La ong Greenpeace acaba de publicar el informe «Haciendo trampas al clima», según el cual «muchas de las grandes empresas españolas hacen trampas al clima, como BBVA, Campofrío, Ecoembes, Endesa, Iberia y un largo número de corporaciones que dicen una cosa y hacen otra».
El catálogo de trampas y estafas detectadas por Greenpeace estremece: buenismo corporativo, apelar a la neutralidad ecológica que no cumplen, cambiar los nombres de las cosas, trucar la contabilidad de emisiones, comprar energía verde, plantar árboles como coartada; y la captura y almacenamiento de carbono, como hacen Energy y Repsol.
Lo que está ocurriendo es que la ecología, la transición ecológica y «lo verde» están ganando cada día un prestigio merecido en todos los ámbitos sociales -aunque muchos terraplanistas se sigan riendo de nosotros, los ecologistas-.
Viste bien, y queda elegante y progre, colgarse las etiquetas -bio y -eco, mientras tiramos bolsas de plástico, compramos fruta de árboles fumigados con pesticidas o ridiculizamos el coche eléctrico: quita pallá, ignorante, no hay ni dónde enchufarlo, donde esté un buen gasolina con reprís de 0 a 100 en cinco segundos. Y así todo.
Hay mucho ruido y pocas nueces, muchos activistas de boquilla contra el cambio climático, presentes en toda la sociedad: empresas, sindicatos, alcaldes, concejales, representantes políticos, partidos y partidillos, vecinos y vecinas. Cada dos días, hay una empresa o un preboste que firma la declaración de emergencia climática con una mano y el pedido de sacos a una cementera tóxica con la otra. Luego, la cementera, la eléctrica, la gasista o la de los envases -todas ellas oligopolios con privilegios rancios y puertas giratorias bien engrasadas- pagan la cena de Navidad, la campaña electoral, la cuchipanda, el certamen de música, el yate para las vacaciones del alcalde, el coto de caza o el meneo. Está pasando.
Pero, si nos ponemos serios, con el informe de Greenpeace sobre la mesa, ¿cuántos ciudadanos, cuántos ayuntamientos y cuántas empresas cumplen sus obligaciones ecológicas? Reciclar ya no es una opción, es un deber. Reducir emisiones de CO2 tampoco es un capricho, sino una necesidad tan urgente como la vacuna COVID.
«Cada vez es más habitual -dice Greenpeace- escuchar a empresas afirmar que su objetivo es ser neutras en carbono. Pero, ¿qué significa esto? Se consigue ser neutro en emisiones de gases de efecto invernadero cuando se emite a la atmósfera la misma cantidad de gases de efecto invernadero que se retira por distintas vías. Y se sabe que se ha alcanzado neutralidad cuando el resultado de restar a las emisiones brutas producidas, las emisiones absorbidas o compensadas es cero».
Pensando en nuestra comarca -tan despreciada y ninguneada-, ¿cuántos ayuntamientos bercianos son neutros en emisión de carbono? ¿Qué empresas bercianas están realizando acciones para eliminar o reducir al mínimo sus emisiones de CO2, es decir, su contribución neta al calentamiento del Bierzo y del planeta? Estamos impacientes a la espera de los informes habituales de los círculos de empresarios subvencionados. Para todos ellos, Greenpeace propone condicionar las ayudas públicas y los rescates del Estado al cumplimiento de la hoja de ruta de la descarbonización de la economía española. Dicho de otro modo: ni un euro de ayuda o subvención pública para un ayuntamiento o empresa que sigan produciendo emisiones de carbono, contaminando el aire o el subsuelo. Subvención cero -y penalización de emisiones y prácticas contaminantes- es el único lenguaje que entienden. Sin más excusas.
En El Bierzo, como en el resto del país, estamos muy lejos de afrontar con rigor el cambio climático y aplicar las recomendaciones científicas para no superar el 1,5ºC de aumento de la temperatura global. El prestigio de lo ecológico encubre el cachondeo hipócrita. Es el llamado ‘greenwashing’ (lavado verde de cara y culo, en traducción libre), es decir, comprar imagen con técnicas de lobby, publicidad y patrocinio, mientras se esconde la basura debajo de la alfombra, o se emiten dioxinas a los cuatro vientos.
Y ojo, quienes más contaminan son los que más nos mienten: cuanto más peligrosa es la actividad, más veréis a esas empresas tóxicas disfrazarse de lagarterana y vendernos su buenrollismo, tipo Campofrío -por citar un ejemplo del informe de Greenpeace- y su sensiblero anuncio de Navidad, mientras su actividad industrial contribuye a la destrucción del planeta.
Así pues -señores, señoras y señoros de la mesa, de la cama redonda, de la cosa empresarial, de la cámara subvencionada y de la adoración nocturna-, les traigo un encargo de parte de Greenpeace: hagamos el inventario de los ayuntamientos y las empresas trileras que hacen trampas al clima en El Bierzo; y para ellas, subvención CERO.
Hagamos la lista negra de los ayuntamientos tramposos y las empresas tóxicas, y clavémosla en la puerta de la Ciudad de la Energía como Lutero clavó sus tesis en la catedral de Wittenberg. Yo les daría unos cuantos nombres y apellidos, pero mi madre me riñe, el médico me lo desaconseja y este periódico no publica pornografía en horario infantil.
Los trileros del clima en El Bierzo
Ayudas cero a los ayuntamientos y empresas que hacen trampas al clima
07/12/2020
Actualizado a
07/12/2020
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