A mi amigo F. tuvieron que operarlo en Dallas. Mi amigo, español, viaja constantemente por motivos laborales y sufrió un cólico en la vesícula en pleno vuelo a Dallas. Gritaron eso que se dice siempre en las películas: ¡un médico, hay algún médico a bordo! Había un médico. Siempre hay un médico a bordo, dice mi amigo. El médico declaró: hay que operar. Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Dallas, una ambulancia estaba cruzando la pista a toda velocidad. Lo ingresaron en una enorme clínica, privada, claro, y lo operaron de urgencia. En su habitación individual, que parecía de un hotel de cinco estrellas, había una pizarra que reflejaba los grados de dolor. El método es el siguiente: le preguntan al paciente cuál es su grado. Cuando supera el grado cinco, chute de fentanilo. «Fue instantáneo, podía notar cómo la droga se iba extendiendo por mis venas, era como estar flotando en una nube».
El fentanilo se ha convertido en un problema nacional en EE UU. Más de 70.000 personas fallecen cada año por sobredosis de la droga (datos de 2024). El fentanilo es una especie de heroína sintética descubierta por un químico belga que empezó a fabricarse en los 80 en China y ahora, en México. Es mucho más potente que la heroína y con una sola dosis se puede matar a una persona.
El fentanilo surgió tras la crisis de los opiáceos, cuando medio EE UU estaba enganchado a unas pastillas llamadas Oxycontin, que quitaban el dolor y eran supuestamente inofensivas y que acabaron causando la muerte a medio millón de personas.
Dice mi amigo: «En España, cuando te estás retorciendo de dolor en un hospital, te dan un paracetamol. El problema es que en EE UU no tienen tolerancia al dolor». Esta reflexión hecha a los postres de una cena, me lleva, por supuesto, a algo mucho más profundo, una gran contradicción que me resulta difícil de asimilar. Un país cuya cultura proclama: defiende tu propiedad, tu familia y a ti mismo con armas y dientes y no creas en el Estado; si trabajas duro, triunfarás; si caes y fracasas, sé fuerte y levántate por ti mismo. Un país que ha votado a Trump, un empresario que representa el capitalismo más agresivo y defiende todos esos lemas. ¿Cómo puede ser que ese país no tenga tolerancia al dolor? Quiero decir, si estás dispuesto a entablar un duelo de pistolas con alguien que se acerque a tu casa, estás dispuesto a sufrir, a pelear. No sé, hay algo en esa cultura que se me escapa. Y lo digo pensando en el resultado de estas elecciones, tan descorazonador e incomprensible para los europeos. Pero si el pueblo de EE UU ha votado así será por algo. Porque busca un presidente-droga, que amortigüe con sus ‘shows’ y sus ocurrencias el coste de vivir en un país cada vez más despiadado para la clase trabajadora.