Corro de La Vecilla: ‘El Divino’ dijo adiós al Cielo en un día de que "a perro viejo no hay cus cus"

Héctor confirmó su adiós en una tarde en la que su alumno ‘El Rubio’ dio otra lección y ganó junto a Oblanca, Moisés y ‘El Junco’

Fulgencio Fernández
02/08/2015
 Actualizado a 12/09/2019
Fernando Martínez, 'El Rubio' de Campohermoso, ofreció el mejor homenaje posible a su maestro 'El Divino', una victoria con buena lucha. | DANIEL MARTÍN
Fernando Martínez, 'El Rubio' de Campohermoso, ofreció el mejor homenaje posible a su maestro 'El Divino', una victoria con buena lucha. | DANIEL MARTÍN
El Divino se despidió del cielo, en La Vecilla. Javi Oblanca volvió su cielo más habitual, el de La Vecilla. El Divino salió al centro del corro para recibir el cariño que le debemos y decir adiós; Javier Oblanca salió al centro del corro para decir que sigue y ganar en el mismo lugar donde ganó su primer corro, en 1994. Aquí, en La Vecilla, donde este domingo llegó la Liga de lucha.

Hubo mucho que contar en La Vecilla aunque parezca que no fue tanto por los ganadores, en los que sólo en ligeros no venció el líder. Hubo incluso historia antes de empezar, cuando el irrepetible Pablo tuvo que mantener una larga batalla con el topo para evitar que lo llenara de agujeros. «Menudas tretas le preparé, tenía que traerle orugas para sacarlo hacia fuera». Siempre Pablo.En el corro se detuvo el reloj a las siete de la tarde. Salían a presentarse los diez luchadores de medios, más la luchadora Miriam Marcos y la alcaldesa. Todos llevaban una camiseta con el nombre, pero sólo un nombre: El Divino de Campohermoso. Era el homenaje al luchador de la comarca, que se ha ido, no lo había dicho pero ayer lo reconoció. El Divino no mirará más al cielo después de ganar un corro. Antes lo hacía para mandarle la victoria a su padre. Ahora miraría también por su abuelo Amador, que se acaba de ir, pero El Divino confirmó ayer que se despedía del cielo. Cogió el micro y dijo su verdad: «Siempre he intentado que lo paséis bien conmigo, he querido ser espectacular para que disfrutéis y he tratado de ser noble». Los comentarios del público confirmaban que aquello que había querido lo había logrado, que siempre le recordarán como valiente y noble, como callado y ejemplar, como paisano y muy de los suyos, jamás los olvida. Por eso se le quebró la voz al recordar que no miraría al cielo para abrazar a su padre y al abuelo Amador. Se acordó de José Antonio Robles y de Gelo, y dio las gracias a quienes más han sufrido sus ausencias, su hijo, que miraba alucinado, y su mujer. Y a la alcaldesa y diputada Manuela García le recordó que sigue en otra batalla, la de la plaza que en el Palacio le han negado de manera tan ruin como cruel, aunque eso no lo dijo él.Ni Tomasuco, al ataque abierto, ni Víctor, desde la precaución, encuentran la fórmula anti Moisés Vega Llegó este domingo este ‘momento Héctor’ —cargado de emociones— justo unos segundos después de que Javi Oblanca escribiera otra página para la historia. Había ganado en La Vecilla, 21 años después de ganar su primer corro, allí, en 1994. Y por más que en la última caída hubiera división de opiniones, incluso entre los árbitros,había llegado hasta allí sin recibir ni media caída. La Vecilla siempre fue talismán para el de Villabalter, aquí habrá ganado cerca de diez veces, después de aquella victoria de 1994 ganó cuatro veces seguidas. Grande Javi, muy grande. Pero no menos grande su rival en la final, Ibán ‘El Guerrerín’. El líder, otro paisano dentro y fuera. No lo había tenido fácil, tuvo que levantarle caída y media a Filín en lo que parecía la primera revolución de La quinta del botellón, se lo complicó también Dani del Blanco y cuando los árbitros decidieron darle la última caída a Javi Oblanca dignificó el papel del perdedor. Y más después, ya pasado el tiempo, cuando alguien cercano quiso recriminar a Oblanca la victoria saltó como un resorte, lo apartó, lo riñó y se abrazó a Oblanca para pedir perdón. Grande Ibán, muy grande, en la derrota.El de la gota llenó el vasoHabía dos luchadores que le podían hacer a Héctor ‘El Divino’ el mejor homenaje que él puede recibir, que un alumno suyo ganara el corro. Lo podía hacer Rubo el de Valdorria, en quien tantas esperanzas tiene, y su compañero, amigo y alumno de tantos años:Fernando Martínez, Fernandito El Rubio de Campohermoso, su pueblo. El líder de semipesados, al que enseñó formas de luchar que El Rubio sumó su propia genialidad, su forma de ser, su capacidad para improvisar sobre la marcha. Y fue el segundo de ellos, Fernando, quien le rindió el homenaje en forma de victoria y de victoria a lo grande.No había luchado en Taranilla porque tenía gota en el dedo de un pie, que ayer traía protegido con una venda. - Si eso te pasa hace años te iban a estar pisando toda la tarde en el pie;le advierten los aficionados.- Ya lo sé, poreso vendé este pie pero el que me duele es el otro;dice Fernando, que tiene las mismas salidas dentro que fuera del corro.‘El Rubio’ le brindó a su maestro ‘El Divino’ el mejor homenaje posible, una victoria con la mejor lucha La verdad es que su victoria fue una exhibición de buena lucha, pese a no tener nada fácil el sorteo. Su primer rival fue ‘el silencioso’ de Alija, Sergio, vencedor en Taranilla, y nada pudo hacer el menor de los Pérez, una cadrilada y una cadera perfectamente manejada facturaron al de Alija para el tren. Más complicado se lo puso Cabero, teniendo que ir a la caída de oro, en la que la sangre fría de Fernando cotiza mucho y cuando Sansón se fue a por él le dio la vuelta a la caída y también lo facturó en el tren para Valdearcos.Yno lo tenía más fácil en la final, allí le esperaba Rodrigo Fuentes, de Cistierna, Prioro o Renedo. Ayer de Cistierna y siempre una perla. Venía de un combate terrible con el otro Pérez, Samuel, en el que estuvieron a caída y media y aquel luchador que se creció con el mayor de los hermanos de Alija pareció diluirse en la final con Fernandito. Nada pudo hacer, dos enteras en unos pocos segundos y el último rival que facturaba para el tren de regreso, en este caso hacia Cistierna.Menuda tarde la de Fernando. El Divino miraba desde la lejanía y sonrió al biés. ¿Se habrá ido mientras haya Fernanditos que hagan esas cosas en los corros?, ¿por eso en su discurso habló una y otra vez del placer de entrenar a los niños?Moisés, más roca que nuncaAl finalizar la final de ligeros, con la victoria de Oblanca 21 años después de la primera que logró, mientras los aficionados discutían sobre la última caída o cómo se había defendido el de Villabalter, uno de ellos, Escobar el de Matallana, bigotón ilustre donde los haya, sentenció:«Aperro viejo no hay cus cus».Si lo dice Escobar. Pero la máxima que nos contaba para ligeros parecía tener más vigencia en medios, donde estaban las miradas puestas en el luchador de la casa:Tomás González, Tomasuco de La Vecilla, el líder, cargado de todas las virtudes pero al que no se le puede aplicar lo de «a perro viejo...». Todavía es juvenil.Su hermano David, el ídolo de infancia de Tomás, llegaba al corro y se decía, «a ver qué hace El Niño, pero Moisés impresiona».Javier Oblanca volvió a ganar 21 años después en el mismo pueblo donde ganó su primer corro Y aunque Moisés es muy joven ya se le puede aplicar lo de «a perro viejo»pues él va a su lucha, la hace y no da ninguna opción en la mayoría de las ocasiones:«Agarra, atenaza, aprieta, aperruña, se abalanza... y mata», en definición de Escobar.No sé si lo hace en ese orden. Pero ayer Tomasín, que había derrotado antes a su amigo Rubo, volvió a ir solo al matadero como un paisano, yendo a por Moisés que responde como una roca, aguanta, devuelve la maña, mete la cadera o media vuelta y fulmina. Impresionante. «No hay cus cus»insistía el paisano cuando el de Cistierna echó a remojo las ilusiones de los aficionados locales, que decían ante la final, en la que sehabía metido Víctor Llamazares: «Éste no se sube al banco para que lo maten como Tomasín».Es verdad. Víctor trató de no meterse en la boca del lobo, pero no es suficiente, Moisés te engulle igual y el de Valderrueda tampoco le pudo dar ni media caída en la final. En pesados, Clemente ya está completamente instalado en la tragedia de que sólo será noticia cuando pierda. Que hasta ahora no ha sido nunca y, por tanto, no fue ayer. Miraba desde la distancia cómo su amigo Héctor ya es historia y él sigue haciendo historia, sabe que son los dos nombres que marcarán esta época y quiso escribir nuevos renglones de las hazañas de aquel chaval que también tuvo cara de niño y cuerpo de cristal, en ligeros. Una vez más no recibió ni media caída, una vez más ningún combate llegó a un minuto, una vez más entre todos los combates no suman los tres minutos de una final. Una vez más pasó por un corro un grande. El día del adiós de otro. «Mucha cosa hoy», decía Pablo.
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