Cuando alguien confía en una persona es porque presupone que ésta tiene conciencia y que sus actos se rigen por ella. Salvo, lógicamente, en los casos extremos en los que precisamente buscas un individuo que cometa fechorías de las que tú eres cómplice. Eso también es confiar en el prójimo.
Las elecciones de nuestros políticos de sus cargos de confianza no pocas veces están envueltas en cierta polémica, surgida principalmente por la formación o el pasado, más o menos pulcro, de la persona merecedora de dicha confianza. Cuando una designación depende de un criterio subjetivo se corre el riesgo de que ese cargo de confianza lo que te provoque es un cargo de conciencia.
El episodio actual del amigo ‘Koldo’, cargo de confianza del exministro Ábalos, investigado por organización criminal, tráfico de influencias y cohecho debido a la concesión de unos contratos millonarios en la compra de mascarillas durante la pandemia por parte del Ministerio de Sanidad, nos demuestra que confianza y conciencia no siempre van de la mano. Ahora le ha tocado al PSOE, pero la mala praxis de algunos cargos de confianza no entiende de siglas. La avaricia y la falta de valores son defectos de los seres humanos, no de los partidos. Hay corruptos y sinvergüenzas a la izquierda, a la derecha y en el centro.
Por esta razón, lo que sí podemos exigir a los partidos políticos es que gasten los mismos esfuerzos en criticar al prójimo que en mirar hacia dentro y tomar las medidas necesarias para detectar las conductas reprobables y en algunos casos ilegales de sus cargos de confianza y de sus propios integrantes. Claro que en ocasiones hay sorpresas y pilla a todo el mundo fuera de juego cuando se destapa la conducta ilegal de alguien, pero en la mayoría de las ocasiones los propios partidos y compañeros saben de qué pie cojea cada uno. Y esto vale tanto para la política nacional como para la local. El problema es que se mira para otro lado y son excepcionales las ocasiones en las que en vez de tapar lo sucedido, los partidos políticos son los que denuncian ante la justicia algún tipo de ilegalidad. Lo último que se quiere es dar munición al rival por lo que los partidos se callan, pisoteando sin ningún tipo de remordimiento cualquier código ético.
Evidentemente los investigadores y la justicia deben seguir haciendo su trabajo y destapando ilegalidades, pero debemos exigir a los partidos políticos que sean proactivos en la búsqueda de la corrupción entre sus filas. Si algún día lo hacen, será un buen punto de partida para que los ciudadanos vuelvan a confiar, al menos algo, en la política.