13/05/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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La liberación esta semana del fotógrafo leonés José Manuel López, secuestrado durante meses en la arrasada ciudad de Alepo, me ha llevado de nuevo a aquella ciudad que en mi memoria representaba la vida, la riqueza cultural y la gente hospitalaria. Visité Alepo en las navidades de 2010, unos meses antes de que estallara la guerra civil en Siria y cuatro años antes de que el Daesh irrumpiera en Mosul (Irak). Aquél fue un viaje en paz por una ciudad que en aquel momento estaba en pleno esplendor económico y cultural fruto su posición estratégica entre la costa mediterránea y el Éufrates. Alepo fue la mayor ciudad de Siria con más de dos millones de habitantes.

No puedo olvidar mis paseos por la ciudad antigua de Alepo declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986. Recuerdo nítidamente la belleza de la Gran Mezquita, la madrasa Halawiyé, la Ciudadela y su Castillo. Pocas cosas podrían en aquella época ser más sugerentes en el mundo que un paseo por sus zocos y caravasares repletos de sabores y olores antiguos. Alepo era una ciudad viva, frenética y alegre.

La gran ‘Batalla de Alepo’ que empezó en 2012 ha destruido o quemado la mayor parte de aquella Ciudad Vieja que yo conocía. La violencia y devastación no han dejado de aumentar. La guerra no ha respetado ni siquiera hospitales civiles como hemos podido comprobar hace unos días con la destrucción del hospital de Al Quds apoyado por Médicos Sin Fronteras. En este Alepo apocalíptico trabajan a diario decenas de periodistas que intentan con su vocación y esfuerzo evitar que esta barbarie sea omitida y olvidada.

La liberación de José Manuel López junto a sus compañeros Antonio Pampliega y Ángel Sastre nos ha recordado que Siria es uno de los países más peligrosos para los periodistas: ocupa el puesto 177 (de 180) en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa. Los secuestros de periodistas extranjeros son un objetivo prioritario para los diferentes grupos radicales que operan en el país. Una veintena de profesionales de los medios de comunicación sigue hoy todavía secuestrada. Pero no sólo el secuestro, la muerte persigue a los informadores. Reporteros Sin Fronteras ha contabilizado desde el inicio del conflicto el asesinato de al menos 139 periodistas y 47 blogueros y ciberactivistas. No quieren que se conozca el horror de esta injusta guerra. La situación de Alepo hoy nos recuerda, que en la guerra de Siria han muerto cientos de miles de personas y que los refugiados y desplazados son varios millones. ¡Los periodistas de Alepo hacen que no podamos olvidarlo!
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