Quizá te sorprenda saber que me he levantado esta mañana de Sábado Santo con un gran sentimiento de satisfacción. De hecho, una reflexión justa de todo lo que ha sucedido durante la Semana Santa y los meses previos no solo me hace estar satisfecho, si no alegre y agradecido.
La procesión del Santo Entierro es nuestro principal encargo y sin duda todo estaba preparado como nunca para poder ejercerlo. Los pasos estaban en perfecto estado de revista: limpios, recién barnizados o pintados, con sus imágenes colocadas en ellos con todo el mimo del que es capaz nuestro montaje, que es mucho. 12 excepcionales hermanos y hermanas que hacen las cosas como si no costara para que cuando lleguéis a vuestro paso o a recoger un enser, este todo como merecéis.
Precisamente son los enseres otro de los motivos de mi satisfacción. Más de 500 paponinas y paponines que están pendientes de cada indicación que les damos y siempre dispuestos a ayudarnos a mejorar la compostura y orden de nuestras procesiones. Esta labor, y otras muchas que ya he ido relatando en mis saludas e informes, son solo responsabilidad del potente equipo administrativo de la Cofradía que tiene como cabezas visibles la del hno. Secretario y la hna. Tesorera. Pero que sin los otros dos hermanos que lo completan sería inimaginable.
Quiero destacar el rotundo éxito de la iniciativa de los hermanos que ayudan a mantener el orden y la compostura en las procesiones del Lunes y Martes Santo. Otra docena de personas comprometidas con el buen hacer y con la mejora de nuestras procesiones. Gracias a vosotros se ha visto que lo que algunos tildaban de ingobernable ha sido mucho más ordenado y decoroso. Nunca imaginamos ninguno que saliera tan bien.
Quiero agradecer a la junta de gobierno que ayer, a pesar de las perspectivas meteorológicas, aplicaran lo que se debe convertir en un canon en nuestra cofradía: actuaron con una diligencia y una determinación digna de orgullo.
Pero sobre todo quiero agradecerte a ti, papón o papona, porque ayer aguantaste el pase de lista en la carpa o en la iglesia y llenaste las almohadillas de nuestros pasos con la ilusión de pujarlos o para tocar tu instrumento en nuestra agrupación. A ti, paponin o paponina, porque estabas aguardando con tu enser con orden asombroso la noticia de la salida o no. Entre ellos ya se encuentra Carlota, mi pequeña, que vistió túnica por primera vez y que aguantó estoicamente bajo la lluvia en los brazos de mi mujer.
Nunca tuve dudas, pero hoy menos, he disfrutado del privilegio de ser Abad de la mejor Cofradía. Así me lo trasmitió mi querido padre. Somos una fuerza inconmensurable. Sentid el orgullo que hoy siento yo porque nos sobran motivos.
Un abrazo en Cristo.