Como todos los leoneses debemos de saber, en el Parque de los Reyes, situado entre la avenida de José Aguado y la calle Murillo, existe un grupo de espectaculares secuoyas, consideradas por expertos como una de las colecciones de estos ejemplares urbanos más interesantes de España. Pues bien, una de ellas, situada en la parte que está en línea con esta segunda calle, se secó. Mala suerte, pero puede ocurrir.
Lo triste y grave es que para eliminarla la han talado por la base sin tener en cuenta que es una madera muy resistente, de muy alta calidad y reconocida por su interés para ser esculpida. Qué barbaridad. A nadie se le ocurrió hacer esta misma operación de corte, a tres o cuatro metros de altura para que cualquier escultor leonés especialista en la madera, que los hay y muy buenos (por ejemplo y sin ir más lejos: Amancio González), hubiera tallado en ese majestuoso tronco seco y de perímetro generoso, una estatua de un Rey leonés, una figura mitológica o cualquier alegoría que plasmara algún motivo, símbolo o hecho ‘cazurro’. Sería un bonito detalle estético, original y de extraordinario y atractivo reclamo visual.
No está León precisamente sobrado de estatuas con simbología leonesa. Por cierto, ¿para cuándo una gran escultura de nuestro rey Ordoño II, en la preciosa y muy apropiada para ello nueva rotonda del Palacio de Exposiciones y esperemos que a no tardar... ‘y Congresos’? ¡¡¡Está echándose en falta ya!!! Vamos, por favor, lo pide ‘a gritos’ ese entorno y el monarca leonés se lo merece.
Volviendo a nuestra secuoya: entre ‘todos’ la cortaron y ella impotente sin ‘ideas’ se quedó.
¡Qué poca sensibilidad! ¡Qué nula imaginación!
D.E.P. la que hubiera sido una extraordinaria, imperecedera y a todas luces ‘rentable’ iniciativa.