Los tafarrones (re)tomaron las calles de Rodiezmo

El día de Año Nuevo, después de muchos años sin celebrarse, algunos de sus personajes volvieron a recorrer las calles de esta localidad de la Tercia de los Argüellos... y parece que lo han hecho para quedarse

Iván M. Lobo / Fulgencio Fernández
03/01/2018
 Actualizado a 19/09/2019
‘Foto de familia’ de los personajes de los tafarrones de Rodiezmo con algunos de los vecinos de esta localidad de la Tercia . | IVÁN M. LOBO
‘Foto de familia’ de los personajes de los tafarrones de Rodiezmo con algunos de los vecinos de esta localidad de la Tercia . | IVÁN M. LOBO
Los personajes de los tafarrones volvieron a correr por las calles de Rodiezmo, un tesoro etnográfico que se mantiene fiel a como se realizaba en los años 60 del pasado siglo. Todos estaban expectanes a la salida de misa de los Tafarrones. Los más pequeños, por conocer lo que les han contado, y los mayores, para recordar lo que un día vivieron. En Rodiezmo se unieron este primero de enero por la mañana  varias generaciones para dar vida a esta mascarada, una de las primeras mascaradas de invierno que tenía lugar en la provincia leonesa, un rito ancestral de influjo pagano y que sobrevivió a la cristianización por medio de su trasformación. Muy pocos hoy recuerdan las correrías de los niños por las calles en penumbra de Rodiezmo haciendo sonar los cencerros atados a la cintura del Tafarrón mayor.

Los tafarrones acudieron a misa con la cara descubierta, tal y como manda la tradición, e incluso consagraron con los cencerros del tafarrón grande. Mientras tanto, la espectación aumentaba en los que no acudieron a la celebración cristriana, y permanecían atentos a la puerta de la iglesia para ver salir el recuerdo de unos personajes, o la novedad en los más pequeños. Fue en ese momento cuando apareció el tafarrón mayor, haciendo ruido con sus tres cencerros y con una careta de piel que le cubría el rostro, de la que sobresalía hacia adelante una especie de espolón del que pendían cerras de colores. Vestido con pieles y trozos de saco y telas, a tiras, llevaba dos espadones de varas de madreñas, que iba entrechocando y persiguiendo a los más pequeños.

Tras él apareció la güela y el güelo, que vistiendo farrapos se entremezclaron entre la gente. Estos güelos que son corrientes en otras mascaradas, sobre todo la güela o vieya, que representa a la madre naturaleza. Este personaje es común en muchas de estas manifestaciones de invierno, muchas hilan y otras paren algo muerto, como gran madre de todos. Antiguamente la güela tenía una gran chepa y el güelo golpeaba con una gran maza.

A la puerta quedó el barbero, con un taburete y un mono blanco, y su ayudante femenina, un hombre transvestido, para que brochazo arriba y brochazo abajo, afeita a los paisanos que conservan la barba, ya sea por las buenas o por las malas, ayudado del resto de tafarrones, y requiriendo propina por el servicio. Por último, el mariquita, otro personaje transvestido y procedente de la teatralización más reciente de esta tradición, echó perfume al personal a diestro y siniestro.

Inmediatamente después fueron casa por casa pidiendo el aguinaldo como antiguamente se hacía, para acabar con el ritual de la güela parturienta, y el «especial» bautizo posterior del muñeco que hace las veces de niño, ya que el güelo al ver que no era suyo, lo echó al río. Lo obtenido de la petición del aguinado antiguamente iba para una cena de mozos como ocurría en la mayoría de mascaradas de la península, que en esta ocasión acabará en la comisión de fiestas, que  han sido los que han recuperado los tafarrones de Rodiezmo.

Así han regresado a las calles de Rodiezmo viejos ritos, y lo que parece igual de interesante, recupera este pueblo su «fama» de mantener vivo un rico patrimonio etnográfico. Siempre había sido Rodiezmo un referente en las celebraciones festivas de todo tipo, con personajes que forman parte de la leyenda de la comarca —como el añorado Nemesio— y teniendo siempre los tafarrones un hueco en estos recuerdos, pero se habían dejado perder desde hace más de treinta años años y esta recuperación puede considerarse una gran noticia... y más si se mantiene esa intención de regresar para quedarse. Parece significativo que las modernas fiestas busquen «ayuda» en las viejas tradiciones.  

Sobre la larga historia de los tafarrones la desaparecida revista ‘Los Argüellos leoneses’, en su número I de 1.984 se hizo eco de esta antigua celebración, propiciando, quizás, su nueva puesta en escena en el año 1985, gracias a un grupo de personas que de forma entusiasta rescataron durante tres años, pero la falta de ánimo y apoyo de algunas gentes arrumbó su renacimiento. Estas tradiciones deberían de mimarse desde las administraciones ya que suponen un patrimonio inmaterial que deberían tener todas su Declaración de Bien de Interés Cultural, tal y como se está procediendo en las comunidades autónomas cercana a la nuestra.
Lo más leído