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Alegrías para el cuerpo

06/07/2024
 Actualizado a 06/07/2024
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Unos pies que golpean la tierra (el escenario) como si quisieran despertarla de un sueño. Unas piernas que se agitan: la vibración de los músculos, la rotación de los tendones, la elevación de los huesos, el empuje de la sangre en las venas. Unos brazos que se alzan hacia el cielo (a las luces sobre el tablao, soles extraños) y en los que las manos son seres acuáticos nadando en el aire. Palmas, guitarras, cajón. 

Cuenta la escritora maragata Violeta Serrano que cuando vivió en Barcelona se apasionó por el flamenco y quedó impresionada con la bailaora Violeta Barrio. Inspirada por ella creó a Candela, uno de los personajes principales de su primera novela, ‘Hijas de nadie’. Candela es una gitana rechazada por su familia porque ama a las mujeres, Candela es una bailaora arrebatada y una amante arrebatada, Candela no es dueña de las palabras pero sí del cuerpo y con el cuerpo habla y grita y crea poemas en movimiento. 

Somos cuerpo. Y mucho más, pero cuerpo también. Hay una memoria del cuerpo y una inteligencia del cuerpo, hay un lenguaje del cuerpo, una música del cuerpo. Se ama también a un cuerpo, al cuerpo amado, y se lo va conociendo sin mapas, igual que al cuerpo propio. Se lo ama hasta la última vértebra de la espalda, como Lucía, protagonista de la novela de Violeta Serrano, ama el cuerpo de Candela. Y todo esto, el cuerpo que ama, que baila, que recuerda, que se expresa, no tiene nada que ver con el cuerpo como obsesión, con hacer mil ‘burpees’ o pincharse litros de ácido hialurónico en los labios, litros de toxina botulínica en la frente, con acudir a una clínica estética con el móvil lleno de caras como paredes blancas. 

Es verano y el cuerpo se desnuda más. Recibe el sol y el viento, regresa al mar, al río, al lago, a la piscina. Los pies pasean por senderos bajo la sombra de los árboles, los brazos abren caminos en el agua, la cadera se mueve con la orquesta de las fiestas de los pueblos. El cuerpo nos acompaña en el largo y cálido, demasiado cálido ya, verano. A la amable dueña de la heladería móvil de la plaza Julio Lazúrtegui de Ponferrada le pedí ayer el primer cucurucho de la estación (piña y avellana): otra alegría para el cuerpo. Y que sigan.

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