Alexandre (León, 1923-Madrid, 2015), nació en el seno de una familia acomodada. No podría ser de otra manera, no podría haber llegado a “ser alguien” siendo mujer en un país desangrado y represivo. No podría haberlo sido, casi, incluso con aquella ventaja, pero lo fue. Decía, también, que nació en León de casualidad. Su madre lo hizo en Puerto Rico y su padre en Francia, una circunstancia -la paterna- que marcaría su modo de ver y relacionarse con el mundo que le rodeaba. “Yo era tan rubia, medio extranjera, que eso me abrió las puertas del cine casi por casualidad”, le comentaría, ya nonagenaria, a García López durante sus sesiones de entrevistas.
Se mudó a Valencia en enero del 38 hasta que acabó la contienda. Allí trabajó y pasó hambre y se manchó las manos de muchacha enflaquecida, jugándose el tipo por una ración de pan blanco más, “porque en Valencia el pan se hacía entonces con arroz en lugar de trigo y yo no lo llegué a ver negro, más allá de por las manchas de los conductores de cisternas, que me lo ofrecían con los monos de faena impregnados de petróleo”. “El día que acaba la guerra para mí fue un día triste. Lo recuerdo perfectamente: estaba en casa, y una de mis hermanas se fue a la calle a pasear a dar gritos. Yo me quedé allí, dando vueltas hasta que me dejé caer en un rincón de la galería. Me quedé dormida y luego me despertó una radio a todo volumen… no sé. Toda la ciudad estaba dando gritos, todas las radios encendidas… salieron todos los que estaban camuflados, porque eran franquistas, o simplemente, porque esperaban que aquello se acabara para encontrarse con sus familias… El caso es que las calles hirvieron. Todo el mundo se echó a la calle. Pero también se cerraron ventanas, porque había gente que tenía miedo”, escribió en un fragmento de sus memorias, hoy inconclusas, que le mostró a García López.
Después, empezó a estudiar en Madrid, en la Alianza Francesa, y comenzó a hacer pequeños papeles como actriz secundaria en producciones que llevaban amigos y conocidos suyos. En muchas de ellas ni siquiera figura su nombre en los créditos. Fue entonces cuando le entró la pasión por la gran pantalla en todas sus vertientes. “La vida no tenía tanto interés y el cine… el cine sí tenía interés”, rememora una mujer diminuta, apergaminada, que clava una mirada cargada de nostalgia en el objetivo de una cámara que, esta vez, tiene a su figura como protagonista. Es un fragmento del documental ‘Margarita Alexandre’ de Fermín Aio (2017) que se estrenará en la plataforma de cine español, FlixOlé, estede julio.
“Se convirtió, quizá, en una de las personalidades más importantes del cine en el franquismo, pudo abrir camino y convertirse en referente que otras pudieron heredar. Si no lo hizo, si no la recordamos apenas es porque se marchó de España demasiado pronto”, Cuenta García López en conversación con La Nueva Crónica.
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Memoria y olvido
“Yo la conocí por causalidad”, explica Fermín Aio, director del documental, en conversación con este periódico. “Fui al festival de mujeres en Bilbao, que lleva haciéndose años (Zinemakumeak gara!), y me lo enseñaron unas amigas de mi madre que organizaban parte del festival”, recuerda el cineasta vasco para relatar que en una de esas ediciones le otorgaron un premio a Alexandre. “Ellas me dijeron que fuera, que grabase algo e hiciéramos una pequeña entrevista. Eso hice, y me quedé encandilado”, sonríe Aio. “Me contó su vida y fue alucinante”, cuenta Aio quien, tras aquella entrevista convertida en un documental de 10 minutos, se quedó con ganas de más. “Me parecía increíble que hubiera hecho tantas cosas y yo no la conociera de nada”, continúa. Así que le propuso hacer el documental y ella aceptó, aunque no llegó a verlo estrenado con vida.La pregunta lógica, entonces, es ¿Por qué? ¿Por qué hasta hace unos años el nombre de Margarita Alexandre no ha comenzado a sonar de nuevo?
“El exilio, sumado al hecho de ser una directora en una España en la que la mujer tenía que pedir permiso para ir a trabajar y el carácter contestatario de la propia autora, fueron circunstancias que en mi opinión influyeron en el recuerdo que apenas ha llegado hasta nuestros días”, opina Aarón Ortega, responsable de comunicación de FlixOlé, quien señala que, desde la plataforma han programado una colección especial para reivindicar una de las figuras pioneras del cine español en el aspecto femenino. “También tenemos pensado reivindicar a Ana Mariscal, coetánea suya que sí se quedó en España y quizá por eso sea más conocida, pero en su faceta de actriz, no de directora”, comenta Ortega.
“Hubo un movimiento, a partir de los 90, que buscaba recordar figuras como esta y, luego, a partir de 2010 también han empezado a moverse las cosas y seguimos caminando en esa dirección: en marzo de este año la Filmoteca Española programó un ciclo con varios de sus largometrajes y, además, está organizando una exposición por el centenario de Alexandre, Ana Mariscal y Lola Flores que verá la luz en octubre”, enumera García López, quien señala que, de un tiempo a esta parte, poco a poco se está comenzando a recuperar la memoria de figuras olvidadas. Muchas de ellas, mujeres.
En cuanto a Alexandre, el impacto de su marcha en la memoria colectiva es algo en lo que todos los entrevistados coinciden: se desgajó de España muy pronto como para tener arraigo, aunque también influyó su carácter en lo laboral, duro pero despojado de ego: le interesaba el cine y trabajar en equipo, nada más. “Iba trabajando y trabajando, pero no se le reconocía su labor como se debía, tenía un temperamento muy conciliador y todas sus películas son codirigidas, huyó bastante del ego y del tener que figurar”, apunta Ortega.
“Fíjate”, recuerda riendo Aio, “si durante el documental discutíamos sobre el guion y que no quería que la grabase mucho, y yo le decía, ¡Pero Margarita, si la protagonista eres tú!, y ella me respondía, ‘ya, pero una vieja hablando… ¡Eso no es interesante!’”