En una semana de audiencias analizadas, españoles cabreados por la extraña elección de La 1 para las campanadas y gente preocupada por el culebrón televisivo de Motos y Broncano, hay una noticia que sí merecería abrir cabeceras, al menos las de mi infancia. Cierra Disney Channel en España y con el final definitivo de este canal estas navidades se nos va un poquito de nosotros mismos a toda una generación que vivimos de niños en un dulce hotel y rápidamente comprendimos que más o menos 100 días hay de vacaciones y llegan las clases de nuevo. Tras una infancia privilegiada con una multitud de series icónicas, sin darnos cuenta con tanta magia se nos pasaron los años y aquello de ‘the best of both worlds’ se acabó y la peluca de la niñez se nos cayó.
Fueron tantas series infantiles y adolescentes las que nos regaló el Disney, que nos modelaron como pequeñas personitas cuando la vida era poco más que el colegio, el deporte, los amigos y la televisión. Recuerdo que en mi casa había una televisión vieja en la que no se sintonizaba este canal, por lo que pasar la tarde en casa de mi abuela significaba disfrutar de unos capítulos de esas historias que nos divertían y que encajaban tan bien con nuestra edad del pavo para entender a los demás pavos de la vida, aunque fuese a través de relaciones y estereotipos norteamericanos que tenemos quizá demasiado inculcados.
Disney Channel ha sido mucho más que un canal de televisión, porque los que nacimos en los 90 crecimos con personajes de nuestra edad que luego se convirtieron en artistas, como Zendaya, Miley Cyrus o Selena Gómez. Necesitados de referentes sociales, vivimos como propios los conflictos emocionales y hormonales de aquellos personajes que incluso fueron estrellas de cine, con películas por y para televisión que llevaron a llenar las carpetas y las paredes de la habitación. Claro que el adiós de Disney Channel de los hogares era inevitable cuando todo en esta vida es a la carta y no negaré que Disney + ofrece comodidad.Sin embargo, tanta segmentación del público deriva en cierto aislamiento, pues cada uno ve lo suyo y antes nos quedábamos con lo que Mickey Mouse tenía a bien ponernos a todos. Sin duda, los que soñamos con ser Troy o Gabriella, hoy cantamos un poco menos.