Cumplir cuarenta años es una sacudida; el tiempo se escabulle entre tus manos mientras recuerdas que los 39 no estaban nada mal –solo los odiabas por ser la antesala de los cuarenta–. Sientes cierta angustia y te preguntas: «¿Me quedan 40 años más de ésto»?; «¿Ésto es todo?» Pues sí y no. Veamos. Estás en el ecuador de la vida y te replanteas el futuro, porque el pasado no tiene solución. Hay quien lo llama la crisis de los 40; yo lo llamo los 40 decisivos. Es una década con nuevos retos; y como nadie tiene las mismas experiencias –no existe un manual de supervivencia general– hay que salir triunfante con lo que se pueda y simplificando la vida.
Y así, cansada de escuchar frases hechas sobre los cuarenta, pregunto a varias amigas: ¿Cómo llevas los 40?: «¡Pues fenomenal, a mí todavía no me ha dado un jamacuco de esos que te dan a los 50!»;«¡Pero si todavía soy una yogurina!»;«¡Qué no, qué la crisis empieza a los 50!» «Yo arrastro una crisis desde los 35»; «¡Qué va, qué va, los 49 son los nuevos 26!»;«Los 40 es lo de menos, mi crisis son mis hijos y mis kilos»;«Yo ya no tengo crisis, he llorado para llenar un pantano, ahora toca divertirme pero con pies de plomo»;«A los 40 y pico me divorcié, quiero cambiar mi vida y que me amen»;«El inicio de mis 40 fueron duros, crisis matrimonial, profesional, familiar y ‘peté’, entré en un agujero y necesité ayuda, pero salí renovada»; «Yo solo tengo problema con los 40 cuando veo fotos de mis 20!».
Respuestas divertidas y dramáticas, pero si ahondo en el tema, algunas me confiesan estar inmersas en un proceso de transición –obviando el tema hijos que da para varios capítulos–. Después de años inmersos en obligaciones domésticas y profesionales, reevalúas tu existencia y el punto dónde estás, y observas que las prioridades cambian. Reseteas y decides disfrutar de nuevo; buscas otros proyectos, porque a partir de los 40, lo nuevo y lo excitante es distinto. Has agotado las primeras veces, que pasan a ser segundas veces, y luego, terceras. Y lo más impactante, llega el momento en que asumes tu propia mortalidad, y las filias, fobias, y obsesiones, las tomas con humor y más inteligencia para no perderte.
También surge el cliché tipo ‘American Beauty’, ese ‘pater familias’ que se desmadra y desmantela su vida familiar, ahora performado a cliché femenino. ¿Merece la vida complicarte con un divorcio? Tú decides, pero siendo consecuente con la angustia económica, hijos exigiendo todo y perdonando poco. Será mejor no juzgarte, ni perseguir paraísos artificiales. Los 40 dependen de cómo te sientes, si se cumplen tus expectativas y no te da un bajón. He visto gente derrapar durante años.
Mejor dejar de fustigarte con lo inevitable, porque las décadas son una mera transición. En el fondo buscas que te quieran de verdad y sin prejuicios. Ya llegarán los 50. Ahora toca disfrutar.