No hay año en que no se diga, por estas fechas, aquello de: «Agosto, frío en el rostro», como sinónimo de que el verano está avisando ya de su declive. El fresco asoma por doquier y los recuerdos, un año más, se van quedando a la espera de que nos va a deparar el que venga y que nos volvamos a ver, aunque siempre con alguna indeseada ausencia, para conformarnos cuando nos dicen aquello de: ¡ostras Pedrín!, ¡Si parece que no pasan los años por ti! Lo cual, aunque ello, como el algodón no engañan, no dejan de añadir un mejor estado de ánimo por lo que has escuchado aunque para tus adentros siempre te quedará la duda de será o no verdad, pero en cualquier caso «que nos quiten lo ‘bailao’».
Además de la nostalgia formada por los recuerdos, la realidad se vuelve a imponer haciendo que pongamos los pies en el suelo enfrentándonos a lo que, una vez finalizado el tiempo de descanso o vacacional, nos espera, según la edad y la situación de cada uno. Siempre tengo presente aquello que me decía mi padre cuando, al volver de disfrutar los dos días que duraban las fiestas de su pueblo, en las que yo me divertía a placer, y venias, como vulgarmente se dice, que no podías con el alma como consecuencia de no haber pegado ojo en los días que duraba la fiesta, contando con las correspondientes noches, y que decía así: «no hay fiesta ni romería que no pese al otro día», verdad indiscutible. Entonces las fiestas se solían celebrar cuando coincidían con el día del santo en cuestión, ya que entonces todavía había juventud suficiente para disfrutar la celebración del esperado patrón del pueblo aunque este coincidiera con cualquier día de la semana, pendiente de la previsión del tiempo, cuando no se contaba con los adelantos metereológicos con los que hoy día se disponen.
Después, por necesidad o por vicisitudes de la vida se produjo la tan manida despoblación, y los jóvenes emprendieron rumbo a las ciudades en busca de una vida mejor a través de los estudios o de una formación profesional, que las ciudades te proporcionaban , quedando la mayoría de los citados pueblos con la casi sola compañía de las personas mayores que aferradas a la tierra en la que se criaron, y vivieron sus ascendientes, renuncian a abandonarla, esperando la llegada de los descendiente en determinadas fechas, que pusieron tierra por medio en busca de lo que la tierra de sus orígenes no les dio y que hoy solo se ven como un espejismo veraniego donde disfrutar de esos meses de buen tiempo que se esperan durante el resto del año, pero que, en ningún caso, ello suple aquellos años en los que la vida brotaba en las escuelas llenas de niños y niñas, casi con un maestro en cada pueblo, cuando no tenían que ir con el ganado a los prados a una más que tierna edad . La situación actual se conforma con lograr que las casas se vuelvan a ocupar en los meses de verano, donde, en compañía de otros contemporáneos, se remueven los recuerdos.
El mes central del verano, sin lugar a dudas, es Agosto, aunque a mi siempre me gustó mucho más el mes de julio por aquello de que todavía te quedaba de colchón el mes Agosto para seguir disfrutando. Lo dicho, que ya queda poco para seguir percibiendo lo que queda del verano, y así sucesivamente.