Que por parsimonioso que sea el ritmo que procuremos ponerles a las cosas del vivir pasamos por el tiempo a velocidad inaudita es un hecho. No hace nada, al regresar contento de mis cafés leídos y mientras deseaba ceder el paso a un señor mayor que también deseaba entrar en él, no va el muy desaprensivo y me copia y me suelta parafraseándome «pase, pase usted, señor, faltaría más con lo que gastaron mis padres en educarme para que mantuviese el respeto hacia las personas mayores». No supe qué contestar. ¿Señor mayor yo? ¿Pero se habrá visto él? Si me pienso y veo como un chaval, vamos, como siempre, por más que un poco ajados vea a más de un conocido y saludado, que no así a los amigos, que siguen ellos estando guais y no digamos nada ellas, verdaderos guayabos. Bueno, bien es verdad que uno ya peina nieves cada vez menos esquiables por sus claros y que de reír (y llorar), de vivir la vida, se me está insinuando alguna arruga aquí y allá. No, la papada no, que nada tiene que ver con esto del agostamiento, que es herencia genética del apellido que refiere al campo y la naturaleza aun cuando tan sólo se siga usando, en estos tiempos de anglicismos y modernidad dada al neologismo, arcaica y forzadamente para referirse a guerras y batallas.
Mas, ahora que en este aparte hecho merced al punto, y pensándolo bien, igual de este transito por el tiempo me viene esta templanza o, mejor, mesura, que es virtud más civil y cardinal para la cotidiana y ciudadana convivencia, tan lejana del vehemente temperamento que tantos años me caracterizó.
Porque, cómo si no, resistir sin menoscabo en el humor ni acidez gástrica alguna las clasistas machadas del cesáreo o supremo juez Eloy Velasco, en su versión dicharachera, hacia la exministra Irene Montero. ¿Qué diría Asterix de este romano que se salta la ley publicada por el poder legislativo en el BOE? O cómo leer impertérrito cómo el funesto Carlos Mazón, aun su fuga, sin tocata espero, mienta a sabiendas de que engaña diciendo al mundo mundial que «es sorprendente que se anuncien (por parte del gobierno) ayudas cuando parte de ellas son préstamos a devolver con intereses. ¿Cómo es posible?», cómo aguantar su impasible ademán. Y así, con el congreso tipo adhesión inquebrantable del PSOE y ya nada qué decir del exultante –¿o fue insultante?– acto contraprogramado, y nunca mejor lo de «contra-» por un PP a o con filas prietas. ¡Ah santa edad!, ¡Ah sagrado humor! Que ya veo que me voy a tener que cuestionar mi «malmenorismo».
¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.