En 1979 había en el casco antiguo 218 comercios y 94 establecimientos de hostelería. 40 años después, antes de llegar los efectos devastadores de una pandemia para estos sectores, las tornas se han cambiado. La hostelería contabiliza en el centro de la ciudad 236 negocios, casi el doble que un comercio que alcanza los 124 locales.
Carlos Relea muestra, en su tesis de la ULE, la evolución del sector servicios en el centro de la capital leonesa Una de las voces más autorizadas para hablar de este proceso es el profesor universitario y geógrafo Carlos Relea. En su recientemente publicada tesis, 'Desarrollo sostenible en el medio urbano de Castilla y León', aborda la transformación de la superficie comercial del casco histórico de la capital leonesa. Un fenómeno de sustitución de comercios por bares y restaurantes que se mantiene imparable hasta la actualidad. El desarrollo del Ensanche favoreció que la actividad comercial mudara del núcleo urbano a Santo Domingo, Guzmán y Ordoño II y la proliferación de nuevos barrios junto a la construcción de centros comerciales a las afueras hicieron el resto. El resultado fue que el centro se vació de vecinos. "El comercio necesita clientes y los clientes son población residente", incide Relea.
Un proceso que también se ha producido en otras muchas ciudades españolas de turismo interior, "aunque cada una con sus particularidades". La de León es, sin duda, "la hegemonía y la especialización del sector hostelero". "Tenemos asumido lo que es el barrio Húmedo, pero no siempre ha sido así. Había bares, pero no tantos. Era conocida como la zona típica de chateo por tener una mayor concentración que en el resto de la ciudad, pero jamás al nivel de ahora", señala el autor de la tesis.
Los bares y restaurantes "queman mucho" a otro tipo de negocios, por lo que muchas tiendas fueron cerrando o transformándose en comercios de productos típicos o de gominolas. Sin embargo, ¿cuántas golosinas hace falta vender para compensar un alquiler en la Calle Ancha o en la Plaza de Regla? La explicación reside en que estos negocios se mantienen por los turistas y no por el cliente local.
Especialización por plazas
Ese comercio que mutó en hostelería se concentraba entre la Calle Ancha, al norte, y la Plaza de Don Gutierre, al sur. El entorno del Conde Luna contó tradicionalmente con tiendas de alimentación y las inmediaciones de la Plaza Mayor se especializaron en ropa y zapatos. Los procesos de peatonalización también sirvieron como abono a unos bares y restaurantes que germinaron desde la Plaza San Martín a estos otros céntricos enclaves. A mediados de los noventa, la hostelería ya era superior al comercio en la zona.
En el año 1979, el casco antiguo contabilizaba 218 comercios y 94 bares y negocios de hostelería El hecho de que el tapeo y el ocio nocturno ganaran terreno incrementó el ruido y en 2007 fue necesario declarar el centro como Zona Acústicamente Saturada (ZAS). Algo que, según reflexiona el profesor de la Universidad de León (ULE), ha podido ser "contraproducente" a juzgar por el incremento de locales. La ley antitabaco tampoco ayudó, puesto que con los fumadores en la calle también aumentó el bullicio.
De este modo, en esta tesis de la ULE se evidencia como la Plaza San Martín perdió la "multifuncionalidad" de la que otrora disfrutó, al igual que ocurrió en San Marcelo, El Cid, Torres de Omaña o en la Plaza Mayor. El casco antiguo se fue convirtiendo, poco a poco, en un espacio más apropiado para turistas que para población residente, proliferando los negocios de hostelería, las tiendas de productos típicos y, más recientemente, las viviendas de uso turístico. Actualmente, la pandemia del Covid ha favorecido "todavía más esta apropiación del espacio público".
El acceso a la vivienda
Así, el centro ha pasado a ser "un museo, un parque temático" en el que queda escasa población local, mayoritariamente aquella que "por envejecimiento o falta de recursos" no puede trasladarse a otras partes de la ciudad. "¿Quién quiere vivir en la plaza de 'La Bicha'? Algunos sí que están cansados de la periferia, pero los precios que hay son prohibitivos para el 90 por ciento de la población", expone Relea sobre el problema de acceso a la vivienda en el centro.
Cuatro décadas después, el número de establecimientos hosteleros es de 236, por solo 124 locales comerciales A las molestias de la hostelería y al elevado coste de vivir en la zona se suma un "excesivo proteccionismo" que impide construir en muchos de sus solares vacíos. También, la despoblación. Este profesor universitario pone sobre la mesa el hecho de que en los años ochenta y noventa vivían en la ciudad casi 150.000 personas y que ahora no se alcanzan las 125.000. "En la ciudad se sigue construyendo... ¿De dónde sacamos gente que quiera residir en el casco antiguo? ¿Creamos más camareros que no puedan comprar en el centro?", se pregunta el geógrafo.
Esta escasez de vecinos en el centro agrava la situación del comercio que aún persiste. Como ejemplo sirve la situación que atraviesa el Mercado de Abastos del Conde Luna. "Si se cierra por falta de actividad y se transforma en un equipamiento social o cultural habrá quien diga que se reduce la capacidad comercial en la zona. Pero, ¿quién dice que cumple ahora con las actuales necesidades del mercado?", reflexiona el autor de la tesis.
¿Patrimonio de la Humanidad?
Para Relea la idea que subyace en el plan que parece cocinarse en el Ayuntamiento para revitalizar el casco histórico es, por encima de buscar soluciones a estos problemas, la de aspirar al reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad. Algo que, sin duda, incrementaría más el turismo en esta zona de la ciudad. "En puestos de trabajo y en actividad económica sería positivo, pero en lo social y en la integración puede volverse contraproducente", valora Relea.De este modo, el profesor universitario espera que convertirse en Patrimonio de la Humanidad "no sea el objetivo último" del Ayuntamiento. "Un barrio en la ciudad es evolución continua. No hay nada más sostenible que el casco antiguo. Por la Calle Ancha ya pasaban legionarios romanos hace 2.000 años, pero ahora está en peligro porque hay problemas que no se abordan", considera tras publicar 'Desarrollo sostenible en el medio urbano de Castilla y León'.Soluciones a largo plazoUnos problemas para los que las soluciones deben ser contempladas necesariamente a largo plazo. Por ello, Relea llama a alejarse de los proyectos para legislaturas municipales que a los cuatro o a los ocho años son revertidos. "Aquí se manejan otros tiempos. Son políticas a muy largo plazo, incluso generacionales", considera el geógrafo leonés.En este sentido, el especialista considera que lo primero que los gestores públicos deben preguntarse sería: "¿Qué se quiere para el barrio?". A partir de ahí, "no existen fórmulas mágicas" y se tiene que tener presente que el problema no se solucionará en unos pocos años, dado que se ha llegado a él tras décadas remando en sentido contrario. "Recuperar esa vida social en el centro de la ciudad no te puedo decir si llevará 20 o 50 años, pero se puede lograr", concluye Relea.Para algunos habrá sido positivo que León, y más concretamente su caso antiguo, haya cambiado tiendas por bares. Para otros, es un grave error que justifica parte de los problemas económicos y laborales que arrastra la ciudad. En estas, lo único que parece claro es que la capital leonesa sigue evolucionando. Pero, vuelven las dudas: ¿Hacia dónde?