La libertad y los ojos de quienes no ven

Jacqueline, Bernardo y Arancha son tres de los doce usuarios de perro guía que la Once tiene en León, "compañeros" que les dan parte de la autonomía perdida con su ceguera

Cristina Centeno
04/01/2021
 Actualizado a 04/01/2021
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Hace algo más de tres años que Jacqueline Duarte viajó a Estados Unidos a buscar a Quinn. Solo tenía 20 años y el animal todavía era un cachorro. Desde entonces su vida cambió. No es capaz de definir lo que significa para ella su perro guía, porque es «todo». «Voy a citar a una amiga mía que me dijo: ir con bastón es caminar por un sendero fijo y, en cambio, ir con el perro es ver todo el camino en su conjunto, eso es Quinn para mí, porque con ella puedo ver más allá», confiesa esta joven berciana con discapacidad visual afincada ahora en León,donde estudia Magisterio en la Universidad y trabaja como vendedora en un quiosco de la Once. En todas sus actividades está Quinn, «es mi sombra», mucho más que una compañera porque «me hace compañía, me escucha, me contesta en cierta forma porque es muy expresiva y está siempre conmigo».

Junto a Jacqueline, otras once personas con ceguera o gran discapacidad visual de la provincia cuentan con uno de estos animales, facilitados por la Fundación Once del Perro Guía, que celebra su 30 aniversario. Para el también leonés Bernardo Viloria, Siv ya es su segundo perro guía. Este labrador negro llegó a su vida en abril de 2013, pero él es usuario desde 2002. «Para mí el perro ha sido libertad», asegura. «Yo no soy un gran usuario de bastón, voy muy lento y, sin embargo, el perro te da lo que no te da el bastón, más movilidad, puedes andar por el centro de la acera, no tienes que coger referencias... para mí ha sido libertad», insiste Bernardo, al que Siv acompaña «desde que pongo un pie fuera de casa, ya sea para tomarme una caña o para ir al supermercado», ejemplifica.Los perros guía se convierten en su libertad y llevan sus propios ojos, pero pronto pasan también a ser parte de la familia. Arancha Casado y Morís son «una misma unidad». Llevan tres años y medio juntos y para ella también es su segundo animal. «La diferencia que encontramos de ir dando, nunca mejor dicho, palos de ciego con el bastón a que el perro te bordee los obstáculos, te busque los pasos de cebra, te pare en los escalones...» explica, por ello «para mí ha sido lo más». Antes de convertirse en usuarios de perro guía, tanto Jacqueline como Bernardo y Arancha pasaron por un proceso de reconocimiento primero y de formación después, por parte de la Once y de su Fundación del Perro Guía. Alejandra Rodríguez, directora de la organización en León, explica que es la FOPG la que se encarga de los animales desde que nacen hasta que son entregados a los usuarios y una vez que se ‘jubilan’. Para que un usuario pueda acceder a uno de ellos, además de la ceguera, «tiene que tener cierta autonomía con el bastón, para lo que se hacen diferentes informes por parte de profesionales de la Once hasta que se les concede al perro», detalla. Porque «también nos tenemos que garantizar que el perro va a buenas manos. El usuario tiene que cumplir unas características y seguir educando bien al animal, dar las instrucciones que se le dan para seguir utilizándolo, porque un perro guía no es una mascota», apunta. Los tres usuarios también apoyan la aclaración de Alejandra. Mientras ejercen su función de guías, estos perros desarrollan un trabajo. Por eso es preferible no llamarlos cuando transitan por la calle, porque un despiste del animal puede conllevar algún tipo de riesgo para su usuario. En esto, todos ellos acumulan alguna anécdota y están de acuerdo en afirmar que hay «desconocimiento» entre la población en general. En la actualidad, son más de 1.000 los perros guía que recorren España, 45 de ellos en Castilla y León y doce en la provincia, según los datos de la Fundación Once del Perro Guía. Esta organización, con sede en Madrid, se encarga de todos los cuidados del animal desde la crianza de las camadas hasta el adiestramiento, así como de gestionar una red de familias de acogida para la etapa de socialización de los perros y de la formación de los usuarios. También disponen de un albergue para los perros jubilados –que también pueden quedarse en adopción con el usuario o con una familia que busque éste, sin desempeñar ya su misión de guías, explica Bernardo–y se encargan de los gastos veterinarios, entre otros. Las razas más utilizadas son labrador retriever, golden retriever, pastor alemán y flat coated retriever. «Son perros dóciles y las características para ser guías normalmente las da la raza», apunta Alejandra Rodríguez. Así todo, Bernardo detalla que «el 50% de las camadas no son viables, no por raza son viables», porque «no pueden ser agresivos, no pueden tener miedo a la gente o a subir, por ejemplo, en un autobús», explica.

Si pueden ser guías o no se comprueba desde el nacimiento hasta el entrenamiento, adiestramiento y la socialización con una familia de acogida. Además, una vez adjudicados pasan un mes de formación junto al usuario antes de convertirse en su perro guía. «Una vez que son seleccionados y se les asigna están un mes con él antes de que se les conceda el animal definitivamente, para ver que se adapta a la persona, porque no todos los animales valen para todos los usuarios», asegura la directora de la Once en León. El mes de formación, en el que usuario y perro guía ya están juntos,  puede desarrollarse de tres modalidades diferentes. Mediante una residencia en Madrid en la que la persona con discapacidad visual conoce al animal y recibe las pautas para su correcto uso, de forma ‘semidomiciliaria’ –una parte en la residencia de la Fundación Once del Perro Guía y otra en casa del usuario– o completamente domiciliaria, de forma que una persona de la Once se desplaza a la vivienda del beneficiario.

Con todo el proceso, cada perro tiene un valor «de unos 36.000 euros», confiesa Bernardo. Y hay más demanda que animales, por lo que tienen firmado un convenio con la Escuela de Rochester (Estados Unidos) a través del cual animales como Quinn –la guía de Jacqueline– llegan a España. En León, asegura Alejandra Rodríguez, no hay lista de espera, pero el tiempo medio desde que un usuario solicita un perro guía hasta que lo tiene es de unos tres años. Sin embargo, los que ya tienen adjudicado uno no tienen que esperar tanto para acceder a otro. «Si por ejemplo le sucediera algo al animal de Arancha o se jubilara, ella no necesita pasar por esa lista de espera», explica Alejandra. «Yo en tres meses ya tuve a mi segundo perro guía», apoya Arancha.

La legislación permite que los animales vayan con sus usuarios a todos los sitios. Desde el transporte a cualquier edificio público o comercio. Jacqueline va a diario a la Facultad de Educación de la Universidad de León con Quinn. «Se tumba debajo de la mesa y se echa a dormir mientras yo estoy en clase», cuenta, después vuelve a casa y por la tarde van juntas al quiosco de la Once en el que ella trabaja. La venta de estos cupones de juego es la principal fuente de financiación de la Fundación Once del Perro Guía, que hace posible que las personas ciegas dispongan de un aliado en el que depositar sus propios ojos y con el que ganar libertad.
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