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Agosto, frío en el rostro

27/08/2024
 Actualizado a 27/08/2024
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Aunque la evidencia del cambio climático es innegable, además de estar avalado por el consenso de la comunidad científica internacional, sí que les voy reconocer a los negacionistas y a sus elaboradas teorías forjadas en los foros más competentes de la barra del bar de la esquina, que este verano las temperaturas extremas no han logrado mitigar el frío, afilado, cortante y estremecedor que hiela el rostro y el alma, producido por la violencia machista, y su expresión más cruel y desgarradora, la violencia vicaria, el asesinato, el racismo, la xenofobia y la discriminación, la guerra, el genocidio en Gaza, el terrorismo islamista, la violencia contra las mujeres afganas, cuyo gobierno no contento con quitarles su identidad, les quita su voz, prohibiendo que hablen o canten en espacios públicos. Qué difícil tratar de escribir una opinión ligera, de verano, salpicada con trivialidades típicas de la cotidianidad de estas fechas cuando han de helarte el corazón, como a ti, españolito que vienes al mundo, como escribió Machado, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón.

La violencia verbal, audiovisual, virtual, física, emocional nos rodea como un manto negro de contaminación que nos pudre por dentro mientras nos acostumbramos a convivir con él, no lo apreciamos porque ya es parte de nuestras vidas y lo incorporamos a nuestra existencia como se incorpora a tu vida una relación tóxica que te destruye pero que sin embargo no aciertas a saber cómo quitártela de encima. Es ingenuo pensar que esa violencia densa, oscura e omnipresente, en todas sus formas, se va a quedar quieta donde se ha generado y no se va a propagar, infecciosa, agresiva y letal, sembrando odio, odio a todo, a lo que no conocemos, a lo que conocemos pero no tenemos, a lo que estaba antes de que llegáramos y a lo que está por venir, a los que son diferentes y a veces a los que son iguales, porque me recuerdan la inmundicia del alma que odia.

Es urgente detener esta espiral de odio y crispación, que da coartada a los cobardes y envilece a los débiles de espíritu que encuentran acomodo fácil en el refugio de la multitud o en el anonimato de las nuevas tecnologías. Los responsables de los crímenes son los que los cometen, crímenes que inundan los informativos que se escuchan de fondo en el chiringuito o a los que bajamos el volumen porque interfieren con la siesta veraniega. Crímenes contra las mujeres por el hecho de ser mujeres y contra sus hijos e hijas por ser lo que más quieren, crímenes contra los que no piensan como tú, no adoran al mismo Dios o no tienen el mismo color de piel, crímenes contra los más vulnerables. Que paguen los que asestan la puñalada, aprietan el gatillo, humillan, vejan y abusan y que hagan exámenes de conciencia los y los que azuzan el fuego, calientan las voluntades y justifican y jalean a los asesinos, maltratadores, genocidas porque también son responsables, el que siembra maldad, cosecha desgracias.

En la era de X, se tema el linchamiento mediático de quien denuncia la injusticia o pone pie en pared, pero siempre ha habido represalias para el que se atrevía a alzar la voz, «pobre del cantor de nuestros días que no arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida» cantaba Pablo Milanés. Cómo hubiera sido nuestra historia sin los que no se callaron, los que no lo permitieron, los que salieron en defensa del que no podía, en un guerra, en una clase, en una calle o en un trabajo o también en X. «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos» (Martin Luther King).

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