Suena tan convincente que me hago acompañar por dos mocetones de la comarca y nada más verla, al llegar a Cuénabres, se le nota a la legua que le sobra socarronería.
Nada es lo que parece en este pueblo de la montaña de Riaño. Maribel González accede sin problemas a sumarse a la conversación pero avisa de que «a mí fotos no me hagáis», pero no le preocupa lo más mínimo cuando se escucha es clic de los disparos que enfocan hacia ella. «Para qué digo nada, para el caso que me hacen».
Jesús sale por el postigo del pajar. Todo debería apuntar a que anda trabajando con hierba... pues no, es leña lo que trajina. También tiene explicación: «A ver, vacas ya no tengo; y calefacción de leña sí ¿Qué meto, leña o hierba?».
No le falta razón.
En pocos minutos ya está formada una más que agradable tertulia. Ovidio, que aparece por el alto de la calleja, tampoco quiere fotos pero éste sí se protege de los disparos.
El Belén, trabajadas figuras por todos los rincones, luces y palabras al biés, como que no son para nadie pero sí lo son: "¿Qué periodista será este que viene a ver las luces de día?" El primer tema de la charla, casi lo exige el ‘decorado’, es la espectacular puesta en escena de Cuénabres para la Navidad. El Belén, trabajadas figuras por todos los rincones, luces y palabras al biés, como que no son para nadie pero sí lo son: «¿Qué periodista será este que viene a ver las luces de día?».
- Por algo no lo querías recibir tú.
El tema de la decoración navideña no se estira porque intuyo algún escozor pasado, del año pasado tal vez, en el que creían merecer ser ganadores del concurso municipal pero... mejor, no hurgar.
- ¿De qué se vive aquí?
- De lo que llueve del cielo. Estamos casi todos jubilados.
«Y solos», musita, a la vez que hace el repaso de los que viven solos. Empiezan a señalar para las casas y van diciendo nombres: «Benito, Isaac, Basilisa y Miguel Ángel, todos viven solos».
Enriqueta, centenaria en febrero
La que no vive sola pero podría porque está como una rosa es Enriqueta, la más vieja del pueblo. «El día 22 de febrero, si Dios quiere, cumplo cien años».
- ¿Es de Cuénabres?
- Ahora sí. Viví muchos años en Oviedo, que tenía una pensión allí y otras ciudades.
Sorprende lo bien que está y se arregla sola. Reaparece Jesús, el de la leña, y la conversación gira hacía el modelo de calefacción de leña que instaló, de llama invertida. Nos la enseña su madre, Maribel, y él explica el curioso sistema por el que calienta el circuito.
- ¿Gasta mucho?
- Bueno, quema leña. El calor no sale de la nada en ningún lugar; pero es uncalor que no tiene comparación.
Sale el tema del lobo, que anda cerca y no falta en los debates, de la dureza de la vida en estas tierras, especialmente en invierno. «Mira, yo anduve al estraperlo de la madera, como tantos. Y cuando ibas con el carro aparecía el guarda, le dabas unas perras y para adelante, que la cosa estaba mal para todos»; dice Carmen e invita. «Habrá que tomar una cerveza, con unos sequillos caseros, que no los comes en cualquier parte tan buenos».
- Pero, ¿no decías que un hombre solo no entra en tu casa?
- Y solo no entras, vamos todos.
Es hora de marchar, ganas no hay. Es muy agradable la conversación, apetece quedarse en este pueblo que se niega a dejar pasar de largo la Navidad, pero como decía el histórico cantinero cuando quería cerrar: «Esta gente tendrá una casa para la que marchar».