Es un supermercado a todas luces. Enlas estanterías del local hay aceite, leche, zumos, legumbres, arroz, harina y un sinfín de alimentación básica. También sección de congelados con carne y pescado, frutas y frescos envasados como fiambres o queso. A ello se suman artículos de higiene y limpieza y una amplia selección de productos de nutrición infantil o pañales, «un capítulo muy importante porque en la calle cuestan mucho dinero», asegura José Antonio Oliva, secretario de Cáritas León y una de las personas encargadas de poner en marcha este programa.
Durante el pasado 2020 hubo un total de 175 familias usuarias y el servicio llegó a 660 personas, una cifra similar a la del año anterior a pesar de estar cerrados durante los dos meses de confinamiento. Además, en los últimos meses los usuarios han crecido un 30%, por lo que recientemente han tenido que ampliar el horario de apertura de dos días a la semana a tres para atender la demanda. «Esperamos que suba», confiesa José Antonio Oliva haciendo referencia al empeoramiento de la situación económica una vez concluyan los Erte. Lo que se busca con el economato es «normalizar la entrega de alimentos». «Lo mejor es que ellos eligen como si estuvieran en un supermercado de verdad, al final en las entregas habituales las asociaciones dan lo que tienen, no lo que tú necesitas», apunta Maribel Vidal, una de las voluntarias de este servicio, con el que se implica desde su puesta en marcha. En total son quince las personas que de forma altruista permiten su funcionamiento junto a un trabajador de Cáritas, encargado entre otras cosas de abrir y cerrar el establecimiento, y un técnico de la organización que hace la función de coordinar. La actividad es frenética desde la apertura hasta el cierre. Solo la tarde del martes acudieron a hacer la compra 23 familias. Todas ellas van con cita previa y antes de convertirse en usuarios tienen que aportar una serie de documentación que muestre que cumplen con los requisitos establecidos. Una vez se convierten en beneficiarios del economato les entregan un carné con una validez de seis meses, que se puede renovar. Con él se asigna una cantidad mensual de cinco euros por cada miembro de la familia, a la que se suma otros cinco por niños menores de tres años, «porque los productos que necesitan son especialmente caros». «Es cierto que la gente marcha muy contenta con la compra», celebra José Antonio Oliva. Explica que una familia media de cuatro miembros tiene 20 euros para gastar en el economato al mes –que puede dividir en dos compras–,lo que supone alrededor de cien euros en cualquier establecimiento habitual. Una de las usuarias del martes, con tres hijos de diferentes edades a su cargo, aseguraba que «se ahorra mucho». Problemas económicos la obligaron a recurrir a Cáritas y va al economato una vez al mes desde hace un año. «Aquí compro lo más básico, lo que me hace más falta», cuenta, y «se nota mucho», celebra. Que los precios se reduzcan al 25% permite que el dinero «cunda mucho», por lo que este servicio «me ha aportado sobre todo tranquilidad». Las familias en riesgo de exclusión acceden al economato principalmente a través de las parroquias. En el caso de no tener recursos para poder pagar esta compra, son también ellas las que se lo facilitan. El grueso de los titulares de las familias beneficiarias tienen entre 31 y 40 años y el 56% son de nacionalidad española, mientras que entre el porcentaje restante se encuentran, mayoritariamente, personas de origen sudamericano y marroquíes. «Atendemos a todas las personas que vienen con necesidades y entran dentro de los baremos establecidos», asegura Oliva. Si se insertan laboralmente o cambian de domicilio, cursan baja en el servicio, algo que ocurrió el año pasado con 42 familias, de las que 25 consiguieron trabajo. «Hay mucha gente con buena conciencia que en el momento que ya no lo necesitan lo dice», confirma el secretario de Cáritas. Con la irrupción de la pandemia, han cambiado los métodos para evitar posibles riesgos de contagio. En lugar de entrar al supermercado, los usuarios esperan a la puerta y entregan a los voluntarios de Cáritas una lista de la compra. Son ellos los que llenan el carro en las diferentes estanterías y lo pasan por caja, donde se embolsan los productos y se hace el ticket. Después se entregan las bolsas llenas y se recoge el dinero. Si alguno no alcanza la cantidad asignada, los voluntarios preguntan qué más necesitan y vuelven a recogerlo. A pesar de que las citas son cada quince minutos, el ritmo es intenso. También en el momento final otra voluntaria anota la cita del próximo mes o avisa, en el que caso de que sea necesario, de que tienen que renovar el carné. Además, algunos de los productos están limitados y las familias no pueden adquirir más de ciertas cantidades al mes. Pasa con el aceite, con el azúcar, con los detergentes o con las toallitas de bebé, detalla Maribel. También los voluntarios hacen una labor de orientación en cada compra, algo más difícil ahora que los usuarios no pueden acceder al interior del local. «Se les acompaña y tratamos de aconsejarles para que hagan una compra razonable», cuenta. Así consiguen que «vayan cogiendo rutinas y que organicen su economía familiar», afirma.Para Cáritas León es posible mantener este servicio gracias a la colaboración económica de la Fundación Cepa y a la implicación de los voluntarios. «Me siento muy muy contenta de poder ayudar en algo que realmente se necesita», celebra Lola Redondo, que participa en diferentes programas de la organización diocesana desde hace casi dos décadas.
Otra parte «importantísima» para el funcionamiento correcto del economato son las compras, explica Maribel Vidal. De ello se encarga una persona desde casa, que busca ofertas. Los principales proveedores de productos son E.leclerc y una empresa relacionada con Alimerka que sirve a establecimientos. «Nos venden a precio de mercado, aunque por ejemplo en E.leclerc nos hacen un descuento y luego nos mantienen las ofertas aunque, por ejemplo, vayamos a comprar otro día», cuenta José Antonio Oliva. «No compramos siempre lo mismo y tratamos de que funcione como un supermercado», asegura.