09/08/2021
Actualizado a
09/08/2021
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